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- ¿ Cuál es tu color favorito, Hazz?-

Louis acariciaba los pequeños rizos del menor, mientras éste se recostaba en sus piernas.

Cinco meses de ingreso y ambos habían cambiado tanto que ni eran capaces de reconocerse.

Habían avanzado como personas y habían aprendido a vivir con el dolor.

Los días buenos opacaban a los malos.

Las pesadillas dejaban paso a los dulces sueños.

Y las lágrimas eran sustituidas por sonrisas.

- El azul. Pero no cualquiera si no el de tus ojos.- respondió, dejando entrever unos tiernos hoyuelos.

Su relación cada vez avanzaba más rápido y los demás lo notaban. Tenían que ser muy ciegos para no darse cuenta de que ellos dos se querían.

Ambos desaparecían de vez en cuando y regresaban al par de horas, con mejillas en un tono bermellón y sonrisas delatadoras.

El motivo era la búsqueda de la intimidad. Así que decidieron escabullirse, de vez en cuando, y esconderse en la habitación de alguno de los dos.

Era fácil que les pillase algún enfermero, pero todavía no había ocurrido.

Ellos pensaban que el porqué era que ambos eran buenos escabulliéndose.

La realidad era que los que estaban de guardia hacían la vista gorda frente a dos personas rotas que eran capaces de arreglarse mutuamente.

Y allí pasaban las horas muertas, entre caricias y risas. Personas sedientas que necesitaban beber del manantial que sus corazones albergaban.

La mayoría del tiempo lo invertían en saber lo máximo posible del otro, desde sus mayores miedos hasta su sabor favorito de helado.

- Coqueto- contestó, mostrando una hilera de perlas blancas.

- ¿ Y el tuyo?-

- El verde-

- Y después me dices coqueto a mí-

- ¡ Pero lo mío es verdad!-

- ¿ Me estás llamando mentiroso?- exclamó, fingiendo molestia.

- Pasas demasiado tiempo con Niall. Te está contagiando su personalidad de rey del drama-

- ¡ Eso no es verdad!- dijo, mientras se incorporaba y ponía una mueca de molestia.

- Lo has vuelto a hacer.- contestó divertido.

- Oh, cállate-

Se volvió a recostar y Louis prosiguió su tarea de masajista profesional.

Y es que esa era su rutina. Hablar de cosas banales mientras se recostaban el uno sobre el otro, hasta que se sumían en un cómodo silencio y volvían a conversar de cualquier tema.

Louis adoraba acariciar los rizos del ojiverde y Harry tenía una pequeña obsesión con los dedos y el abdomen del mayor. Jugaba con los dedos de éste y recorría miles de veces la barriga de Louis, cada vez más torneada gracias al ejercicio.

- Se me olvidó preguntarte cómo te fue la sesión grupal de ayer.-

- Demasiadas emociones, para serte sincero. Chris, el que te conté que era adicto al éxtasis, estuvo explicando porque decidió ingresar aquí por decisión propia. No estallé en llanto de puro milagro. Y es que Chris tiene una hermana pequeña. Charlotte se llama, como la mía. Él empezó a consumir cuando su hermana tenía cuatro años, ya que su padre maltrataba a su madre y no tenía suficiente fuerza para frenar la violencia. Nos contó que intentaba sacar a su hermana lo máximo posible de su casa, la llevaba al parque y la acompañaba al colegio. Y aquello era peligroso, porque consumía la mayor parte del tiempo. Podemos imaginar que mezclar a alguien colocado con una niña pequeña no era la mejor combinación. El caso es que él se ponía muy agresivo, tras pasar el efecto de la droga. Y, normalmente, esa agresividad la proyectaba en su hermana. Los meses fueron pasando y la cosa iba a peor. Hasta que un día todo estalló. Su padre le pegó una paliza a su madre, en presencia de Charlotte. Cuando Chris vio toda la escena y encontró a su hermana acurrucada en un rincón sollozando, la tomó del brazo y la sacó a rastras. Él iba colocado y necesitaba liberar la tensión que su cuerpo acumulaba. Le pegó una paliza a su hermana. Harry, casi la mata. Después de eso, la culpa pudo con él y visitó servicios sociales. Ellos se hicieron cargo tanto de su padre como de su hermana y a él lo internaron aquí.-

Clínica Cowell [ls]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora