44. CADENAS

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Isaac conduce la vieja camioneta color caoba a una alta velocidad con la cual deberíamos llegar a las montañas para esta noche. Salimos de Polaris desde hace al menos tres horas y aún no nos hemos podido comunicar con el centro de control ni con el resto del grupo.

De reojo, veo como Chad juguetea con una pulsera de goma negra que lleva puesta en la muñeca derecha. El viento le remueve un poco el cabello donde el gorro no lo cubre. Estoy sentada frente a él en la parte de atrás de la camioneta que solo tiene un par de asientos delanteros y Julian está justo en la otra esquina.

Me inclino hacia adelante.

—Entonces, ¿qué harán en la capital? —pregunto de la nada, atrayendo la atención todos a mi alrededor, incluyendo a Isaac—: Nadie va a la capital sin tener nada con qué jugar.

Chad enarca una ceja, en cambio, Rosette silba y lo mira.

—¿No me digas que ya le contaste todo lo que hacemos?

Chad eleva ambas manos en señal de inocencia.

—Bien, no te lo diré, porque no lo he hecho.

En la otra esquina, Julian me observa sin comprender nada.

—No es como si lo ocultáramos, de todas maneras —responde Rosette, recostándose contra un lado del vagón de atrás.

—¿A qué te refieres? —pregunta Julian.

Rosette ni siquiera voltea a verlo.

—Oh, perdón. Se me olvida que tenemos a un militar aquí.

—¿Eres militar? —le pregunta Chad.

Julian lo mira por tan solo un segundo y responde:

—Lo era.

Durante unos segundos, nadie dice nada. Hasta que Julian vuelve a hablar.

—¿Son alguna clase de Clan o algo así? —Parece que se estuviera burlando, eso, a Chad le hace gracia, puesto que suelta una risa rápida.

—¿Somos un clan? —le pregunta a Rosette, ella hace una mueca.

—Jamás había escuchado un nombre tan ridículo, pero sí, llámalo como quieras. El caso es que tenemos algo en común, todos aquí odiamos al gobierno, ¿cierto? —Esta vez, sí voltea a ver a Julian—: No hacemos nada que lastime a la gente, nuestros únicos objetivos son los vigilantes —Hace un gesto con la mano, justo a la altura de su cabeza—: El gobierno juega con sus mentes, los vigilantes no tienen más alternativa que dejarse guiar por sus órdenes. Físicamente están, pero su mente es controlada por gente de alto rango, son como... ¿Cómo se llaman esos muñecos, Isaac?

—Títeres —responde este.

Rosette chasquea los dedos.

—Eso, títeres.

Me toma un segundo entenderlo.

—¿Sabías eso? —le pregunto a Julian y su silencio me lo confirma.

Entonces, es cierto; Julian trabajó para el gobierno. Tenía la idea en mente, pero tener la certeza es una cosa completamente diferente. No debería importarme, no en lo absoluto, pero ahora no puedo dejar de pensar en aquel día en el que lo conocí. Ahora las cosas tienen un poco más de sentido.

A decir verdad, no sé cómo sentirme al respecto.

—Es lo que ellos eligen —dice Julian.

Chad sacude la cabeza.

—No, ya no más —Da un pequeño golpecito sobre su rodilla—: Creemos que se están quedando sin recursos, sin gente y que esa es la razón de todas esas desapariciones de niños alrededor del país —Al decir esta última frase, sus ojos se clavan en los míos.

PERDIDA EN TINTA ROJA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora