PERDIDA EN TINTA ROJA ✓

16. DULCE

¿Qué piensan de Chad hasta ahora? 

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...

Este no es el fin del mundo, es solo el primer paso al apocalipsis. A esa destrucción que logra convertirte en una persona que ni en tus peores sueños imaginaste. En todo eso de lo que trataste desesperadamente de escapar durante los pocos días de sol que tuviste en tu vida.

Cinco horas.

Han pasado cinco horas desde que encontré la estación de combustible, han pasado trescientos minutos desde que me topé con ese grupo de chicos que no aún no sé de dónde vino y qué es lo que hacen con exactitud, pero la verdad, me tiene sin cuidado. Ahora mismo tengo un problema mucho más grande; los vigilantes están cerrando las calles. En la radio no mencionan nada, pero algo tuvo que pasar para que triplicaran al personal de esa manera. Tengo suerte de no haberme topado de cerca con ninguno.

No me queda mucho por recorrer; sin embargo, para llegar a mi destino solo hay una ruta que puedo seguir sin el auto termine ahogándose en un lago y está lleno de vigilantes.

¡Genial!

Retiro el papel de la barra de granola con descuido antes de darle un mordisco. Está viscosa y se pega a mis dedos con un simple tacto porque la temperatura no ha descendido. Mastico con lentitud sin quitar la vista del terreno vacío, hago una mueca de desagrado cuando siento el sabor de las pasas. Odio las pasas.

Termino de masticar sin mucho ánimo; aunque no comí casi nada, no tengo hambre, a duras penas logro resbalar la barra de granola por mi garganta sin fatigarme. Giro para meter medio cuerpo en el auto y sacar una botella de agua, cuando regreso a mi posición original, noto un movimiento por la esquina de mi ojo. Miro en esa dirección, pero como no veo nada, no le doy importancia y abro la botella.

No llego ni siquiera a acercarla a mi rostro. Un impulso la tira de mi mano, ésta cae al suelo derramando su contenido. Observo sin comprender al principio, luego noto la ligera nube de polvo que se ha formado a mi alrededor hace que me piquen los ojos.

Froto mis parpados para alejar la arena y miro alrededor. Apenas me da tiempo de ver una figura corriendo hacia mí antes de caer al suelo. Pequeñas piedritas se incrustan en mi brazo y el dolor en mi costado no se hace esperar.

Suelto un quejido al sentir un peso sobre mí, me desespero he intento quitármelo de encima.

—Quédate quieta —sisea. Reconozco esa voz, levanto la mirada para encontrarme con Chad.

—¿¡Qué...!? —alzo la voz, Chad me interrumpe colocando su mano en mi boca. No me mira, tiene los ojos fijos en algún punto del remolino de arena.

—Shh, no hables —susurra. En ningún momento aparta la vista de lo que sea que este viendo. Sigo la dirección de su mirada, pero todo lo que puedo ver es tierra.

Parpadeo un par de veces cuando comienzo a distinguir unas siluetas a lo lejos. Apenas se ven, pero solo necesito eso para quedarme quieta y callada.

Ese es el efecto que tienen; el color rojo te paraliza.

Varios drones de tierra que avanzan por el terreno, levantando el polvo con su movimiento. Hay varias motocicletas con vigilantes escoltándolos... No, escoltan al camión que va detrás de ellos. Están bastante lejos, pero estoy segura de que si me hubiera quedado parada los drones me habrían visto.