Diario de un vampiro

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Confieso que comencé a ver esta serie (algo tarde, como en la cuarta temporada, aunque después empecé a verla desde el principio) por dos frívolas razones: porque Damon está más bueno que el pollo frito (solo mírenlo y verán que es cierto) y porque me encantan las cosas de vampiros. Me avergüenza confesarlo, pero es la verdad.  Como escarmiento a mi pecado, descubrí que no era lo que yo pensaba.

Seré extremadamente sincera, lo que tal vez me valga muchas opiniones en contra; pero cuando opino sobre algo, no acostumbro a mentir para quedar bien. Elena está lejos de parecerme una heroína. De hecho, ella me da asco. En mi opinión, ella es tan mala como Katerina. Si tuviese un mínimo de dignidad, no se interpondría entre dos hermanos y mucho menos estaría con ambos, alegando “estar confundida”. Ya sé que los sentimientos no se controlan; pero las acciones sí, incluso tratándose de vampiros. Y también está el hecho de que traten de retratar a Stephan como el “bueno” y la “víctima” que tiene ataquitos de inhumanidad y luego sufre por sus malas acciones. Creo que Damon es la verdadera víctima aquí. A lo mejor dicen que estoy defendiendo al bad boy; pero fue Damon quien sufrió los horrores de la Guerra de Secesión, fue él a quien su hermano obligó a convertirse en vampiro por su egoísta deseo de no quedarse solito en su vida de inmortal (lo que les valió todo un tormento a ambos). Él no trata de aparentar lo que no es, no finge ser mejor de lo que realmente es.

Aunque lo que realmente me incomodó y me hizo desligarme de esta serie fueron sus infinitas temporadas. Es que, cielo santo, no se acababa nunca. Eran enredos y más enredos. Hasta le hicieron un spin-off con más complicaciones todavía. Y no es que la historia de Los Originales me parezca mala; es que tenía demasiados giros. Me gustan las series largas, pero todo tiene un límite.

Las series que marcaron mi infanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora