Capitulo 27

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—¡Jill! al fin llegaste, llevó ya un rato esperándote ¿Por qué tanta demora?

Enseguida observó directamente mis ojos, y respondió—Lo siento León, no fue a propósito, lo que pasa es que destrocé un depósito de basura que dañó mis neumáticos delanteros pero ...

Y fue en ese instante, que plantó firmemente su mirada en la otra presencia femenina que yacía a un lado mío.
Hasta ese momento, no se me había venido a la cabeza pensar como Jill se tomaría está escena, cualquiera podría pensar que soy el padre de esos niños, es decir, ambos eran ligeramente rubios y con los ojos de admiración del pequeño hacía mí, era más que suficiente para pensar que yo era su progenitor.

Jill abrió sutilmente sus labios, mientras tomaba con firmeza su bolso, siendo honesto, no quería saber que pasaba por su mente en aquel instante, pero su reacción no había sido tan natural como esperaría.

Rápidamente tragó saliva y se acercó a mí con timidez, para tomar mi hombro.

—León, no sabía que...te, tendrías compañía.

Su titubeó fue acompañado de un leve nerviosismo bastante evidente, tanto que sentía su mano rígida.

Pero casi de inmediato, la mujer se incorporó del asiento, para tomar de la mano a su hijos y decir:

—Oh que barbaridad, miren la hora, será mejor que nos vayamos a casa, se nos hace tarde, deben ver a su abuela...

—Pero mamá...

Literalmente había dejado a su hijos sin derecho a replica, dirigiéndose a mí—León fue un gusto conocerte, y si, muy probablemente necesite de tu ayuda en estos días, y...—Tomó una pausa e intercambio miradas con Jill, sabe Dios que tanto se habían dicho aquel  dúo de ojos azules, pero me encontraba en medio y temía por mi vida.

—Supongo... que te dejaré con tu amiga, nos vemos luego León, adiós.—Aquella despedida fue un poco insípida, creó que aquella mujer tenía un cierto interés en charlar, pero era claro que la presencia de Jill había causado estragos en los dos.

Gran parte de mí, fue incapaz de mantener los ojos abiertos, justamente había cerrado fuertemente mis párpados, no quería ver la reacción de Jill en esos momentos, pues aunque hubiera la posibilidad de que estuviera celosa, eso me causaba terror y un tanto de culpa.

Solo escuché a la otra mujer alejarse, cuando aproximadamente 1 minuto después, percibo a Jill sentarse aún lado mío en la banca, fue allí cuando abrí los ojos.
Miré primero al suelo, para después enfocarme en ella, en Jill, la cual había dejado su bolso en su regazo mientras mantenía una cabeza media baja, parecía pensativa, pero su semblante decía otra cosa.

—Tu amiga parece agradable...

Mi garganta perdió todo rastro de humedad, dificultándome responder.

—No la habías mencionado, ese... ese par de niños,—Diablos, espero que no crea que...—¿No tienen nada que ver contigo o sí?

—¿Qué? ¡No! Por supuesto que no, soy soltero Jill, no son mis hijos, perdona si te di esa impresión, el hecho de que hayan sido rubios bueno, tampoco ayudó.

—Tranquilo, entiendo, no te estoy acusando de nada.

Que alivio, por un segundo creí que ella había pensado lo peor.

—Y... ¿Desde a que hora estás aquí?

—Hace poco más de 2 horas, casi 3, llegué temprano, ya no tenía mucho que hacer en casa.

Jill asintió ligeramente ante mí respuesta, pero podía ver qué su mente estaba ocupada en otra parte
Seguimos en la banca un rato, hablando, habíamos aprovechado esos minutos para dialogar acerca de los cosas que no tuvimos oportunidad de conversar por teléfono, también, un poco de lo mucho que nos extrañamos, aunque no lo dijéramos de manera literal, pero a nuestro ver,  esa era la intención.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora