17. SOFISMAS

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A medianoche se desprende la tormenta.

Chad y yo nos albergamos en la planta baja de un edificio después de ocultar el auto en el estacionamiento interno de éste. Destapamos un par de latas de sopa y comemos en silencio. Luego cada uno se va por su lado para dormir o al menos intentarlo, porque el viento está azotando las paredes con tanta fuerza que produce un intenso e irritante ruido con el que solo una piedra podría conciliar el sueño.

Una piedra y Chad, quien cae rendido sobre un mueble. Por mi parte, no he pegado un ojo desde que comenzó la lluvia, en parte porque no puedo dejar de temblar por una única razón; el frío me hace notar mucho más la soledad. De alguna manera, el aire helado me hace recordar todas aquellas veces en las que casi no me pongo de pie. Tampoco no he dejado de evocar la imagen de Callum en mi cabeza; lo veo en cada esquina, en cada persona, en cada pequeño rincón. Tomo una respiración profunda antes de apoyar las palmas sobre el material del piso para ponerme de pie.

«Voy a encontrate, Callum».

Camino hasta cruzar el vestíbulo y dirigirme a la zona de los baños, cuando supe que había agua de tubería lo primero que hice fue tomar una ducha que, si bien no logró relajarme del todo, sí logró quitarme el sudor y la suciedad pegada a mi piel.

Abro el grifo para echarme agua en la cara. Entonces, lo siento.

No lo escucho, no lo veo, pero puedo sentirlo.

No estamos solos.

Sin apartar la mirada del espejo, veo el reflejo de la puerta semiabierta. El pasillo está oscuro, pero incluso así puedo ver la pequeña sombra que se refleja en una de las paredes. Elevo el brazo para tomar el arma cuando recuerdo que la dejé junto a mi saco de dormir y maldigo entre dientes.

Busco con desespero cualquier cosa que pueda utilizar como defensa, un cuchillo o algo con que golpear, hasta un destornillador me serviría. pero no hay nada.

Escucho pasos alejándose, es la señal que espero para acercarme a la puerta y salir no sin ante mirar de reojo a ambos extremos del corredor. Corro sobre mis pasos para regresar al vestíbulo. Echo un vistazo rápido alrededor antes de tratar hasta el lugar donde deje el arma y juego hacia Chad.

Me sorprendo cuando no lo veo.

La electricidad se corta seguido de un estallido en alguna parte del edificio. Ruego para que la reazon de eso haya sido que los transformadores estallaran debido al agua.

Un grito se atora en el borde de mi garganta cuando siento un brazo alrededor de mi cintura.

—Shh —susurra Chad y casi quiero golpearlo por asustarme. No me da tiempo de pensar cuando escuchamos un golpe de algo. Me arrastra por el brazo hasta escondernos detrás de un mueble en una esquina. Apenas nos da tiempo de cubrirnos cuando vemos luces provenientes de linternas iluminar la estancia.

Miren allá —escucho una voz masculina.

Las luces apuntan en una sola dirección, hacia mi saco de dormir. Tengo que morderme la lengua para evitar hacer ruido.

Revisen cada esquina del edificio —pronuncia otra, más grave que la anterior.

Terminemos lo que vinimos a hacer —una voz femenina retumba por todo el lugar.

Si hay alguien aquí, no podemos dejarlo. Es nuestro trabajo —sisea otro y con eso confirma lo que ya sé.

Vigilantes.

Cuando las luces y voces se alejan del vestíbulo, salimos de nuestro escondite, alertas. Chad da un golpecito en mi brazo indicando que lo siga. Corro por mi bolso, donde están las llaves del auto y lo sigo.

...

Estoy temblando.

Sin apenas hacer ruido trotamos por el edificio en penumbras. La lluvia no ha disminuido para nada, poniéndome más nerviosa de lo que ya lo estoy. No nos acercamos lo suficiente como para distinguir el color rojo brillante de los uniformes, pero puedo apostar que son ellos, estoy segura de que son ellos...

Tenemos que irnos ahora.

Estamos en la segunda planta, intentado averiguar cómo salir de aquí sin ser vistos. La puerta principal está descartada porque muy bien puede haber más vigilantes allá afuera. La otra opción es la escalera de incendios que da directo a la calle frontal, pero nos arriesgaríamos a que nos vean y comiencen a disparar.

—Es la única salida rápida que se me ocurre —pronuncia Chad, sus ojos se han oscurecido un par de tonos. Y las arrugas de su frente delata cuan frustrado está. No lo culpo, creo que yo estoy peor—. Son demasiados como para hacernos los valientes y salir así nada más.

A pesar de la situación en la que nos encontramos, casi suelto una sonrisa al escucharlo decir «Hacernos», casi.

—Así que, no me consideras débil después de todo —digo sin voltear a verlo.

—Nunca he dicho tal cosa, Perla. Yo jamás me habría atrevido a adentrarme en un viaje por estos lugares solo.

No digo nada al respecto, pero mantengo la mirada sobre la suya.

—Vámonos de aquí.

...

Llegamos a borde de la escalera a salvo; no obstante, no bajamos la guardia. Trotamos por el pasillo para llegar la puerta que da a la escalera. Chad la empuja y esta se abre con un pequeño sonido. Sale y comprueba que no hay nada. La lluvia comienza a mojarlo de pies a cabeza. Estoy a punto de salir cuando la veo.

La niña.

Parada en el extremo opuesto del corredor, con su vestido rosa y el cabello trenzado.

Chad me grita que salga, pero yo no le prestó atención, la niña me mira con una sonrisa en el rostro, no una con maliciosa, más bien una sonrisa cargada de dulzura. De la media vuelta desaparece por una esquina. Miro a Chad antes de que la puerta se cierre de golpe a causa del viento.

Me precipito a tomar la manilla y halarla, esta se queda en mi mano. El miedo recorre cada nervio de mi cuerpo, el frío de la desesperación me recorre la espalda. Ambos intentamos tirar de la puerta para abrirla a la fuerza, pero parece haber quedado atascada.

Escucho a Chad gritar sobre la lluvia.

—¡Hay otra salida en el piso de arriba! ¡Corre hacia ella! ¡Yo estaré del otro lado!

Hago lo que me dice, comienzo a correr hacia las escaleras para subir al otro piso. Pero no llego ni a doblar la esquina cuando un brazo tira de mí y colocan un pañuelo impregnado algún líquido de aroma fuerte sobre mi nariz y boca.

Luego de eso, nada.

Luego de eso, nada

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PERDIDA EN TINTA ROJA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora