Mi primer instinto es dar un paso atrás y, por inercia, me llevo la mano hacia la cinturilla de mis pantalones, al lugar donde tengo el arma, pero en cuando distingo la voz, mi brazo se relaja un poco; es imposible confundir esa voz.
—¿Chad? —El nombre se escucha extraño de mis labios, casi como un chillido.
—Demonios, Perla —pronuncia casi en un susurro y antes de que pueda procesar del todo lo que ocurre, baja las escaleras y se detiene frente a mí, mirándome como si fuera un fantasma. No puedo culparlo, es probable que yo lo esté mirando de la misma forma. Cuando me doy cuenta, tengo sus brazos alrededor de mí y no puedo evitar abrazarlo de vuelta con más fuerza de la que pretendo.
Nunca creí que volvería a verlo.
—Yo... —Me separo de él, pero no me alejo por completo—: ¿Qué haces aquí?
—¿Tu qué haces aquí? Creí que los vigilantes te habían atrapado —Ladea un poco la cabeza, gesto que le permite a su cabello caer un poco sobre su frente.
Su cabello rubio luce mucho más oscuro de lo que recuerdo, quizás es por el hecho de que trae puesto un gorro de lana. Sus cejas son tan gruesas que abarcan hasta casi la mitad de su zona T y sus ojos cafés, al contrario que con el cabello, me parecen más claros que antes.
Yo niego.
—En realidad... —guardo silencio abruptamente y miro hacia él. No sé si debo decirle que ahora pertenezco al Escuadrón de Justicia—: Él es Julian, es...
—Julian Brock —Extiende su mano.
—Chad Iris —Ambos se estrechan la mano en un apretón que solo dura un segundo—. Ellos son Rosette y Isaac —Señala a cada uno en cuanto se reúnen detrás de él. Rosette enarca una ceja hacia mí, no sé qué significa el gesto, pero opto por ignorarlo, en su lugar, me dirijo de nuevo a Chad.
—¿Qué hacen aquí? —pregunto entonces, confundida. ¿Habrán visto la explosión?
—La explosión daño nuestra radio, solo intentamos comunicarnos con los demás —responde Rosette, confirmando mis sospechas.
—¿Hay otros? —pregunta Julian.
—Sí —respondo yo—: Entonces... ¿Estaban cerca de la explosión?
—Como a unos... —Isaac parece pensarlo—: Dos kilómetros.
—¿Ustedes qué hacen aquí? —pregunta Chad directamente a mí.
—Es confidencial—dice Julian.
Chad separa sus labios formando una o mientas silba y voltea a verlo durante un segundo antes de mirarme de regreso.
—Después de todo, sigues guardando secretos—susurra cerca de mí.
—Es un don.
—¿Confidencial? —pregunta Rosette, sonando sarcástica—. Voy a tomarlo como que están detrás de algo clandestino, sin ofender —Chasquea la lengua y me da un rápido vistazo. Julian también me mira sin comprender de donde nos conocemos.
—No es tu problema —le espeta—: Además, no creo que lo de ustedes sea muy diferente.
—Ya, ya —Eleva los brazos en señal de inocencia.
—En realidad —comienzo a decir—. Necesitamos encontrar una manera de comunicarnos con nuestros compañeros porque estamos varados aquí —menciono al tiempo que siento la mirada de Julian sobre mí. Le dedico una mirada para asegurarle de que está bien, que no son peligrosos.
Al menos, no con nosotros.
—Pues puedes ir buscando en otro lado porque aquí nada sirve —comenta Isaac.
Sus palabras me caen sobre mi como un balde de agua fría. No podemos esperar mucho más, lo más probable es que el resto del grupo se haya marchado a la capital porque son las reglas que debían seguir.
De pronto, caigo en cuenta de algo.
—¿Ustedes se dirigen hacia la capital?
—Sí —responde Chad.
—Nosotros igual
—Pero, ¡vaya casualidad! —dice Chad, parece emocionado—. Pueden ir con nosotros, solo estamos los tres.
—Chad, ¿podemos hablar un minuto? —le dice Rosette halándolo del brazo y llevándoselo a una esquina bastante apartada de nosotros. Julian también parece querer decir algo porque imita su acción y tira de mi brazo.
—Perla, ¿qué carajos? —Sacude la cabeza—. No podemos confiar de manera tan ciega en ellos.
—Cálmate —Suelto mi brazo de su agarre—. No son personas malas ni gente del gobierno, los conozco o bueno al menos a Chad —bajo la voz—. La mujer me salvó una vez, un vigilante estuvo a punto de dispararme y ella lo mató.
—Si bueno, parece que tú y el rubiecito se conocen bastante bien —murmura entre dientes—: No deberías confiar tanto en gente que apenas conoces.
—No soy idiota, claro que no lo hago. Chad me acompañó hasta el lugar en el que el Escuadrón me encontró —digo con aspereza—. Es más fácil ir hasta la ciudad y llegar hasta el punto de encuentro que esperar a que vengan por nosotros. Ese fue el acuerdo, ¿no?
Se queda en silencio, pensativo, para luego señalar con la barbilla sobre mi hombro.
—¿Y crees que nos llevaran? —pregunta. Guardo silencio y me volteo hacia ellos. Los tres nos miran mientras se acercan a nosotros.
—Muy bien, los llevaremos, pero con una condición —dice Rosette y levanta el dedo índice. Julian y yo nos damos una rápida mirada antes de mirarla de nuevo a ella.
—¿Si?
—Queremos saber que van a hacer en la capital —dice con firmeza.
—Bueno ellos —agrega Chad—. No yo —Alza las manos en señal de inocencia.
—Perla... —comienza Julian—: No podemos hacer eso.
—¿Tienes alguna mejor idea? —murmuro—. Porque jamás llegaremos a tiempo sin un auto y el resto del grupo sabía lo que tenía que hacer.
—¿Es un trato? —Rosette extiende su mano.
Julian la observa vacilante y me parece que transcurren horas antes de que Julian por fin estreche su mano aún con desconfianza en un toque rápido que se va conforme vino. No voy a mentir, yo tampoco estoy muy conforme con la idea, pero dada la circunstancia no parece tan descabellada después de todo.
—Entonces... —habla Chad y por alguna razón sonríe—: ¿Nos vamos?
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PERDIDA EN TINTA ROJA ✓
Ciencia FicciónVENINT I La regla principal para sobrevivir en Venint es huir. Esconderse de los monstruos que viven en las montañas es crucial; sin embargo, cuando sus padres mueren y el gobierno recluta a su hermano pequeño, Perla no solo deberá emprender un peli...