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La silla de metal chilla a causa de la fricción creada contra el suelo. La cafetera pita, anunciando que ha finalizado su trabajo y el café comienza a caer sobre el vaso de cartón que la mujer sostiene en su mano. El aroma impregna la pequeña estancia de descanso donde el ronquido de uno de los jóvenes aprendices no hace más que aumentar su inquietud.

Se distrae, observando la mosca que se coló por el ducto de ventilación posarse sobre la frente del chico para luego deslizarse hasta la punta de su nariz. Luego, al ardor del líquido caliente que baña su mano la hace reaccionar, pegando un brinco hacia atrás para evitar marchar su pulcra bata de laboratorio con su nombre bordado.

Con un puño de servilletas limpia el desastre y suelta una maldición que ahoga los ronquidos del chico. Una vez limpio el espacio, sostiene en alto al vaso y se lo lleva a los labios para dar un pequeño sorbo. El borde de este queda marcado por su lápiz labial rojo carmesí que suele usar a diario para el trabajo.

El ruidito de la manecilla del reloj le indica que ha pasado otra media hora.

«Falta poco» Se dice a sí misma, murmurando.

Se termina el resto del café con lentitud, saboreando cada trago como si fuera el último. Evadiendo la agonía de la espera y disfrutando por primera vez en mucho tiempo de la calidez sobre sus palmas.

Una de las encargadas de los bocadillos le ofrece un par de Muffins de arándano de los cuales difiere amablemente. No puede comer, no ahora, no cuando el momento está a la vuelta de la esquina.

«Ya casi».

El chico se despierta con un ronquido sordo, entreabre los ojos y se limpia la saliva de la barbilla con el dorso de su mano. Ella se encuentra a punto de darle un sermón porque este no es un lugar en el que se pueda dormir. No, es un lugar para crear; no obstante, dos toques en el umbral de la puerta semiabierta acaparan su atención.

Un hombre vestido de militar y otro con un traje quirúrgico levantan la barbilla hacia ella.

—Ya está aquí.

Tres simples palabras que pueden derrumbar los muros.

Hace un gesto de asentimiento hacia ellos y sonríe con malicia.

«Es hora».

PERDIDA EN TINTA ROJA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora