Capitulo 25

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Más de media hora conduciendo fue el tiempo que nos llevó llegar al bar que ella quería.
El lugar era agradable, ameno, había varias parejas disfrutando del ambiente, no había gente tan joven como yo esperaría, tal vez esa es la razón por la Jill lo había escogido.

Bebimos, o mejor dicho, ella bebió hasta saciarse, yo por otro lado me mantuve serenó, no bebí más que una botella de cerveza y fue suficiente, mi aliento era alcohólico pero estaba en todos mis sentidos. Por supuesto, era yo el que tendría la responsabilidad de conducir, por lo cual dependía de mi la integridad de los dos.

A decir verdad, creó que esa hora y media que pasamos en ese bar, fortaleció un poco la confianza que ella me tenía conmigo, quería formar un vinculo a su lado, estoy convencido, que le habría agradado lo suficiente para seguir repitiendo está velada una vez más, pero al final, Jill tendría la última palabra.

Eran alrededor de las 2 de la mañana cuando salimos del bar, ella estaba completamente ebria y expresaba un montón de incoherencias que sabe Dios de dónde las sacaba.
Se aferró a mi cuello con firmeza para no caerse en el suelo, a medida que la llevaba al auto.

Aún conservaba su cautivador perfume primaveral, y por la proximidad de ambos, pude observar algunos segundos su leve escote que, se escurrió de mí durante toda la noche.
Jill estaba demasiada desorientada para darse cuenta de ello.

Segundos más tarde, la deposité con cuidado en el asiento trasero, seguía despierta, pero divagaba en un montón de palabras durante todos esos minutos.

—León... e, espera, no, me abandones...

—Cálmate, sólo te estoy poniendo el cinturón.

—...

Aquella mujer refinada y llena de sensualidad se había desbordado, ahora estaba más confundida que nunca.

En un punto, ella se aferró a mi brazo de tal forma, que incluso parte de sus largas pero bonitas uñas en mi piel, grité levemente de dolor, seguramente dejaría marcas a la mañana siguiente, me había costado más esfuerzo del que creí quitarme de su agarré sin lastimarla.
Cuando por fin lo hice, me acomodé en el asiento del conductor para llevarla a su casa.

Me resultó extraño tener a Jill en el asiento trasero, balbuceaba y cantaba varias melodías bastante pegajosas, en algún momento adopte el ritmo de una canción que ella cantaba, resultó complicado concentrarme en el camino que tenía enfrente, parecía una faceta tan infantil como adorable, Jill me matará si le cuento todo lo que ha dicho.

...

Cuando el reloj marcó las 3 de la mañana, habíamos llegado a su casa. Me quité el cinturón y volví hacia ella con energía.
Jill sorprendentemente seguía despierta, desorientada, pero consciente.

—Ey... ¿Creí que ya estarías dormida para este punto del trayecto?—Dije con suavidad tocando delicadamente su rodilla.

—P, pues... ya ves que no.

Su frívola respuesta fue suficiente para dejarme en claro que debía llevarla a la cama, así me aseguraba de que no hiciera nada imprudente.

Salí del auto y abrí la puerta de su lado, Jill solo me siguió con la mirada, extenuada y tímidamente consciente.
Al momento en que me acerque e hice contacto físico con su cintura, ella de inmediato llevó ambas manos a mi brazo, deslizando cada uno de sus delgados dedos en mi piel, causando extraños estragos en mí.

—¿Pero que estás haciendo primor...?—Murmuro, siendo esto apenas ilegible—No deberías tomarte tantas molestias León, tampoco soy tan exigente como lo había dicho, solo quería probar que tantas agallas tienes... podemos hacerlo en el auto si te apetece, los asientos son cómodos, apuesto a que no rechinaran cuando esté encima de ti.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora