Capítulo IV (Editado)

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Alexandra

Durante el resto de la semana, nuestros encuentros se mantuvieron más o menos de la misma forma. Intentábamos ser civilizados, pero Aiden realmente estaba empeñado en hacerme parecer una bruja de tiempo completo, por lo que finalmente terminábamos discutiendo en medio de la asignación, con él siendo un idiota y yo intentando explicarle de manera furiosa el hecho de que yo no era tan horrible como me pintaba, pero terminaba diciendo cosas gracias al enojo que sí me hacían parecer horrible.

Y como era de esperarse, no éramos los únicos. Lo cierto es que la profesora Tanner había iniciado una guerra civil entre estudiantes del último año, y parecía que cada día que pasaba, las rivalidades se hacían un poco más agresivas. Entendía el afán de los maestros por conciliar los dos extremos de la ciudad, de verdad, pero luego de tanto acoso, insultos verbales y chistes crueles, estábamos más allá de la redención y el perdón, y esto se estaba volviendo un caos infundado, con la mayoría de las parejas apenas siendo capaces de verse los rostros.

Aiden y yo no estábamos mucho mejor, pero definitivamente se llevaban el premio al odio aquellos grupos en los que se habían encontrado Raiders y Pumas, porque dos chicos con odio absoluto el uno por el otro, alta testosterona y ansia de dominancia no podían ser una buena combinación en ninguna parte de la naturaleza. El viernes por la tarde incluso, algunas chicas tuvimos que interferir entre Jake y Gabriel, que estaban listos para enfrascarse en el pasillo al final de la clase. Fue Aiden quien finalmente tuvo que tomar control de la situación. Todos los Raiders escuchaban a Aiden, e incluso Jake no era tan estúpido como para meterse con un tipo de casi dos metros que aguantaba tacles de otros chicos de ciento cincuenta kilos, así que ahí murió todo.

Lo cierto es que Jake siempre había sido un imbécil, y muchas veces había habido peleas verbales al borde de los puños, pero ahora todo estaba más al límite que nunca. Por mi parte, ya estaba comenzando a preocuparme.

Para cuando llegó el martes en casa de Aiden, creo que ambos estábamos acabados.

—¿Cómo es que tienes tanto autocontrol para no golpear a Jake? O al menos dejar que alguno de los Raiders que han estado por hacerlo, lo hagan—le pregunté de pronto, consciente de que ese día en especial Jake había sido generosamente inmaduro.

—Casi suena como si quisieras que lo golpeara.

A veces sí, pero no lo admitiría frente a él.

—Respóndeme.

—No me gustaría pelear en tal desventaja —se encogió de hombros—. Jake es un imbécil y estoy seguro de que no sería capaz de hacerme frente. Además, Alexandra, sé cómo crees que funcionan las cosas, pero para nosotros no es tan así.

—¿De qué hablas? —pregunté, confundida.

—Cuando eres pobre, o simplemente no tienes suficiente dinero e influencias, no hay segundas oportunidades. Eso significa que si golpeas al aclamado capitán del equipo de lacrosse, que pasa también ser hijo de dos importantes empresarios de esta ciudad como Alice y John Anderson, con mucho poder y mucho dinero invertido en esta escuela, estarás expulsado instantáneamente.

Un poco choqueada, tuve que parpadeé varias veces para internalizar lo que estaba diciendo, y cuando lo hice, miré a Aiden con absoluto horror, de pronto dándome cuenta de que a lo largo de los años, muchos sureños habían sido expulsados de Sylver Valley High en circunstancias parecidas. Siempre pensé que la política de la escuela era tolerancia cero, pero ahora me daba cuenta de que, realmente, jamás había visto a chicos del equipo de lacrosse enfrentar consecuencias por varios de sus actos. ¿Estaba tan sumida en mi burbuja que nunca me había dado cuenta de esto? ¿Qué decía eso de mí y mi supuesta ética y moral?

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora