29. CALIDEZ

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Despierto tres días después.

No es que haya contado el tiempo, tampoco lo sé de inmediato, tan solo analizo las pocas imágenes que aparecen en mi mente al abrir los ojos y deduzco que ese es el tiempo que transcurrió entre el accidente con el edificio y ahora.

Da igual, de todas formas, puedo estar equivocada.

Algo frío cae por mi frente, rueda por mi mejilla y se pierde en mi cuello. Entonces, el calor comienza a envolverme y de pronto me siento mareada. Escucho un ligero zumbido cerca de mí y eso es lo que me hace despertarme por completo. Estoy sola y no estoy en la habitación que me asignaron cuando llegué aquí.

Parpadeo para ajustar mi vista a la luz y procedo a incorporarme con lentitud. Al instante siento un dolor punzante a un costado de mi abdomen y en un lado de mi cuello. Llevo una mano al costado de mi cuerpo como si de esa manera el dolor disminuyera. Estoy completamente bañada en sudor, la ropa de pijama que llevo puesta se me pega a la piel sofocándome aún más.

«¿Se habrá caído el edificio? ¿Habrá algún herido? ¿Cómo estarán Julia y Dan?»

Trato de hacer memoria en cuanto me siento más estabilizada, la cabeza sigue palpitándome; sin embargo, me obligo rebobinar hasta el último recuerdo que tengo del accidente.

La niña, Dan, el edificio derrumbándose, los ojos de Julian...

Me quito el cabello que tengo pegado a la frente. Necesito saber qué ocurrió, necesito saber que todos están bien, pero no quiero levantarme de forma brusca porque mis piernas están entumecidas, así que espero un par de minutos más antes de intentarlo. Al hacerlo, siento que pierdo el equilibrio, por lo que me siento de nuevo.

Pasa un rato antes de que alguien aparezca por la puerta.

—Oh... —Linna se queda a medio camino con una bandeja de comida en las manos, sorprendida—: ¡Estás despierta! Te he traido esto por si lo estabas, pero no tenía la certeza, el doctor Drew dijo que podías abrir los ojos en cualquier momento, pero... —Deja la bandeja sobre la pequeña mesa al fondo de la habitación, luego camina hacia mí.

—¿Qué pasó? —suelto de golpe sin esperar a que ella diga algo más.

Linna mira sus manos apoyadas sobre sus rodillas.

—El edificio se derrumbó —suelta. Abro mucho los ojos al escucharla al tiempo que reprimo un chillido—: Pero no como se creía... —se apresura a decir—: El edificio del lado logró contener parte de la estructura. No hubo daños mayores, se logró apagar el fuego.

Suelto el aire reprimido.

—El niño y su madre están bien... A ambos tuvieron que pasar dos noches en el ala médica bajo observación. Él dice que su recuperación ha sido rápida... No me mires así, Kallum me lo contó, en realidad... —Dejo de escucharla de repente.

—¿Cuánto tiempo...?

—Estuviste inconsciente por casi siete días, Perla —explica como si me estuviera contando un cuento de ficción—. Una barra de metal te golpeo en la cabeza y te causó una contusión fuerte. Te agarraron seis puntos justo ahí —Señala con su dedo un costado de mi cabeza. Por inercia llevo una mano hasta ahí solo para sentir una venda cubriendo la zona.

—Hay otra cosa... —Desvía la mirada mientras presiona las palmas de su mano entre ellas. Luce nerviosa—. Todos se han enterado de lo que hiciste y... —habla con tanto misterio que me pone los nervios de punta.

—Y...

—Mi padre quiere verte, al igual que el comité de seguridad —habla con mucha seriedad, más de la que creí escucharla hablar alguna vez.

De inmediato, siento como todo el color abandona mi cara. No hace falta que diga más para saber lo que eso significa.

«Maldita sea».

Sé perfectamente que quebranté las reglas; debí quedarme junto con el resto de las personas en el refugio. No me arrepiento de haber ayudado a ese pequeño niño ni a su madre, pero tal parece que cada vez que intento hacer algo por alguien, al final la perjudicada termino siendo yo.

Ahora mismo, mi cabeza es un torbellino de pensamientos. Tengo que tener cuidado si no quiero tener otro ataque de pánico. Aún no entiendo cómo es que en una situación como la de ayer mi cerebro reacciona buscando soluciones; sin embargo, cuando estoy sola, me vuelvo presa de mí misma. Del único lugar en el mundo del que no puedo escapar. Por un lado, temo que me echen de aquí, aunque lo entendería, este lugar es la única salida que tengo, la única forma en la que podría llegar a dar con el paradero de mi hermano, pero por el otro, me iría sabiendo que lo que hice no estuvo mal. Por más que los ojos de las reglas lo estuviera; ayudé a salvar una pequeña familia.

No tengo corazón para haber dejado solo a Dan, viendo que edificio en el que se encontraba su madre caía ante sus ojos.

Nadie debería pasar por algo así.

Una gota de agua salada me resbala por el costado del ojo izquierdo, pero la limpio con rapidez antes de hablar.

—Terminemos con esto.

—Perla, tienes que descansar. Son casi las once de la noche y pasaste días inconsciente. Lo demás puede esperar, no es necesario que vayas ahora mismo.

—Pero... —voy a replicar al tiempo que Linna niega con la cabeza.

—Tienes que comer algo. Lo más probable es que el doctor Drew venga a revisarte dentro de un rato —Se levanta para tomar la bandeja y la coloca sobre mis piernas antes de siquiera darme cuenta—. Te traje algunas frutas y un poco de leche.

—Gracias, Linna.

—Me quedaré contigo un rato.

No logré comer más que una manzana y tomar medio vaso de leche porque sentía que se me revolvía el estómago con cada bocado. Cuando el doctor llega. se encarga de revisar y limpiar las heridas y procede a quitarme la aguja que no había notado que tenía clavada en el brazo para los medicamentos. En su lugar, me da un par de pastillas. Si la herida cicatriza sin ningún problema me quitará los puntos dentro de diez días.

—Debes descansar por un par de días más —musita mientras cambia la venda de la herida—. Si te sientes mareada o sientes que pierdes el equilibrio de nuevo, avísame de inmediato.

No puedo evitar preguntarle por Dan y su madre. Tampoco puedo quedarme tranquila hasta que me asegura de que ambos están bien. Por una parte, me siento aliviada, pero mi parte egoísta no deja de brincar dentro de mí diciendo que debí quedarme dentro de las instalaciones y acatar las reglas.

Alrededor de la medianoche, ambos se van para que pueda descansar. Linna insiste en quedarse a dormir en el catre del frente, pero le digo que no es necesario, que estaré bien. Así que se marcha con un poco de recelo, prometiéndome que volverá mañana por la mañana.

No me duermo de inmediato. Las imágenes de los días previos revolotean como alas de mariposa a mi alrededor y me cuesta mucho trabajo quedarme dormida, pero cuando lo hago, caigo rendida.

...

El sonido de la puerta al ser cerrada me despierta; no obstante, no abro los ojos. Estoy de frente a la pared, de espalda a la puerta. Me costó mucho encontrar una posición cómoda como para querer moverme y repetir el proceso. No me preocupo porque sé que es Linna, no pareció quedar muy convencida de dejarme sola.

No tengo que luchar mucho para quedar bajo las garras del sueño, pero no me pasa desapercibida la extraña calidez que me embarga. Escucho una frase que suena lejana y a la vez, muy cerca, pero tengo mucho sueño, así que apenas la percibo como un murmullo inaudible antes de caer de nuevo en el limbo de la inconsciencia.


PERDIDA EN TINTA ROJA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora