Capitulo 20

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Cada minuto que pasaba, sentía la firme intención de decirle más y más sobre mí, Jill era testaruda, y podría pensar que no le interesaba mi vida, había sido muy puntual respecto a las pocas preguntas que hizo.

La mayoría se encontraban en un punto intermedio, era imposible dictaminar si ella tenía interés en mí, dado la vulgaridad con la que se expresaba, me hacía pensar que lo último que podría creer, era que ella simplemente deseaba platicar y nada mas.

Indudablemente mis ojos la veían como una mujer atractiva y agraciada, jamás negué eso, no obstante, esa presencia femenina me había hecho algo, mi mente y mi sentido común no iba de la mano con lo que yo creí que era León Kennedy.
Era entrañable pensar que esto podría ser algún tipo de atracción, ¿Sexual? no... al menos eso pienso, lo más cercano a esto fue con Ada, pero aquella atracción era diferente, un poco más casual y frívola, difícil de describir.

—¿Puedes ayudarme con estas vigas?—Expresó inclinada y algo irritada en medio de su tejado.

—Claro—Tomé la más cercana por un extremo y ella por la otra, mi lado se elevó más mientras la de Jill apenas se elevó arriba de su cintura.

—Llevemos la hasta la esquina—Sugerí, y al ver que ella no dijo nada, entendí que no tenía problema.

Camino a la esquina, la observé de manera sutil.
El ver cómo su nariz se arrugaba por el esfuerzo, y como sus labios se tensionaban era bastante inusual verlo en ella, siempre aparentaba ser una mujer de acero, por consecuencia, nada la lastimaría.

Al momento de soltar la viga, llevó sus manos hasta las rodillas, agitada y algo extenuada, más de lo normal, pidió con una voz que apenas escuché, que me acercarse.

Lo hice, extrañado y un tanto temeroso.
Pero justo cuando la distancia ya no era un problema, ella parece recobrar el aire y su sensatez.

—Olvídalo, estoy bien... volvamos al trabajo.

Sabía que algo había pasado, su reacción tan antinatural había sido sumamente extraña.
Se había dado vuelta pero veía como de reojo me observaba, disimule, pues... ¿Qué más podía hacer?

A partir de ese momento, nuestro momento a solas se había vuelto raro, por no decir incomodo, Jill se había dedicado a no decir ninguna palabra, se mostraba distraída y tarareaba el ritmo de una canción que no terminaba por entender.
Cuando le pasaba una teja, o ayudaba a mover otra viga, se aseguraba de estar cerca de mí, pero no demasiado, había visto ese detalle casi de inmediato.
El contraste con los primeros días era notorio, apenas se me acercaba, y si siquiera la rozaba de alguna manera, saltaba como fiera en contra mía.

Ahora manifestaba otra actitud, al menos está tarde, mi conversación quizás había hecho bien en la manera de como ve ahora.
Era irónico, no deseaba impresionarla, tampoco lucirme como a veces lo hacía, había sido yo mismo, y ella recibió el mensaje de manera inconsciente.

El ocaso de la tarde había llegado, todo el trabajo que hicimos tuvo su recompensa, ya que habíamos terminado.
Suspiré aliviado, mientras ella alzaba sus brazos con jubiló acercándose para darme un par de palmas a mi pecho.

—Lo hicimos campeón...

Su sonrisa tardará un tiempo en borrarse de mi mente, al igual que sus ojos, que por primera vez desde que la conozco, parecían fantasear conmigo.

—Ahora bajemos las herramientas y vayamos a comer algo, apuesto que mi madre nos debe estar preparando algo.

Fue así que ambos tomamos el equipo usado e iniciamos a colocarlos en el patio, hubiera sido un trabajo rápido, y así lo fue, pero ya casi al final, sucede lo impensable y atípico.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora