CAPÍTULO 49

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Leah

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Leah

Mi pecho desnudo, ahora cubierto por las sabanas, sube y baja tratando de normalizar la respiración.Mi cuerpo yace cubierto de sudor. Estoy agotada no hay otra manera de decirlo, seguro que ya no sirvo para esto, creo que estoy cruzando la línea en donde podía aguantar un maratón de sexo, en donde pedía un tercera y cuarta ronda.

Yo no soy así, no sé de dónde sale este repentino cansancio, de un momento quiero tumbarme a dormir todo el día, no sé cómo tomar eso.

Tengo un aguante excepcional

Pienso, y es la verdad, entonces ¿Qué me pasa? Dejo a un lado mis pensamientos y me las arreglo para pegarme a Nate. Me paso una mano por el cabello, frustrada, intentando pensar qué carajos me pasa. Dejo descansar mi cabeza sobre el pecho de Nate, y él lleva su mano a mi espalda, donde la acaricia.

—¿En qué piensas? Tienes el ceño fruncido —me dice y subo la mirada para darme cuenta de que efectivamente me está observando. Relamo mis labios y dejo un beso sobre su pecho.

—No es nada ca... —me detengo abruptamente.

No puede ser que no se me despegue esa palabra de la boca, el "cariño" se me escapa cada vez con más naturalidad. No me gusta no poder controlar lo que digo, seguro me veo completamente ridícula delante de él.

—¿Por qué no solo lo dices? ¿Tan mal te hace sentir decirme eso? No tengo problema con ello, lo juro.

Trago seco, y por el instinto me trato de separar, pero él no lo permite. Me pega a él con algo de brusquedad, haciendo que mi entrepierna quede pegada a su muslo, cosa que hace que mi zona baja comience a palpitar de nuevo.

¿No que estabas cansada?

Pienso en cualquier cosa para evitar excitarme otra vez.

—¿Estás...estás seguro de que no te molesta? Me siento algo estúpida al decirlo —digo avergonzada. No lo miro por la misma razón, por vergüenza.

—No importa la forma en que me llames, y si menos un gesto de cariño.

—Está bien, cariño —cedo, he aprendido a bajar la guardia con él.

Si no hay razón para pelear o disgustarme con él, no la crearé por tonterías que me vengan a la cabeza. Eso parece hacerlo feliz. Me planta un beso en la cabeza, y no desaprovecho la ocasión para subir mi cara y buscar sus labios.

Muy bien, una cosa es besar a alguien vestido, y otra muy diferente es hacerlo mientras ambos yacen desnudos en una cama donde acaban de tener sexo. Aunque me sorprende la sensación que se posa en mi pecho, es algo nueva. No es como la primera vez que nos besamos, con todo el miedo pero con el entusiasmo de querer probar los labios del otro, o las veces que cedíamos ante las ganas.

Es diferente, es...romántico, sin prisa, con los sentimientos más que a flote y con una gran calidez que sigue plantada en mi pecho. Sin embargo, y como en otras ocasiones, nos dejamos llevar entre toques, caricias, y el beso comienza a sentirse cada vez más intenso.

Inefable (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora