45. HEBRAS

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Hay mucho frío en esta zona del país y me está costando un poco acostumbrar mi cuerpo a ello. Cruzo los brazos con el fin de poder generar un poco más de calor corporal y noto que ninguno de los otros parece importarle.

Me enderezo sobre la silla en cuanto la dueña de la casa aparece desde la cocina con una bandeja de bebidas que deposita sobre la mesa del comedor.

—Sírvanse, están en su casa —dice con amabilidad y se limpia las manos en la falda. Evito mirar a Julian cuando me tiende uno de los vasos puesto que están mucho más cerca de él. Sé que no está convencido de que estemos aquí; sin embargo, no tenemos muchas opciones para elegir. O nos quedamos aquí y mañana vamos hacia el punto de reunión para poder encontrarnos con los demás o bien, regresamos al cuartel. Ninguna de las dos opciones suena muy prometedora, pero la idea de regresar a las instalaciones de la resistencia y dejar a los demás desprotegidos y a la intemperie con quién sea que nos haya querido asesinar, es horrible.

He estado pensando que...

No, no puede ser.

—Pruébalo antes de que se caliente —me susurra Chad. No comprendo a lo que se refiere hasta que señala con la barbilla al vaso entre mis manos—: Es té de naranja, la tía de Rosette lo prepara como nadie.

Miro el líquido y lo remuevo un poco antes de tomar un sorbo. La acidez de la naranja me escuece la lengua, pero el dulzor de la miel de inmediato lo recompensa. Bebo un poco más y, cuando me doy cuenta, el vaso está casi vacío. No recuerdo cuándo fue la última vez que comí, así que el té sabe a gloria.

No obstante, de inmediato siento un escalofrío. No debí tomármelo tan rápido, no con este frío.

Un par de segundos después, alguien deposita una bandeja con Sándwiches en la mesa.

—Te recomiendo los de aguacate —dice Rosette antes de dar media vuelta. Todos permanecemos en silencio mientras comemos.

Cuando terminamos, le pregunto a Chad:

—¿Cómo es que conoces este lugar?

—Bueno... Luiza es tía de Rosette. Yo viví aquí con ellas al menos por un año y medio, más o menos —Eleva un hombro, restándole importancia.

—Se siente extraño.

—¿Qué cosa?

—Estar tan cerca de la capital.

Chad guarda silencio por un par de segundos.

—No quieres imaginarte cómo es estar adentro.

Giro un poco para verlo y noto que solo quedamos nosotros en la mesa. ¿A dónde ha ido Julian?

—¿Conoces la capital?

Chad asiente.

—Digamos que... he estado ahí un par de veces.

Algo parece encenderse dentro de mí cabeza.

—¿Sabes dónde...? —hago una pausa, dudosa y, a continuación, procedo a explicarle sobre los niños desaparecidos. Le cuento sobre Dan, su madre y su hermana perdida, también menciono por encima lo que Arik me dijo.

Chad parece pensarlo por un segundo.

—No, pero... podríamos averiguarlo. Esta noche.

Contraigo las cejas, confundida e intrigada.

—¿Cómo?

Él mira alrededor durante un segundo, como si se asegurara de que no haya nadie alrededor.

PERDIDA EN TINTA ROJA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora