Capitulo 29

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Con el pasar de los días hubo una  combinación perfecta entre felicidad y satisfacción.
No solo habíamos formalizado nuestra relación, sino también el hecho de poder manifestarlo sin ningún tipo de reparo, yo no tenía ningún inconveniente por supuesto.

Recuerdo que cuando la madre de Jill supo de la noticia, de inmediato fue a casa de su hija para darme la bienvenida a la familia, ¿Qué familia? me pregunté en ese instante, ésto no es un compromiso... por el momento.
De cualquier forma, su cena para festejar fue tan particular como sobresaliente, no estaba seguro si Jill tenía esa bendición culinaria, pero si era el caso, que dichoso era.

Parecía tener la bendición de su madre para que pudiera salir con su hija, por un segundo, me sentía quinceañero.
Me había dado cuenta que mi relación era un poco fuera de lo tradicional, apenas nos decíamos algo cariñoso, de hecho, era poco usual que ella tuviera la necesidad de que yo fuera meloso con ella, creó que está parte fue lo que intento decirme aquel día en el parque.

Si bien en ocasiones se acurrucaba junto a mí frente a su madre, mayormente su comportamiento era un poco sobrio respecto a ser cariñosa, ella tenía un manera muy particular de mostrar afecto.

Mientras nuestra relación avanzaba con el pasar de los días, más la conocía, incluso en aspectos que creí que no tenía o pensaba.
Por ejemplo; su amor por el béisbol, su extraña fascinación por los sándwiches, su hobbie por coleccionar figuras de cerámica y su inusual fobia a los conejos.
Esto último lo descubrí cuando fuimos a una reserva un fin de semana, nos separamos del grupo y deambulamos por los alrededores en busca de privacidad.
Naturalmente fiel a mi estilo, intenté guiarla asegurando de que había sido boy scout desde que comencé a usar pañales, por supuesto, ella se rió, incluso bromeó diciendo que sin su ayuda me perdía en los pasillos del supermercado.

«Válgame Dios...»

La cuestión es que cuando llegamos a un pequeño claro cerca de un río, Jill, la cual iba detrás de mí de forma impaciente y acalorada, yo veía el panorama con temor, debía ocultar mi preocupación porque no tenía la menor idea de dónde estábamos, había perdido el rumbo por completo, y de forma totalmente inesperada, mi brazo comienza a arder como si este hubiera sido arrojado a una llama ardiendo.

Grité y me queje para inmediatamente después, darme vuelta y ver al instante, a Jill incrustando su largas y peligrosas uñas color azul en mi extremidad, tanto así, que rasgó mi piel hasta que pude apreciar las marcas rojas de rasguños.

—¡Agh! ¡Jill! ¿Qué haces?

Ella no reaccionó a mi queja, tanto su visión como su cuerpo estaba temblando y parecía en un estado de shock que nunca había visto antes.

—León, León ¡Leóóón!

Me di la vuelta e intenté calmarla, pero ella estaba histérica y en un estado de adrenalina pura tan incontrolable que temí recibir más rasguños de su parte, ¿La razón? Fue descubierta cuando la tomé por ambos brazos, mientras con su temblorosa mirada apuntaba a unos metros de distancia, lo que parecía ser un conejo con crías a su lado.

Enseguida no entendía, creí que tal vez había visto mal, incluso miré de lado a lado incrédulo que fuera aquel conejo la razón de su extraño estado.

Pero Jill no paraba de gritar al aire—¡Mounstro!

—¡Abominación!

—¡Criatura de la oscuridad!

Por un momento pensé que ella tenía un ataque de pánico, y fue allí que la tomé por el mentón y pregunté directamente la razón de su miedo, de su impávido estado, ella me miró asustada, con su semblante apenas fijo y con sus labios temblando—E, el conejo... ¡el conejo de ahí!

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora