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Si dijese que todos estaban entusiasmados por aquel día, no estaría siendo sincera del todo. Harry no se había levantado de buen humor, ya que odiaba madrugar. Y pensar que lo había hecho para ir a una estúpida excursión le cabreaba todavía más. 

Pero todo aquello desapareció de su mente cuando vio entrar a Louis al comedor. Una camiseta blanca sin mangas dejaba a la vista unos brazos, que antaño habían sido la envidia de muchos. Unos pantalones negros se ajustaban a las curvas de su cadera y unas Vans adornaban sus pies. 

El rizado parecía contemplar la imagen de alguien salido de un cuadro de Miguel Ángel. 

Pero aquella magia desapareció cuando Niall se acercó a la mesa, maldiciendo a todo lo que se encontraba a su alrededor. 

- ¡ Quién ha diseñado estos bañadores!- exclamó, mientras se recolocaba el pantalón como podía.- Juro que me encargaré la tarea de asesinarle.-

- Niall, son bañadores de nadadores. Tienen que ser cómodos, así que no te quejes tanto.- respondió Zayn, riéndose de las expresiones faciales de su amigo.

- Será que me han dado una talla más pequeña, porque es imposible que vosotros estéis así de tranquilos con esto puesto.- 

El resto del desayuno fue tranquilo, viendo a enfermeros ir de un lado a otro con bolsas. Suponían que eran para la comida. Querían asegurarse de que todo estaba en orden y que no se dejaban nada atrás, mientras esperaban a que llegase el autobús, siempre puntual. 

Se agolparon en la entrada, donde uno de los enfermeros que les acompañaría les explicaba las normas más importantes que deberían seguir a raja tabla. También les explicó que a cada uno le correspondía un asiento, que tenía el número de residente en la parte de detrás de éste mismo. 

- Este es el mío- dijo Louis, divisando una placa que tenía escrito D-286. 

Mientras que tomaba asiento, junto a Michael, buscó unos ojos verdes entre los demás residentes. Los encontró al fondo del autobús, sentado al lado de Alex y le dedicó una sonrisa. Harry le devolvió el gesto. 

El viaje duró alrededor de treinta minutos. Los primeros rayos de luz se colaban por la ventana, iluminando el interior del vehículo. Verdes y frondosos árboles se divisaban a ambos lados de la carretera, bajo un despejado cielo celeste. Era un magnífico día para disfrutar de la naturaleza. 

Al llegar, les repartieron una bolsa a cada uno. El contenido consistía en  una toalla, una gorra y la comida, es decir, dos botellas de agua, un bocadillo y una manzana. Supusieron que cenarían a la vuelta. 

El lugar que habían decidido era precioso. Un pequeño valle daba la bienvenida a un lago de aguas cristalinas, rodeado de altos chopos . Se escuchaba el trinar de los pájaros y podían distinguirse mariposas y libélulas danzar entre las flores. Pequeñas piedras, de entre las que sobresalía verdes hierbas, formaban un camino hasta el agua. 

Se respiraba el aire fresco, cargado de vida. 

Esa vida que se les fue arrebatada y que poco a poco estaba siendo devuelta, como en aquel momento. 

Se sentían completamente libres. Nada les asfixiaba ni les hacía sentir miserables.

Tan solo eran un grupo de amigos que disfrutaban de la belleza que la naturaleza les estaba brindando, tan verde y azul como aquellas miradas que se distinguían entre la multitud. 

Los chicos se acomodaron bajo la sombra de un árbol robusto, colocando las toallas en el suelo y tumbándose encima de ellas. 

Tan parecido a la realidad, pero a la vez tan distinto. 

Clínica Cowell [ls]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora