Capitulo 14

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Desbordado por la nubosidad del cielo, apresuré mi marcha y tras casi media hora conduciendo, pude llegar exactamente en la dirección donde había dejado a Jill la última vez que la ví.

Desde la distancia y con la luz del día a su máximo esplendor, me percaté de lo bonita que era su casa.
Tenía un jardín algo descuidado, un árbol enorme cerca de su garaje, hojas esparcidas por todo el césped pero más allá de esos detalles, su jardín tenía tanto potencial como el de la casa blanca.
Estacioné mi auto justo delante de la acera, desabrochó el cinturón y giro rápidamente para ver si es que ella ya me estaba esperando afuera, mala suerte para mí, no era el caso.

Salí del coche directo a mi compartimiento para sacar la herramienta, había sol, pero no exactamente un día soleado, sobre todo por la gran humedad y una sensación de bochorno bastante fuerte.
Seque mi sudor al intentar sacar todas las herramientas del auto, ahí mismo, me pregunté, ¿Por qué rayos hacía esto? No era que Jill fuera mi persona favorita, y tampoco me pagaría, pero en cada ocasión que refutaba ayudarle, venía a mi mente su imagen de aquella mañana en la cafetería.

Pasaba saliva cada que pensaba en su figura, y lo atractiva que se veía ese día, inclusive un temor infundado se apoderaba de mí, al creer que solo hacia esto porque la consideraba linda y hermosa, dejando aún lado su tan déspota personalidad.

«¿Dónde diablos me vine a meter?»

Dejé caer la herramienta al suelo y medite por última vez si haría esto, bien podría volver a subir todo e irme y jamás volverla a ver, muy probablemente ella jamás vuelva a buscarme y dará vuelta a la página sin ningún reproche al asunto.

Pero la tentación de estar solo con ella, y que tal vez, consiga algo a mi favor era más grande que cualquier sentimiento.
Sobre todo con lo que pasó con Claire el día anterior, «Aah... No quiero ni recordarlo»

Avancé cargando dicha herramienta hasta su puerta, pero para mí mala suerte, había pisado un chicle en alguna parte del camino, fue sumamente incómodo y antes de tocar a su puerta, tomé un roca e intenté despegarlo antes de llamarla, pero todo fue un intento, ya que precisamente en ese instante, la puerta de la entrada se abre de forma repentina y de ahí se asoma la presencia de Jill.

Tiré la roca y me puse de pie sacudiendo en parte el polvo que había acumulado al pasar por su jardín.
Ella me miró de arriba a bajo, hasta detenerse en mis zapatos.

—Ni se te ocurra entrar a mi casa con esa goma de mascar pegada en tu suela, o la quitas, o andarás descalzo.

Acto seguido movió su cabeza en señal que la siguiera, me precipité, pero no pude quitar el mugroso chicle de mi zapato, por lo cual no me quedo de otra más que quitármelos y entrar sin zapatos.

El suelo era frío, pero suave al mismo tiempo, aunque eso fue lo menos que llamó mi atención al entrar, ya que el aroma al alcohol fue lo primero que mis fosas nasales notaron.
Había ropa regada en el sofá y muchos botes de helado en su comedor, un sutil aroma a durazno me invadió al pasar de la cocina a su sala, pero que terminó al momento en que ella desapareció de mi vista.

—¿Jill...?

Dije su nombre al ver que me había abandonado sin razón aparente, pero en cuestión de segundos, escuchó un par de pasos detrás de mí, a lo cual doy vuelta y logró observarla como llevaba una blusa a mitad de su abdomen.

—¡Diablos!

—¡Waw! Lo lamento, no quería ver...

—Cálmate—Dijo de inmediato, al ver cómo daba vuelta apartando mi vista de su figura—No tengo nada que no hayas visto en otra mujer...

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora