Capitulo 24

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A continuación, miré el plato con soltura y algo de interés, Jill se disponía a tomar la primera porción, y por consecuencia, yo tendría el derecho de preguntar lo que yo quisiera.

Con ayuda de un cubierto, tomó una pequeña porción pero antes de consumirla, sus ojos de posaron en mí, todo a nuestro alrededor se detuvo, solo éramos ella y yo.

—Adelante, puedes preguntar...

Sonreí maliciosamente, tenía la sartén por el mango.

—Bien...—Musite, bebiendo un poco de vino para humedecer mi boca—Comenzare con algo ligero, ¿Por qué decidiste entrar a mi auto ese día? Esa  facilidad, la confianza en como actuaste... me llevé una impresión diferente al principio, ¿Por qué?

Rápidamente la mujer comenzó a reír,  no recuerdo tener una nariz roja y cabello multicolor, pero a los escasos 2 segundos, se detuvo—No lo sé, creó que, como recuerdas ese día estaba lloviendo demasiado, mi tarjeta no había pasado y no tenía efectivo, y bueno, apareciste tú, ofreciendo llevarme sin cobrar... ¿Qué podía hacer ante esa situación? Además, desde que te ví, supe de inmediato que no eras un pervertido de primera, acosador y misógino en potencia, y no me equivoqué... mi instinto femenino salió a relucir.

¿Qué acaso debería sentirme orgulloso o tonto? Jill tenía una inusual manera de hacer cumplidos, por lo general te halagaba pero a su manera, utilizando antónimos como primera arma de acción para hablar... que mujer tan sofisticada.

Tras darle un bocado a su porción, ahora era mi turno, yo para terminar esto rápido, partí mi pedazo con brusquedad y lo lleve a la altura de mi boca, sin consumirlo por supuesto.

—Ahora es mi turno...—Exclamo ella sonriendo de forma extravagante, pero al mismo muy calmada.

Pasé saliva, porque no había tomado en cuenta que ella tenía el mismo derecho de preguntar lo que fuese, y si resultaba ser más astuta que yo, podría terminar mal este juego.

—Veamos, que deseó preguntar... Oh, sí, ya sé ¿Por qué no te fuiste cuando empecé a tratarte mal al principio? creí que te irías, no todos los hombres soportan tanto suplicio, ¿Qué acaso eres masoquista?

Apreté mi mandíbula en vergüenza y un poco de pena, debía responder, no estaba molesto por la pregunta, de hecho estaba más cautivado por la misma.

—Si te soy sincero, creó que... solo quise hacerlo, quería ayudarte, eso es lo que hago, ayudar a la gente.

En un acto reprochable, Jill comenzó a reír pero está vez, en un tono de burla, ahora entendía porque de 50 pretendientes que tenía, solos 3 llegaban lejos con ella.

—Por favor León, los hombres como tú no hacen esas cosas sin pedir nada cambio, no eres un pan de Dios, te apuesto que si no estuviera aquí contigo, intentarías ligarte a aquella rubia de la esquina, o... que tal la castaña chinita que está a unos metros de ti, lo ves... No me molestará en lo absoluto que veas a otras mujeres, es normal, yo veo a muchos hombres, incluso me gustó el que nos atendió antes de entrar, era lindo.

Atónito por lo comentado, rasqué mi cabeza en una clara señal de disgustó, tanto por el hecho de que piense que soy mujeriego y también, porque le gustó el sujeto de la entrada, que desfachatez.

—Ahí tienes mi respuesta, ahora es mi turno—Bruscamente ingerí el postre, era asquerosamente delicioso, pero no era suficiente para repeler mi molestia.

Jill bajó su cabeza de arriba a bajo asintiendo, la mujer entendió que a partir de ahora, así serían las respuestas, escuetas y sin mucho detallé, si alguno de los dos podía excavar de más, debía seleccionar una pregunta adecuada.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora