5. SUTURA

354 45 10
                                    

¿Crees que Julian es peligroso?

...

Julian Brock está despierto.

No me pasa desapercibio el sarcasmo en su comentario, pero lo ignoro solo porque la impresión de verlo despierto acaba de ahogar cualquier otra cosa a mi alrededor. Lo miro sin atreverme a mover ni un solo músculo.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —pregunta un momento después. El tono sarcástico ha desaparecido por completo de su voz y ahora tan solo ha quedado uno cansado.

—Te encontré ayer al mediodía —respondo al cabo de un par de segundos, doy un paso atrás y dejo el sobre sobre la cajonera.

De refilón, noto como sus ojos siguen mis movimientos, pero no dice nada al respecto de la carta. Transcurren un par de segundos de silencio, segundos en lo que no puedo evitar fijarme como los rayos de sol se proyectan sobre su torso desprovisto de ropa debido a la herida. Camino hacia la ventana y acomodo la tela de las cortinas entre las rendijas de las tablas de madera que cubren casi todo el agujero.

Cuando lo miro de nuevo, tiene los ojos cerrados y está tan tranquilo que temo que se haya vuelto a desmayar lo que me indicaría que la herida no va tan bien como pensaba. Comienzo a jugar con el anillo de bodas de mi madre de forma inconsciente, si mal no recuerdo, en su credencial dice que tiene veintiún años, pero las facciones de su rostro son tan duras que lo hacen ver mayor de lo que al parecer es.

Doy un par de pasos dubitativa hacia un costado de la cama y justo entonces él abre los ojos y gira la cabeza con rapidez en mi dirección. Intento no mirarlo mientras camino hacia el soporte improvisado para el suero que hice con un perchero. Compruebo que el suero continúe bajando bien y que los tubos no se hayan desprendido. En cuanto termino, me alejo de golpe y noto como Julian se lleva una mano hacia el costado del cuerpo donde tiene la herida.

—¿Te duele? —pregunto y me aclaro la garganta.

«Claro que le duele, idiota».

Para mi sorpresa, niega con lentitud.

—Solo molesta.

—Quizá en un rato si te duela —Camino hacia la cajonera y abro el segundo cajón para buscar unas pastillas para el dolor—. Toma esto en cuanto empiece a dolerte —digo, acercándome de nuevo a la cama. Dejo las pastillas en la mesa de noche a un lado de la cama junto con un vaso de agua—: Si comienza a doler mucho, llámame.

—¿Cómo te llamas? —Me quedo paralizada a medio camino de retomar mi antigua posición como si lo que acaba de decir fuera algo de otro mundo. No sé si confío lo suficiente en él como para decirle mi nombre.

Lo pienso dos veces, me siento tentada a inventar uno, pero ahora mismo incluso mentir supone agregarle otros kilos al peso que ya tengo sobre los hombros.

—Mi nombre es Perla —susurro.

—Me llamo Julian.

Quisiera decirle que ya sé su nombre, pero no lo hago por precaución, así que me limito a asentir en respuesta. Doy media vuelta y camino hacia la puerta.

—Perla —Me detengo del golpe al escucharlo.

—¿Si? —pregunto sin voltearme, con la perilla de la puerta en la mano.

—Gracias.

«Di algo».

Pero no puedo.

Por alguna razón las palabras no salen de mí, estoy tan acostumbrada a cuidar de Callum y de mí misma que, se siente extraño escuchar eso de alguien más.

PERDIDA EN TINTA ROJA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora