Clínica Cowell [ls]

Especial 50K n°3

Las sábanas de la cama se encontraban en el suelo. Una agradable y suave brisa entraba por la ventana. Los rayos de sol iluminaban la pequeña habitación de hotel. El sonido monótono de la televisión seguía siendo audible. Un golpe en la puerta le hizo despertar. 

- ¡Harry Edward Styles, ábreme inmediatamente la puerta!- 

- ¿Por qué tanto ruido, tan temprano?- susurró, mientras se levantaba de la cama y se rascaba los ojos. - ¿Qué coño haces aquí, Niall?- preguntó extrañado, nada más abrirle la puerta. 

- Styles, tienes graves problemas a estas horas, eh. A todas horas, pero a éstas incluso más. ¿No recuerdas porqué estás en Newquay, en una habitación de hotel solo, desde hace más de veinticuatro horas?- 

Harry frunció levemente el ceño, intentando hacer memoria de los dos últimos días de su vida. Y lo consiguió al visualizar aquellos ojos celestes, tan familiares para él. Pegó un salto del suelo y se abrazó al rubio como si su vida dependiera de ello. 

- ¡Niall James Horan, hoy me convertiré en un hombre casado!- exclamó, con lágrimas en los ojos y una sonrisa que podría conmover al infierno entero. 

- Harry, sé que estás emocionado pero, por favor, suéltame. ¡Me estás ahogando!- 

El chico le hizo caso y suavizó su agarre, hasta que se separó de él y se limpió las lágrimas del rostro. Se dio la vuelta y escudriñó con la mirada cada parte de la habitación, donde había pasado el último día de su vida asimilando lo que iba a ocurrir en las próximas horas. Una playa, un chico de ojos azules, invitados vestidos de blanco y una unión para siempre.  En el momento en el que le pidió matrimonio, en aquel recóndito lugar en Holmes-Chapel, no fue consciente realmente de lo que aquello conllevaría. Sabía que realmente su relación en sí no cambiaría, pero a los ojos de los demás iban a ser un matrimonio. Algo que debía ser fuerte, verdadero y sano. Seguro. Algo para siempre. Una verdadera familia. Un hogar. Un refugio. Suyo. 

También era algo que les traería problemas en ciertos aspectos dentro de la sociedad. Si no habían sido bien vistos como pareja, como matrimonio sería algo así como una aberración. Pero ellos mismos eran los dueños de sus propias vidas, ni de la sociedad, ni del odio. Tan solo de Harry y Louis. 

- ¿Y ahora qué hacemos?- preguntó impaciente, entrando en una pequeña crisis de nervios.

- Pues casarte, idiota.- 

- No, no. ¿Y si lo estropeo todo? ¿Y si me equivoco al decir los votos? ¿Y si me caigo camino al altar? Ni, tú sabes que yo soy muy de eso. Le voy a fastidiar la boda a Louis.- 

- En todo caso, no solo a Louis, sino a ti también. No es el único que se casa.- 

- ¡Niall, no ayudas!- exclamó con una expresión de pánico, al mismo tiempo que se frotaba el cabello. - ¿Y si me desmayo? Así sería imposible casarnos. ¡No puedo más Niall! Creo que me va a dar un infarto.- 

Se sentó en la cama lentamente, mientras el rubio reía, sin poder evitarlo. Ver a su mejor amigo apunto de casarse, en pleno ataque de pánico, era algo que jamás hubiera podido imaginar. 

- ¿Te acuerdas cuando, al principio, negabas que te gustaba Louis?- 

- Como para no acordarme. Es la cosa más estúpida que he dicho en mi vida.- 

- ¿Y que te dije de coña que algún día sería vuestro padrino de boda?- 

- En aquel momento, por poco te asesino con la mirada.- 

- Pero ahora lo voy a ser.- 

- Ahora lo vas a ser. El padrino de bodas. De mi boda. Con Lou.- 

Se levantó de la cama y se agarró a Niall con todas sus fuerzas, mientras él le correspondía el gesto con la misma intensidad. Lágrimas bañaban ambos rostros, sintiendo como sus corazones no eran capaces de abarcar tal cantidad de sentimientos al mismo tiempo. Habían sido capaces de seguir juntos desde el primer día, pese a la incertidumbre de la distancia y el paso del tiempo. Habían pasado diez años desde que se habían visto por primera vez, en aquella habitación de la clínica, donde Harry pensó que Niall iba a ser una molestia en su vida y donde el rubio se prometió a sí mismo llegar hasta el corazón de aquel chico tan sieso y borde.