Mi problema con las telenovelas

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He consumido telenovelas desde que tengo uso de razón. Eso es algo que debo admitir. Desde que era una mocosa de cuatro años, me dejaban ver dramones de todo tipo. En aquel entonces me gustaban mucho, no lo voy a negar. Me entretenían bastante y había cierta variedad en ellas, pues he visto principalmente telenovelas brasileñas, pero también argentinas, colombianas, mexicanas y hasta turcas. Siempre es refrescante descubrir culturas diferentes a través de productos audiovisuales, que además son divertidos. Sin embargo, ahora que poseo un mayor discernimiento entre lo que posee calidad y lo que carece de ella, me he percatado de que las telenovelas son esencialmente bodrios, y en la actualidad me aburren hasta la médula. El problema que tengo con ellas podría resumirlo en tres puntos principales.
















1. Todas son iguales

No hay diversidad ni individualidad entre las telenovelas. Cada una parece ser un corta y pega de la anterior. Siempre aparece una pareja principal enamorada hasta los huesos que, por uno u otro motivo, no puede estar junta y deben superar los mil y un obstáculos para lograrlo. Incluso a parejas de casados se aplica la misma fórmula, con unos ligeros cambios tipo “están pasando por una crisis matrimonial” y bla bla bla. Les reto a mencionarme una telenovela cuyo hilo conductor no sea en esencia ese. Soy consciente de que hay que convivir con los clichés y que estos no tienen nada de malo; pero es que literalmente ninguna de estas historias se toma la molestia de introducir siquiera un cachito de creatividad para aportar algo nuevo. A esto hay que añadirle el hecho de que la gran mayoría tiene más cien capítulos y abusan de la paciencia de los espectadores redundando mil veces sobre el mismo punto, alargando situaciones que podrían haberse resuelto de un modo más rápido porque sí. Lo peor es que a veces tratan de pintártelas de colores, como que abordan problemas sociales complejos y no sé cuántos cuentos chinos más. Y sí, algunas veces las telenovelas comprender subtramas bien elaboradas, que son incluso mejores que la principal; pero estas suelen ser opacadas por otras subtramas estúpidas, que intentan vendernos como comedia y que en realidad no harían reír ni a un público pagado. Todos estos dramones son flojos en estructura y mediocres en historia, sin contar con que siempre presentan un maniqueísmo muy marcado, en el cual los buenos son siempre muy buenos y los malos son unos h.d.p hasta el fin de los tiempos, como si en el mundo no existieran tonos de grises. La psicología de los personajes casi nunca tiene un buen trabajo de base y todos parecen pedazos de cartón que se caerían si no estuvieran soportados por maravillosas actuaciones, las cuales (lamento decirlo) no siempre están a la altura. Esto no tiene nada de real, lo cual me lleva al siguiente punto.














2. Nos venden humo

Yo sé que las telenovelas están hechas para entretenernos, y que no todas las historias necesitan ser profundas, con mensajes útiles para la vida y personajes que establezcan una conexión con el espectador; a veces solo queremos ver algo sencillo. No obstante, estos melodramas nos clavan unas ideas totalmente irreales, como que “el amor todo lo puede”. Sí, viejo, el amor es una gran fuerza de la naturaleza y nadie puede negar eso; pero necesitas otros factores aparte del amor para que una relación funcione. Otra muy recurrente es “el amor cambia a las personas”. Lo siento, pero eso no funciona así; un psicópata asesino no se va a curar mágicamente de sus trastornos mentales solo porque alguien lo ame. En las telenovelas, los héroes y heroínas son tan buenos, que suelen caer en la estupidez; confían en los malos, fracasan, son traicionados, pero nunca aprenden de sus errores ni evolucionan, sino que siempre están metiendo la pata hasta el fondo, pero ganan al final simplemente por ser los protagonistas. Los villanos son un poco más interesantes que los buenos sosos, pero siempre terminan de la misma manera: muertos o en la cárcel. Si alguno se redime, es de la nada y sin razones lógicas de peso que fundamenten su cambio. Los excesos de tragedia le quitan peso al trasfondo emocional de las historias, pues en el afán de que empaticemos con los personajes, los ponen a sufrir por las causas más estúpidas e injustificadas, lo que deja al público más frío que un iceberg en invierno. Todas estas innecesarias beneficencias del guion son un insulto a la inteligencia de los espectadores con más materia gris, y lo que es realmente molesto es la influencia de las telenovelas en otros medios y a nivel cultural, lo que deriva en el último punto.














3. Transmiten conceptos erróneos

Las telenovelas han provocado que se romantice a todo lo que se mueva. De hecho, me atrevería a afirmar que fue en ese medio en el que nació la premisa de romantizar relaciones tóxicas. Voy a hacer una pequeña acotación aquí: gracias al anime, ahora yo soy mucho más exigente con respecto a la calidad de todo audiovisual que consuma y no me dejo convencer por cualquier historia vacía y plana. Cuando fui avanzando en este mundo, incluso me volví exigente hasta con el mismo anime y escojo con cuidado las historias que voy a ver. Pero se preguntarán: “¿Y qué tiene que ver el anime con las telenovelas?” Pues, por el principio de la dialéctica materialista, todo está relacionado y la influencia de las telenovelas ha llegado hasta este medio. Y no lo digo por las obras animadas en sí, sino por los fandoms, que siempre establecen guerras de shippeos por culpa de ese lado telenovelero” que muchas personas poseen y del que también son víctimas los fanfics, que al final del día terminan siendo historias de dudosa calidad al convertirse en dramones. Por culpa de las telenovelas, muchas personas se conforman con cualquier melodrama barato repleto de estupideces y, cuando aparece una historia profunda, bien lograda y que vale la pena ver, la rechazan por ser incapaces de comprenderla, puesto que las telenovelas han retorcido sus gustos de una manera tal, que ya no pueden salirse de ahí por tener expectativas tan bajas sobre lo que es una buena obra. Estos audiovisuales no tienen que ser una clase de moralidad; pero los valores tan erróneos y mal manejados que muestran pueden ser hasta peligrosos para las personas más jóvenes e influenciables (o con menos neuronas). Un claro ejemplo de esto último son las nefastas narconovelas, que hacen ver a los traficantes de drogas como héroes y no como los asesinos que son, que glorifican la violencia y normalizan la cosificación de las mujeres.
Para resumir, yo considero a las telenovelas melodramas baratos, bodrios aburridos, clichés puros y duros, empalagosas hasta decir “¡Ya!” y me dan diabetes. Ya me cansé de sus fórmulas tan repetitivas y de sus ritmos lentos que destruyen mi escasa paciencia; en lo que a mí respecta, no veo ninguna más.














Bueno, espero que nadie se ofenda por lo que he puesto aquí. Esta es solo mi opinión personal. Si ustedes ven telenovelas y les gustan, está perfecto. Son productos de entretenimiento tan válidos como cualquier otro y a mi abuelita le encantan. Pero yo tengo un problema de base con ellas y tenía que expresarlo. Si están de acuerdo o no, háganme saber sus argumentos.

Las series que marcaron mi infanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora