Capitulo 30

320 24 22
                                    

Era un rutinario viernes por la noche de octubre, Jill y yo fuimos a cenar a un agradable restaurante de mariscos, el ambiente era fantástico y la música aún mejor, ella se mostraba bastante alegré y atractiva como siempre.
Desde el momento en que llegamos, su frescura y viveza contagio a todos en el lugar, inclusive a mí. Creó que haberse cortado el cabello la hizo sentir mejor, más segura de si misma, además, que me gustaba el doble con ese cabello corto a la altura de su mentón.

Yo para ese entonces, no esperaba de forma impaciente aquel día en que Jill esté lista, simplemente sabía ser lo suficientemente coherente con lo que ella decida.

Tomamos algunas copas de más, si bien estaba en sus plenas facultades, era fácil notar que tenía exceso de alcohol en su organismo, yo estaba igual, pero era más difícil que la bebida me hiciera efecto tan rápido.

La invité a bailar, aunque mi ritmo no fuera el mejor y tampoco tuviera el mejor juego de pies de todos los hombres, hice el intento, estaba convencido que ella tomaría nota de ello.
La música era lenta, con un alto índice de fluidez pero al mismo de sutileza.
Era torpe y rígido al moverme, pero Jill me guiaba con su aguda y vibrante voz a mi oído, se reía cuando no daba el paso correcto, e incluso llegué a pisar sus pies un par de veces.
Sus hombros expuestos por el diseño de su blusa, eran tan suaves como bellos, creó que anotaría ese adjetivo para decírselo en el desayuno.

En medio de la pista, Jill apoyó suavemente su cabeza en mi hombro, a medida que el baile se hacía cada vez más y más lento, tomando la más mínima acción de rudeza y velocidad.
Era perfecto, así lo describí, no podía estar en un mejor lugar que esté.
Llevé mis manos a su cintura y la acaricié suavemente por algunos minutos, quería que mí lenguaje corporal fuera lo suficientemente evidentemente para que sepa que conmigo siempre podrá apoyar su cabeza.

Tras un largo suspiró, Jill se separó levemente de mi hombro y me observó con alegoría, sonriendo, sus ojos azules florecieron y al mismo, aclimataron mi alma al hacerlo.

—Esta es la velada más perfecta qué jamás he tenido en todo mi vida.

Quedé pasmado algunos segundos, siendo honesto, aquel lugar no era el más prestigioso, tampoco el más concurrido, era sencillo y casual, con buen ambiente pero altamente atrayente en el aspecto nostálgico, creó que esa fue al razón por la que a ella le encantó.

Enseguida acaricié su dulce mejilla, a la vez que intercambiaba mis ojos en sus labios y en su mirada.

—Aquí difiero contigo Jill...—Ella arrugó su visión bajando levemente sus hombros—Para mi todas las noches son únicas si tú estás a mi lado, no es lo mismo sin tí.

Le había dado al clavo con mi respuesta, y lo hizo notar cuando hundió sus labios con los míos un largo rato en medio de la pista.
Nos susurrábamos en ocasiones lo que más nos atraía uno del otro, y también, lo que queríamos hacer ambos en un futuro.

Jamás pasó por mi cabeza que está aventura durará más que estos meses junto a ella, pero me negaba a que terminara así como así, no quería alejarme, deseaba fervientemente seguir en su vida.

Más tarde aquella noche, deambulamos por la plaza hablando de mil y un cosas mientras todo a nuestro alrededor se desvanecía, solo éramos ella y yo, incluso temía por mí integridad, y no en el mal sentido de la palabra, la cuestión es que si por alguna razón, Jill faltará en mi vida, no tendría razones para estar vivo.

Creó que ella se había convertido en la mujer que había soñado, que había pedido en una oscura noche de invierno, para mí era perfecta, y su brillantes era lo que más sacaba a relucir ante mis ojos.

...

Mientras conducía para llevarla a su casa, Jill no dijo ninguna palabra en todo el camino, sus manos en su regazo era una clara señal de que estaba siendo atormentada por algo.
Pero también comprendía, que no le apetecía hablar cuando no adjuntaba algo al respecto.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora