¿Qué deben ver los niños?

23 3 8
                                    

Este apartado no pretende responder objetivamente a la pregunta que se plantea en el título, sino apenas dar unas pocas directrices que se desprenden de mi opinión personal. Vamos a partir de la idea de que los niños no son estúpidos; nunca lo han sido y, en los tiempos que corren, lo son mucho menos. Tienen la capacidad para comprender una explicación adecuada sobre cualquier tema. Por supuesto, eso también está en dependencia de su edad. No vas a explicarle a un niño de cinco años las consecuencias del holocausto, porque le faltan las referencias fundamentales para entender esa clase de temas.

Creo que todo se relaciona con el cómo se plantean ciertos temas. Por ejemplo, desde que tengo memoria, siempre he sido una gran seguidora de CSI. En mi país lo transmitían doblado, así que lo veía desde pequeña. Mis abuelos siempre me habían enseñado a diferenciar la realidad de la ficción, como debe ser, explicándome que todo lo que yo veía ahí no era real; eran actores, maniquíes y maquillaje. Por lo tanto, nada de eso me impactaba. Yo sabía que la serie iba sobre crímenes raros y autopsias, así que estaba preparada y no me daba asco ver lo que mostraban ahí. En cambio, cuando vi a Remi, una serie supuestamente destinada al público infantil, me dejó con el peor recuerdo audiovisual de mi infancia. Es que comenzaban pintándomela de colores, me encariñaba con los personajes y, de repente, los perritos simpáticos e inocentes y el viejito que era un amor se morían. Y no, no de forma épica, algo que se podría dejar pasar, sino de frío, hambre y enfermedades, del modo más atroz posible. Sé perfectamente que es necesario hablarles a los niños de estos temas y que algún día tendrán que darse contra una pared viendo lo injusto que es el mundo; pero gente, hay maneras más apropiadas de hacerles entender esto. De todas las cosas “infantiles” que conozco y que abordan el tema de la muerte, son muy pocas los que la hacen de una forma adecuada, porque suelen lanzarlo como un escupitajo en la cara de uno.

Cuando leí el libro de La sirenita, me dieron ganas de quemarlo en la hoguera, porque pensé: “Disney me engañó miserablemente. Esto nunca fue una historia para niños”. Repasando la bibliografía de Hans Christian Andersen, me di cuenta de que sus obras no parecían estar dirigidas a un público infantil. Tan solo imaginen lo atroz que sería una adaptación fílmica o animada de La niña de los fósforos. No hablemos ya del horrible cuento Las zapatillas rojas, en el que un mercader malvado engaña a una pobre chica para que le compre unas zapatillas que, al ponérselas, ya no se las puede quitar y la hacen bailar hasta la muerte; entonces el mercader las recoge para vendérselas a otra incauta víctima. En otras versiones, ella le pide a un leñador que le corte los pies con su hacha para liberarse de las zapatillas. ¿Les suena eso como un cuento infantil?

Muchos cuentos recopilados en libros infantiles están extremadamente suavizados, porque varias de esas historias provienen de los hermanos Grimm, quienes se caracterizaban por tener un sentido del humor muy sádico. Incluso se han hecho películas para niños que a todas luces son de terror, como Coraline o Una serie de eventos desafortunados, en la que constantemente se intenta matar a tres niños huérfanos que, por mucho que traten de disimularlo con momentos cómicos, no deja de ser un hecho siniestro. ¡Si hasta El aro tiene clasificación PG-13!

Otro error frecuente es creer que toda animación va destinada a un público infantil. Existen animaciones muy adultas con un contenido verdaderamente fuerte, así que si no queremos que un niño acabe en el hospital psiquiátrico, sería mejor verificar la clasificación según edades, en lugar de dejarnos llevar por nombres que suenen inocentes o por el hecho de que el/la protagonista de la historia sea niño o niña. Por ejemplo, en Evangelion el protagonista es un chico que apenas está entrando en la adolescencia, pese a lo cual este anime no está destinado a pubertos, ni siquiera a jóvenes; es una serie muy adulta. Por supuesto, en Japón lo tienen todo cubierto (aunque fallaron en el caso de Remi). Cada demografía tiene características especiales: el kodomo (para niños) es muy simple en su trama y dibujo; el shōnen (para adolescentes) suele tratar sobre peleas épicas y contener altas dosis de humor; el seinen (para adultos) tiene tonos más serios, es más realista y por lo general se centra en temáticas psicológicas, introspectivas o en sucesos cotidianos, abordando la sexualidad de manera abierta. Las diferencias son enormes y nadie debería confundirse en esto.

Ahora, ¿qué opinan ustedes? ¿Vieron cosas inadecuadas cuando eran niños? ¿Qué recomendarían para un público infantil? ¡Háganmelo saber!

Las series que marcaron mi infanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora