Capitulo 16

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2 días después

Después de creer que no volvería a saber de ella, Jill me mandó un mensaje pidiendo que continuará arreglando su auto, por supuesto dije que si, le prometí que lo haría al día siguiente a lo que la mujer no puso objeción.

Cuando llegué a su casa fue relativamente ameno la manera en que me recibió, a diferencia de la primera vez, en esta ocasión me ofreció un poco de agua de sandía antes de empezar, seguía siendo algo cortante conmigo pero creí que eso sería difícil de cambiar, ya era algo innato en ella.

Realmente no tuve problemas con su auto, seguí donde me quedé y ella no me molestó hasta pasar el rato.
Alrededor de las 4 de la tarde, Jill salió al patio trasero para aparentemente trabajar un poco en su jardín, creó que esa fachada de terreno baldío la había molestado, no es que se lo haya dicho, pero seguramente la molestó.
La observé detenidamente mientras cortaba el césped, parecía estar cómoda, su short rasgado y sus sandalias le daban ese aire casual que llamó rápidamente mi atención, no le importó traer puesta ropa desgastada en mi presencia.

Mas adelante, me di cuenta que le costaba encender la podadora, por lo cual me ofrecí a darle una mano antes que comenzará a maldecir.

—Sabes, a veces esas cosas necesitan un pequeño empujoncito para funcionar—Dije a medida que me acercaba.

Ella se giró y rió con sarcasmo—Así que el caballero hace su aparición cuando escucha a la damisela en peligro, que poético.

—Diablos mujer, yo solo intentaba ayudarte, no tienes porque ser tan orgullosa y altanera.

—Y tu cuando dejarás que haga las cosas yo sola, no necesito que me estés cuidando todo el tiempo.

—¿De que hablas?—Exclame algo irritado.

En ese instante, Jill soltó la podadora y se acercó a mi con cierta frustración en su rostro.

A continuación me miró con confianza y una pizca de arrogancia—Crees que no me doy cuenta...—Lentamente subió sus manos a mis hombros, y comenzó a sacudir de forma provocativa el polvo que había acumulado.

—Ouh, León... eres tan adorable, Podría dejarte todo en bandeja de plata y aún así, serías incapaz de darte cuenta.

—¿Darme cuenta de qué? ¿De que estás hablando?—Aparte sus manos y me alejé para seguir con lo que estaba haciendo, Jill sonrió, no sabía exactamente porque había hecho eso ahora que lo pienso, esa mujer cambia cada rato de estado emocional.

Tomé mis herramientas y volví a lo mío, Jill continúo parada en su lugar observándome, pude notarlo con el rabillo del ojo, eso duró algunos instantes, pero al final y tras unos largos minutos logró encender la podadora y evidentemente, no dudo en restregármelo en la cara.

...

Una hora más tarde, Jill ya se encontraba recortando los arbustos, había terminado de cortar su césped, podar el árbol y eliminar las raíces innecesarias, todo ese trabajo la había dejado bastante sucia, sobre todo en las manos y pies, su short ya se encontraba manchado de tierra sin mencionar su blusa que era todo menos limpia.

En muchas ocasiones mientras arreglaba su jardín, pude notar que necesitaba ayuda, y cuando ponía mi atención en ella, Jill se hacía la invencible y continuaba con lo suyo aunque le tomara más tiempo, sencillamente no quería mi ayuda.

No obstante, yo terminé de arreglar en auto antes de que llegaran las 6 de la tarde, dejé mi equipo en el suelo y me dirigí por una gran bocanada de agua, estaba sediento, pero mis pensamientos seguían en ella.
Jill jadeaba mientras levantaba las pesadas macetas de un lugar a otro, podía ver lo exhausta que se encontraba, pero seguía férrea en no aceptar mi ayuda.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora