No me falta mucho por recorrer, pero si un tramo considerable como para querer tirarme del cabello y llorar como una niña chiquita, porque estoy tan agotada que mi cabeza ha comenzado a hacer de las suyas.
No he dormido bien, por no decir que no he dormido en lo absoluto. Gracias al cielo, no me han faltado alimentos ni agua, pero mi reserva se gasolina está a punto de acabarse y no creo ser capaz de conseguir combustible por aquí.
Estoy entrando a un pequeño pueblo que según sé, fue desalojado por un bombardeo hace tiempo; sin embargo, me preocupa que todavía esté habitado porque no quiero que nadie se dé cuenta de que tengo un auto que funciona. Durante todo el trayecto solo he viajado por caminos fantasmas que a duras penas las personas conocen y por los que sé que los vigilantes ni siquiera se molestarían en rondar. Pero ahora no me ha quedado más remedio que adentrarme en este pueblo porque es el camino más rápido y no estoy como para darme el lujo de desviarme.
Otra cosa, estos pueblos suelen tener cámaras de vigilancia al igual que en la ciudad. Así que debo estar muy alerta y con dos ojos en la espalda.
Miro el indicador de combustible en cuanto comienzo a escuchar un extraño ruido.
«No... no... no...»
El auto se apaga minutos después, dejándome tirada a orillas de la carretera. Presiono las manos contra el volante hasta que los nudillos que tornan blancos y suelto el aire. Cualquier rastro de tristeza desaparece, ahora estoy enojada y quiero gritar.
Abro la puerta del conductor y la tiro con fuerza para cerrarla, porque no puedo evitar el impulso. Me apoyo de espaldas contra esta y cierro los ojos para calmarme.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinc...
Parpadeo para mirar al frente. El enojo no ha disminuido ni un poco. Hecho un vistazo rápido solo para intentar tomar control de la situación. Hay un par tiendas cruzando la calle donde quizá encuentre algo que me sirva. Compruebo que cargo el arma y miro hacia los faros de luz en busca de cámaras. Veo una justo en el que está frente a mí, no sé si funciona, pero no puedo arriesgarme. Busco en el suelo cualquier cosa que pueda lanzarle, encuentro una roca del tamaño de una pelota de béisbol en la orilla de la acera, así que, la arrojo con toda mi furia a la cámara de seguridad. Esta cae al suelo junto con la roca.
Maldito gobierno, malditos vigilantes.
Entro en una de la tienda y me sorprende el sonido de la campanilla; por un segundo, escucho los murmullos de la gente comprando, el sonido de la caja registradora y sobre todo ese sentimiento de normalidad que alguna vez fue parte de nuestras vidas.
Todo se va al carajo en el momento en el que veo el desastre del interior. Vidrios rotos, estantes volcados, polvo y básicamente más de lo mismo. Busco entre las cosas que aun parecen estar en buen estado, pero no consigo nada que me sirva.
Salgo de ahí, me detengo en la acera mirando alrededor. No es un pueblo tan pequeño, tal vez tenga una gasolinera. Solo tengo que encontrarla. Regreso al auto y saco uno de los galones para el combustible. Comienzo a caminar por la desolada calle, atenta en todo momento.
La tierra está húmeda, señal clara de que llovió hace poco; sin embargo, hay algo extraño en el ambiente. Es como si el lugar no estuviera por completo abandonado. Pero eso no tiene sentido, nadie podría vivir en una zona clausurada por el gobierno. Al cabo de un rato, mis piernas comienzan a picar y comienzo a caminar cada vez más lento, quizás no debí quedarme tanto tiempo sentada en el auto.
Doblo en una esquina y sigo derecho, me encuentro con un terreno que debió de ser alguna especie de cancha para jugar. Me detengo al ver una pelota de futbol cubierta de barro y atascada entre la hiedra. Casi puedo ver a los niños jugando y a las madres mirándolos de reojo desde las bancas. Tengo muy pocos recuerdos de mi misma disfrutando del simple hecho de ser una niña y, aunque siga siendo una adolescente, ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que reí de verdad.
Sacudo la cabeza porque no quiero pensar más en eso, no estoy de humor para lidiar con mi juventud frustrada.
Al lado del terrero, la estructura descuidada de una escuela parece espeluznante. Paso de largo y vuelvo a doblar en otra esquina. Dejo salir un suspiro de alivio en el momento en el que veo una gasolinera a pocos metros de mí.
Compruebo las máquinas, pero están vacías. Entro en la tienda y, como si de ángeles se tratara, veo dos galones llenos de combustible a un lado del mostrador y casi quiero llorar por eso. Tendré que ir y regresar porque son lo bastante grandes como para no poder llevarlos al mismo tiempo, además, tengo que admitir que, aunque el lugar me dé escalofríos, aún quiero explorar un poco más para ver que consigo y esto me parece una buena excusa.
Llego al auto con el primer galón y vierto todo su contenido en el tanque del auto. Tomo de nuevo el bote para ir por el otro. Agarro el segundo galón y comienzo a caminar cuando algo me detiene.
Suelto el envase de golpe para darme la vuelta. Primero, miro los pilares para después mirar con cautela la fachada de la tienda. No encuentro nada relevante a simple vista, pero puedo sentirlo.
Capto un movimiento por el costado del ojo que me hace girar con rapidez la cabeza en esa dirección. Mi respiración se acelera en cuanto veo una silueta parada a poca distancia de mí.
No me muevo ni hago ruido alguno.
¿Qué...?
De la nada, levanta ambos brazos al frente, sosteniendo un arma en mi dirección. Suelto un quejido de sorpresa para mí misma; mientras mis ojos observan como acerca el dedo al gatillo y entonces reacciono.
Me tiro al suelo y ruedo de costado en el momento en el que se escucha la detonación, me quedo mirando el asfalto, segundos antes de escuchar el golpe de un cuerpo caer al suelo. Me levanto un poco solo para ver a un vigilante tendido boca abajo sobre un charco de sangre que sale de alguna parte de su cuerpo. Termino de incorporarme sin dejar de mirar el cuerpo con uniforme rojo. Giro la cabeza para ver la silueta justo a mi lado.
—Espero que esté muerto.
...
Sin comentarios con este final de capítulo :Z
¡Gracias por leer!
Wattpad: Genangel9Gp
ESTÁS LEYENDO
PERDIDA EN TINTA ROJA ✓
Science FictionVENINT I La regla principal para sobrevivir en Venint es huir. Esconderse de los monstruos que viven en las montañas es crucial; sin embargo, cuando sus padres mueren y el gobierno recluta a su hermano pequeño, Perla no solo deberá emprender un peli...