Capitulo 11

342 29 10
                                    

Al momento en que subí, ella dejó de secarse el cabello para después quedarse completamente quieta en su asiento.
Mantuve mi distancia y en cierta forma, mis precauciones, podía sentir su agresividad desdé aquí.

Tras acomodarse el cabello con una dona, dijo—No creas que soy una fácil, si, dejó que me lleves a mi casa, pero lo hago porque realmente es imposible estar afuera con este lluvia...

Arrojó la toalla hacia atrás y prosiguió—Por... lo que veo, eres un hombre decente, no tienes cara de pervertido ni mucho menos—Deliberadamente, mordió su labio inferior mientras me examinaba con soltura—Juraría que te he visto en algún otro lado...

—...

—Nah, me da igual—Exclamó recargando su espalda en el asiento—No vivo lejos, cruzando la avenida a tres cuadras de la estación principal, si te das prisa, te desharás de mi en menos de 20 minutos.

Por un instante, y justo cuando terminó de hablar, me quedé pensativo sobre lo que estaba haciendo, ser buen samaritano no era exactamente mi labor cada día, no obstante, la poca empatía que mostraba hacia mí, no reflejaba en lo más mínimo lo que pensaba de ella.

Coloqué mis manos en el volante, a medida que de manera fugaz, movía mis ojos hacia donde ella se encontraba reposando.
En medio de esas leves insinuaciones visuales, me percaté que ella tenía los ojos cerrados, casi como si estuviera durmiendo en mi auto, sin tener ninguna precaución que yo fuera un desconocido o algo peor.

Por un momento sentí asombro y pavor por aquella acción, no tenía ni 20 minutos de conocerla y ya se sentía con la confianza de dormirse en mi auto «¡Que insolencia!»

De cualquier forma, conduje un par de metros durante varios minutos por la calle, no estoy seguro cuanto tiempo fue, pero cuando me encontraba a nada de llegar a la avenida, me doy cuenta desde el rabillo del ojo, que la mujer ya se había despertado o por lo menos abierto los ojos, el camino había sido ameno lo cual contribuyó a su aparente sueño.

Se quejó amargamente sin razón, acto seguido movió su cabeza y atención a la ventana que tenía a su lado, la poca visibilidad de afuera hacía adentro, provocó que maldijera una grosería para después con el largo de su sudadera, limpiará el empañado cristal de mi auto.

—Esto ya no párese una tormenta tropical, más bien es un huracán...

—Esos del clima son una bola de incompetentes.

De forma sutil, movió un poco su cabeza hacia un costado, casi como si estuviera esperando una respuesta de mi parte, y es que literalmente no había dicho ni una sola palabra después de entrar al auto.

Contrariada por dejarla con la palabra en la boca, volvió a recargarse en el asiento, pero en esta ocasión cruzó los brazos a medida que podía sentir esa aura hostil tan característica desde que la vi en aquel estacionamiento.

Nos mantuvimos en silencio perpetuo un par minutos más, mientras intentaba pensar en algo, sabía genuinamente que está mujer no era exactamente como las que había conocido antes, era mucho más frontal y déspota a mi suponer.

—Soy León por cierto—Indique de forma seca y temeraria, sabiendo la personalidad tan bipolar de esta chica.

Desde mi perspectiva visual ella ni se inmutó, de hecho, creó que ni me escuchó, o al menos eso creía, ya que a escasos segundos de haber dicho eso, la encapuchada correspondió.

—León... —Manifestó suavemente con su voz, enseguida chasqueo sus dedos y se incorporó abruptamente del asiento—¡Ja León! ahora lo recuerdo, eres el imbécil ese que se estaba atorando con un pedazo de no sé qué.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora