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- ¡Harry, por fin ! - exclamó Niall, mientras iba a abrazarle- Estábamos preocupados. ¿ Cómo estás ? -

Pasaron un par de horas más hasta que a Harry le dieron el alta, que fue acompañado por Louis hasta el patio, donde los demás les esperaban.

- Bien, ya estoy mejor- contestó, al separarse del rubio.

- De verdad que todos estábamos preocupados. Cómo tardabas mucho en volver y Louis tampoco venía, Shawn y yo fuimos a preguntar por vosotros. Nos dijeron que te tuvieron que llevar a la enfermería, pero no nos dieron más explicaciones.-

- No fue nada grave. Me dio un ataque de ansiedad, pero esta vez fue más fuerte que las anteriores. Por lo que me ha contado Louis, me tuvieron que sedar para poder calmarme.-

- Joder. ¿ Ha sido por algo en concreto?- preguntó Zayn.

- La visita inesperada. Calum Hood-

Los ojos del moreno parecían que se iban a salir de las cuencas y una pequeña vena del cuello empezó a palpitar.

- ¿ Me estás diciendo que ese hijo de la gran puta, ese bastardo ha tenido los suficientes cojones de venir aquí después de todo lo que te hizo?- exclamó con rabia.

- ¿ Calum es el cabrón que yo estoy pensando Harry? - esta vez que Niall el que conectó los hilos en sus recuerdos.

- El mismo-

Y el irlandés rompió en gritos, amenazas e insultos que fueron arrastrados por el viento.

Porque la comunicación tiene que tener un emisor, pero también necesita un receptor.

Y éste último no siempre está presente, por lo que las palabras se las lleva el viento.

Yo os voy a contar mi pequeña teoría sobre esos ecos de morfemas que no llegan a ninguna parte. Y es justo en esa parte donde nos tendremos que situar. Yo lo imagino como una pequeña habitación, llena de muebles ornamentales y polvo de hadas, todo en tonos marrones y dorados. Los colores del otoño. Pero lo que más llama la atención es una gran estantería a lo largo de la pared oeste. En ella, descansan pequeñas frascos llenos de bolas de cristal de distintos colores. Amarillo para frases de alegría, azules para frases tristes, rojo para frases de enfado, morado para frases de amor y verde para frases que no albergan ninguna verdad en ellas. Y al morir, vayamos a donde vayamos, siempre pasamos por esta habitación. Abrimos nuestro frasco y recibimos todas aquellas palabras que el viento nunca nos llevó en vida.

- ¿ Tan malo fue lo que ese tal Calum te hizo, Styles?- preguntó Ashton, al ver a Niall tan cabreado.

- ¿ Os molesta si os lo cuento?-

- Claro que no Harry, aquí estamos para escuchar, deberías saberlo ya- contestó Liam.

Y aquello era la verdad. Porque este era de los pocos sitios donde la gente se escuchaba entre sí, sin ningún tipo de reproche. El porqué es fácil. Si hubieran sido escuchados cuando lo necesitaban realmente, no habrían terminado allí. Pero la vida no es justa y a la gente solo le importa su propia vida, sin darse cuenta del dolor de la persona que tenían a su lado.

Esa era su manera de remediar el vacío que el mundo había colocado alrededor suya. Escucharse los unos a los otros. Algo tan simple como aquello podía marcar la diferencia en la vida de alguien. No eran necesarias soluciones, ni consejos ni empatía. Solo una par de oídos capaces de escuchar.

Y eso hicieron. Escuchar el doloroso y sentimental relato que el ojiverde necesitaba dejar escapar de sus entrañas, anclado allí durante tanto tiempo. Y lo hizo, con todo lujo de detalles. Noches de insomnio, sentimientos de insuficiencia, lágrimas de sangre y lamentos internos.

Harry estaba tan ensimismado en sus recuerdos, que no notó las suaves lágrimas que brotaban de sus ojos, ni la mano de un chico de ojos color añil que jugaba con sus dedos.

Al terminar de contar lo que Calum había destruido en la vida del rizado, todos entendieron el palpable enfado que, tanto como Louis, Zayn y Niall, comunicaban con el ambiente. Y se compadecieron del chico, ya que era lo único que podían hacer.

- Yo todavía recuerdo la primera visita que tuve. La de mi padre- dijo Niall, dispuesto a contar otra parte de su triste historia.

NIALL POV.

- Residente F-623 acuda a sala de visitas. Gracias- dijo una voz procedente de un pequeño altavoz.

Llevaba allí dentro tan solo dos semanas y la herida de mi madre seguía sangrando en mi interior, sin posibilidad de cerrarla.

Me levanté lentamente del asiento y, como si de un fantasma se tratase, me deslicé por los blancos pasillos que componían aquella infraestructura, una cárcel para algunos, el paraíso para otros.

Me indicaron que entrase en una pequeña sala y me acomodé dentro de la misma. Sin siquiera notarlo, empecé a llorar.

Era algo muy habitual en los primeros meses de ingreso. Abría los ojos porque los gritos me despertaban, me levantaba de la cama porque me obligaban, comía porque un enfermero me ayudaba a hacerlo, dormía porque era la única forma de olvidar.

Olvidar que mi madre había sido asesinada a manos de mi hermano, el que fue una vez mi figura a seguir. Cuanto tiempo hacía de aquello.

Mi padre entró por la puerta y sus ojos reflejaban los mismo que los míos. Un vacío. Dolor. Una taza llena de lamentaciones. Culpa. Desolación. Melancolía.

Lo único que no eramos capaces de sentir era rabia. Nuestros pequeños corazones de oro nos lo impedían. No estábamos enfadados con mi hermano, ni con un posible Dios, ni con el destino. Ya no nos quedaba espacio para albergar aquel sentimiento.

Nos quedamos un rato mirándonos a los ojos, sin decir una sola palabra. Solo compartiendo nuestro dolor y dándonos cuenta de que aquello no tenía arreglo. No había cura alguna para dejar de sentir lo que albergaba nuestra alma. Estábamos condenados a revolcarnos en dolor y recordar amargamente la risa de mi madre.

- ¿ Cómo te encuentras, hijo mío?-

- Sabes que no puedo mentirte a la cara papá, así que no endulzara la situación. Soy un muerto en vida. Me obligan a levantarme, a comer y a relacionarme. Casi no hablo y los pensamientos no me dejan en paz. Solo quiero dormir y no volver a despertar.- dije con total sinceridad.

Mi padre rompió en llanto y no tuve ni fuerzas para levantarme y entrelazar nuestro dolor.

Sabía que mi padre sufría, incluso más que yo. Había perdido a su mujer a manos de su hijo. Lo único que le quedaba estaba lejos de él. Solo quería que Morfeo le raptase y le llevase hasta Hades. Pero para su hijo no quería el mismo desenlace. Yo sabía que mi padre deseaba que disfrutase de la vida que me quedaba por delante, pero aquello se veía tan difícil.

Para mí, disfrutar algo que no fuese dormir, era imposible. Todo era dolor.

- Lo siento, Ni. De verdad que no se que más hacer. No puedo devolverte a tu madre, que sé que es lo único que necesitas para estar bien. Moriría por tomar su lugar.-

- Papá, entonces estaríamos en las mismas. No te culpes por algo que no pudiste evitar. Nadie pudo intervenir en las acciones de Greg. Estábamos condenados a que esto pasase y ambos lo sabemos.-

Seguimos con la inevitable charla. El entierro de mi madre, al que no me perdonaré nunca el no haber ido, como se encontraba mi hermano en la cárcel, como mi padre iba sobreviviendo y lo ténebre que se sentía la casa sin la presencia de un alma viva.

Nos despedimos con un abrazo, que nos pareció eterno. Tanto como el dolor que nuestro ser  tendría que soportar hasta que nuestras almas no fuesen más que una estelada de polvo dorado.

Clínica Cowell [ls]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora