Capitulo 18

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He estado reflexionando mucho sobre Jill, mis adentros laten por saber que ella se acuerda de mí incluso desde la distancia, ojalá yo sea punto central de su mente, quisiera saber, que está pensando en mi antes de irse a dormir.

Al día siguiente, esperaba impaciente poder terminar de reparar el techo de su casa, sonaba irónico, pero sentía la incesante necesidad de regresar a ese lugar, esperé como un maníaco toda la mañana para volver a verla, a pesar de que sigue siendo algo cortante conmigo, me daba la sensación que su hostilidad a ido disminuyendo gradualmente, tal vez le agrado un poco más.

En esta ocasión, hagó sonar el timbre en lugar de tocar, su casa estaba bastante tranquila, generalmente tenía ruido de la televisión, pero en esta ocasión se encontraba en silencio, lo único que podía oírse eran la aves y el pasar de los autos justo detrás.
Al no recibir respuesta, replique la acción dos y hasta tres veces, para que a los pocos segundos, la puerta se abriera y de ella, saliera una persona completamente ajena a mi ojiazul favorita.

Me sobresalte un poco, yo esperaba a Jill.

—¿Si? ¿Qué se le ofrece?—Dijo, una mujer algo mayor con cabello parcialmente blanco y una expresión un poco arruga.

Abrí mi boca en un intento de responder, pero había sido tal sorpresa, que fui incapaz de hablar de forma inmediata.

—Bu, busco a la señorita Jill, ¿Acaso, me equivoqué de casa?

Rápidamente me giro para ver a mi alrededor, pensando quizás, que me había equivocado de morada, sonaba loco, pero andaba muy distraído últimamente.
Rasqué mi cabeza, cuando me enteré que no fue así.

—Oh ya veo, usted busca a mi hija...—A continuación, la mujer apunto su mirada en mi rostro, intentando reconocerme de algún lado—¿Tu... debes ser su?

—Conocido—Añadí.

Ella levantó las cejas asimilando mi respuesta—¿León verdad?

—Si, ¿Cómo... lo sabe?

De inmediato, tocó su boca apenada por lo que había comentado—Mi hija ya me había hablado de tí varias veces, aunque... puede ser que te haya confundido.

«Lo dudo» Pensé

—En realidad le estoy dando una mano con su tejado, hoy debíamos acabar, pero...

—¿Está en casa?

Ella negó levemente antes de responder—Salió hace una hora, dijo que necesitaba varias cosas para la cena.

«¿La cena? Creí que ella no cocinaba»

—Es extraño—Continuo—Mi hija no me dijo que tendría visitas el día de doy.

—Tal vez lo olvido—Agregué.

—Si probablemente, pero, Jill no suele olvidar cosas como estás...

—Quizás lo mencionó y yo no escuché, en fin... ¿Qué haces haya fuera muchacho? entra, vamos, pasa.

Agradecí la amabilidad y gentileza de la mujer, virtud que, por supuesto, su hija no tenía o al menos no manifestaba conmigo.
Me ofreció algo de beber y un poco de piña picada, también, sugirió a qué me sentase y pusiera cómodo para esperar a Jill.
Vaya confianza que tenía la mujer, me preguntó ¿Por qué su hija no es así?

Al cabo de unos minutos, se sentó conmigo en la sala, llevando consigo unas cuantas galletas que cortésmente me ofreció.

Tomé unas cuantas a tiempo que ella daba comienzo a una tibia conversación.

La elección de LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora