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Me da la impresión de que la manecilla que marca los minutos en el reloj analógico que cuelga de la pared de la cocina tarda un segundo más de lo que debería en cambiar de número. Quizá es un defecto de fábrica, no lo sé, pero de lo que sí estoy segura es de que los nervios van a acabar conmigo un día de estos, de que el trajín que vivo a diario va a pasarme factura en un futuro cercano. Siento un toque de angustia cada vez que la bendita manecilla se mueve y no puedo dejar de golpear la mesa con mis nudillos.
Si mi lógica no se ha dañado aún —no me fío del reloj—, ha pasado casi un día desde que traje a ese tipo a casa. Han pasado casi veinticuatro horas desde que ayudé a un completo desconocido que, hasta donde sé, es un peligro. Ni siquiera recuerdo cómo lo llevé hasta el auto o cómo lo subí al piso de arriba. Asesinó a un vigilante —Cuyo cuerpo escondí debajo del heno—, y hasta ayer, nunca había conocido a alguien que hiciera semejante cosa. Muy fácilmente puede ser un psicópata que luego nos encerrará en el sótano y quemará la casa con nosotros dentro o peor, puede que trabaje para el gobierno de otra forma.
Sea como sea, no podía dejarlo ahí para que muriera.
O... ¿se supone que debía hacer eso? ¿debía dejarlo ahí...?
No he dormido nada, ni siquiera he subido a la segunda planta después de suturarle la herida, mucho menos he dejado que Callum lo haga, aunque sé que se muerte por hacerlo. Mi hermano es muy curioso.
—¿Y si ya despertó? —pregunta. Está sentado frente a mí, terminando de comer el desayuno.
—Tal vez...
No estoy lista para subir. Sé que el tipo está herido y lo más probable es que no pueda ni moverse, pero sigue siendo un enorme riesgo.
No debí traerlo.
¿No debí hacerlo?
A estas alturas ya no sé cual es la opción correcta y tal vez nunca lo sepa, o puede que sí, cuando ya no tenga salida. Muerdo el interior de mi mejilla con fuerza y clavo la mirada en la de Callum. Conozco a mi hermano, sé que en cuanto me descuide subirá a ver a nuestro «invitado».
—Katie... —susurra y solo eso me basta para comprender a lo que se refiere. Miro el reloj; son las once y cinco de la mañana.
Exhalo con lentitud y asiento.
Prefiero sacrificarme yo que sacrificarlo a él.
Me pongo de pie y sin pensarlo mucho más, avanzo hacía las escaleras. Me aseguro de tener el arma escondida en la cinturilla de mis pantalones después de advertirle a Callum que por ningún motivo suba. Entonces, comienzo a subir los escalones de uno en uno, demorándome más de lo normal para poder ganar tiempo. Trato de hacer el menor ruido posible, pero el crujido de la madera al pisarla me delata.
Una vez frente a la puerta de la habitación, mi mano tiembla cuando sostengo la perilla de la puerta y las bisagras crujen cuando empiezo a abrirla. Primero, meto un pie como quien no quiere la cosa, cuento hasta diez y meto el resto de mi cuerpo a la habitación.
«Podría estar muerto, lo dejaste mucho tiempo a solas».
Hay tanto silencio que puedo escuchar el silbido de mi respiración agitada y eso solo hace que me alarme aún más. Doy un par de pasos hacia el interior y me detengo al pie de la cama.
Está en el mismo lugar y en la misma posición en la que lo dejé; boca arriba y con los brazos estirados a los costados del cuerpo. Estaba tan deshidratado que tuve que colocarle una intravenosa con cloruro de sodio en el brazo izquierdo. Debe darle las gracias al establecimiento abandonado donde encontré insumos médicos hace un tiempo.
Después de que perdiera la consciencia, encontré una mochila negra no muy lejos del cadáver del vigilante, la cual dejé en una esquina de la habitación no sin antes echarle una mirada. En otras circunstancias, no lo habría hecho por nada del mundo, pero debía averiguar algo sobre él.
Todo lo que encontré fue una tienda de campaña, productos enlatados, un par de bengalas, un mapa, una botella de agua vacía, un cuchillo, una linterna, repuestos de balas y lo más importante, una credencial.
Su nombre es Julian Brock.
Me acerco con cautela para comprobar sus signos vitales y le echo un vistazo a la herida. Cuando me aseguro de que todo está en orden, regreso sobre mis pasos para salir de la habitación. No tengo intenciones de despertarlo.
Alargo mi mano para tomar la manilla de la puerta, pero algo en el suelo llama mi atención; un sobre blanco.
Me inclino para recogerlo y noto que tiene un extraño dibujo de un circulo con líneas en todas direcciones dentro. No es mío ni de Callum, así que debió de caerse cuando abrí la mochila. Los bordes del sobre están rotos y doblados, por lo tanto, no me siento nada culpable al abrirlo para ver qué contiene.
La caligrafía es descuidada y algunas de las letras están borrosas, pero de todas formas alcanzo a leer lo que dice:
«23 de julio
Tenemos a mucha gente alrededor del triángulo trabajando en ello y una gran parte del juego controlado. Tengo la esperanza de que ésta vez nuestros avatares llegarán a la meta y ganarán el trofeo.
Pero quién sabe, el villano puede esperarnos en la meta y sería un baño de sangre. Júpiter ya está listo y el resto de los planetas alineados.
Solo toca esperar.
E.D.J.V»
E.D.J.V.
«¿Y esto qué significa?»
—Puedes leerlo, no te preocupes.
Contengo la respiración al escuchar la voz y se me acelera el corazón. Por un momento me siento tentada a escapar, pero me obligo a mantener la calma y con lentitud, giro sobre mi posición.
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PERDIDA EN TINTA ROJA ✓
Science FictionVENINT I La regla principal para sobrevivir en Venint es huir. Esconderse de los monstruos que viven en las montañas es crucial; sin embargo, cuando sus padres mueren y el gobierno recluta a su hermano pequeño, Perla no solo deberá emprender un peli...