Capitulo 19

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Tocó su cintura al igual que su frente, mientras meditaba lo siguiente que iba a decir:

—Supongo que no viste mis mensajes que te dejé de anoche.

—¿Mensajes? ¿Cuáles mensajes?

—Los que te escribí ayer tontuelo, ahí te mencioné que no vinieras temprano, sino hasta más tarde, y... a todo esto, ¿Por qué jamás respondiste?

¿Mensajes? ¿Se comunicó conmigo ayer? ¿Por qué apenas me estoy dando cuenta? ¿Por qué simplemente no me lo dijo antes de que me fuera? ... No entiendo nada.

—Lo lamento Jill, generalmente estoy al tanto de mi teléfono, pero, ayer particularmente no fue el caso.

Incauto por lo dicho, me alejé un poco, ella me siguió con su mirada a medida que podía sentir su molestia.

Tras un largo suspiró, dijo—Esta bien, no pasa nada, de todos modos te vería aquí en dos horas, no es que sea mucha la diferencia, y...

Hizo hincapié al final, sin embargo, en lugar de continuar hablando, remojó suavemente sus labios agregando—¿Qué... tanto hablaron mi mamá y tu?

—¿Eh? Quiero decir...

—Nada interesante.

—¿Enserio?—Exclamo agitada—No me mientas León, olvídate de que te comparta más de mi helado si no me dices la verdad.

—Pues esa es la verdad Jill, sinceramente no hablamos de nada interesante, y si tantas dudas tienes, pregúntale a tu madre.

—Ese no es el punto idiota, mí... mamá sabe muchas cosas de mí, cosas que por supuesto no te incumben, y, prefiero que se queden conmigo, ¿Comprendes?

Asentí con su sutileza, seguramente ella quería que su vida privada fuera como tal, privada.

—Bien, ya aclarando eso, puedes... puedes ir preparando las cosas allá atrás, te acompañare en un momento.

Tomé su sugerencia y caminé hasta el patio trasero, Jill se quedó de pie al borde su sala, no se había movido, parecía estar pensando, ya a los pocos segundos, su madre se acercó, una vez más, me quede con la incógnita de que estaban hablando.

Al cabo de un rato, ella salió a su patio, se había cambiado y puesto una gorra un poco diferente a la de ayer, hoy particularmente, los rayos del Sol abundaban resultando en parte molesto.

No había dicho una palabra, ya que fue directo a contar las tejas nuevas que había, se percibía concentrada, pero su actitud parecía un poco más amena de lo común, por consecuencia, vi una oportunidad y me acerque.

—Supongo que subiré las tejas allá arriba no.

—Ahora resulta que les la mente de las chicas, que poético.

—Fue mas bien una pregunta—Musite confundido.

—Y así fue como la tome, como una pregunta, ahora hazme un favor y pásame esa cinta que tienes aun lado.

Me agaché un poco para tomar dicha cinta del suelo, acto seguido se la entregue, sin embargo, en ese preciso instante, nuestros dedos se cruzaron de manera inesperada, creí en un principio que había sido error mío por no haber calculado bien, no obstante, me entro la duda pues resultaba tan absurdo como hilarante.

—Dios... que torpe eres.—Aclimatada por haberse caído, cruzo sus brazos y espero a que yo la levantase.

—Sabes, empiezo a creer que te diviertes tratándome como a un tonto.

—¿Quién... yo? obvio que no León, realmente estoy muy consciente de tus habilidades y virtudes, me facilitan la vida.

Tomó la cinta y dio vuelta para medir algunos trozos de madera, me había quedado aun costado viendo cómo lo hacia, pero el correr de los segundos fue arduamente mal visto para mi, Jill refunfuñaba y maldecía cuando el grosor de la madera era deficiente, podía ver sus mechones de cabello poco a poco saliendo de su gorra a medida que ella misma, se estresaba de mas.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora