20. AFÍN

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El sonido de fricción entre un taburete siendo rodado y el piso de cemento rústico me trae de vuelta a la realidad. Luego, una sensación de calidez me abraza en el momento en el que alguien se sienta a mi lado.

Un brazo se extiende hasta llegar a mi plato casi vacío y tomar un trozo de fruta. Recorro con la mirada la longitud del brazo desde la muñeca hasta el hombro y termino clavando la mirada en los ojos cafés del desconocido que parece tener mucha confianza.

—Por favor, no la molestes —Linna habla detrás de mí aun cuando el chico no ha pronunciado palabra alguna. Este me dedica una mirada rápida antes de llevarse el trozo de fruta a la boca. Mastica y deglute con tanta lentitud que casi puedo calcular el tiempo que le toma a su manzana de Adán subir y bajar.

—¿Quién es? —habla mirándome, pero la pregunta es dirigida a Linna.

«¡Hola, estoy frente a ti!»

—Es nueva —responde—: Se amable, por favor —pronuncia en un tono de mamá gallina.

—Sé que es nueva —su voz tiene una pizca de irritación—. Yo la traje aquí.

«Oh...»

—Soy Perla —hago sonar mi voz, firme, sin titubeos desde que desperté—. ¿Cómo es eso de que tú me trajiste hasta aquí?

Para entonces, ha tomado un segundo trozo de fruta. Cuando escucha mi pregunta se queda a medio camino de llevárselo a la boca. Sus cejas se alzan por un segundo, parece sorprendido de escucharme hablar.

—Bueno, Perla, resulta que tú interrumpiste parte de la misión que mi equipo y yo teníamos cuando te encontramos ahí. —Mastica el trozo de melón antes de proseguir—: No sé si lo sabías, pero ese edificio estaba marcado.

—Había alguien más conmigo.

Él entrecierra los ojos.

—Vimos otro saco de dormir, pero solo te encontramos a ti.

De forma inconsciente, exhalo con lentitud. Chad no está aquí y una parte de mí no puede evitar sentirse desilucionada por eso. Parpadeo con fuerza y regreso al presente; apenas lo conozco, no debería sentirme así.

—¿Qué significa eso? —pregunto, confundida—: El edificio marcado.

—Significa que los vigilantes lo usan como un armario de armas —Arik habla. Así que me giro hacia él—: O en su defecto, como guarida de narcoticos.

—¿Por qué el gobierno usaría un edificio que está a simple vista? Y... ¿Narcoticos?

—El gobierno trabaja frente a nuestros ojos, pero son tan astutos que casi se han vuelto invisibles; sin embargo, aún hay formas de seguirle los pasos —responde encogiéndose de hombros—. Te falta mucho por aprender.

Volteo a ver al tipo cuyo nombre aún no sé.

—¿Por qué querrían...? ¿Qué se suponen que iban a hacer?

—No hay un mejor lugar para encontrar medicamentos que en una instalación del gobierno —comenta con simpleza. Un segundo después, desvia la mirada hacia Linna—: pero no había nada ahí.

Ella frunce el ceño.

—Pero los habíamos visto, el día anterior tenían todo ahí —habla más para sí misma que para los demás.

Arik eleva un hombro.

—¿Qué se puede esperar? Últimamente las cosas andan... raras... —Clava los ojos en mí—: ¿Qué se supone que hacías en ese edificio, Perla?

PERDIDA EN TINTA ROJA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora