Capítulo 37

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_________ subió el avión a toda prisa, sabía que eran en vano sus miedos infundidos, pero no podía reprimir la angustia que le provocaba el simple hecho de imaginar a Ashton Irwin correr tras de sí apenas la descubriese. La facilidad con la que había escapado de sus garras, en lugar de tranquilizarla, surtía un efecto completamente contrario en ella, creía absurdo ese escape a comparación del que una vez había efectuado, y es que a pesar de haber fallado en el anterior lo veía más viable a este. Entregó el boleto a la azafata y advirtió que su mano temblaba, al igual que todo su cuerpo. Respiró hondo y dibujó una forzada sonrisa. Dirigió sus inseguros pasos a su lugar hasta el final del casi vacío avión, clavó su mirada al otro lado de la ventanilla. Resolló discretamente y agradeció haber llegado un par de minutos antes de que comenzase con su despegue, ¿y qué si algunos empleados le había lanzados miradas de reproche? Ella, podría decirse, con eso le había dado la bienvenida nuevamente a su libertad y por consecuente con su felicidad… dudó. Sonrió, ¡estaba libre!

_________ despertó por un leve sacudimiento de su mano, abrió sobresaltada sus ojos y comprendió que sería una buena idea consumir algunas pastillas relajantes. Miró a su alrededor ligeramente desubicada, no tardó mucho tiempo en recordar que había huido.

-Señorita – una azafata sonriente le lanzó una sonrisa amigable regalándole un poco de paz a ______ - El viaje ha concluido - ______ frunció su entrecejo, había dormido más de cuatro horas continuas si era cierto que el viaje había concluido ya. Asintió no consciente de sus movimientos.

La azafata se retiró para ir a ayudar a un torpe pasajero que luchaba con su maleta de mano. ______ mientras tanto ya se había incorporado después de despabilarse por un breve momento. Tomó su bolso y salió de ahí, ciertamente no recordaba el momento preciso en el que se había marchado al mundo de los sueños, hizo un recuento, lo último que había pasado por su mente antes de caer en ese profundo sueño era la sonrisa de su ultimo amante… apretó sus puños y aceleró su paso, no quería pensar más en él, aunque estaba consciente que sería algo difícil estando en el lugar en el que había pasado maravillosos momentos con ese hombre, y es que hasta la casa de su propio tío le traería recuerdos de él. Resopló. Estuvo a punto de subir a otro avión lejos de ahí, quizá Australia, China, México… negó en silencio y tomó sus maletas cuando las divisó. Salió rápidamente del aeropuerto y abordó un taxi. Subió tras intercambiar las escasas formalidades requeridas con el chófer, frunció sus manos intentando acostumbrarse al ligeramente frío clima europeo irónicamente pues se encontraba en Mónaco, rió irónica y abandonó su extraño ritual. No pudo evitar recordar el preciso momento en el que había abandonado ese tren en el que lo había conocido, a diferencia de entonces, ella ahora estaba consciente de la clase de alimaña que era Michael Clifford y estaba segura de que nunca jamás volvería a caer en sus redes. Se lo había jurado y no podía fallar.

_________ bajó del taxi tras un transcurso de cerca de media hora. Pagó al chofer después de recibir sus maletas y se giró en dirección al edificio que se levantaba ante ella, tuvo la sensación nuevamente de ser la primera vez que pisaba aquel lugar y nuevamente se sintió patética.

Subió por el ascensor impaciente, no podía controlar aún bien el temblor de sus piernas, contó los segundos que tardó en finalmente llegar al cuarto piso y tras contar exactamente quince, se dispuso a salir, claro que no contaba con el pequeño inconveniente de que una de sus maletas se atracara, entonces comenzó a luchar contra ella para poder llegar finalmente a su destino. ¡Genial! Hasta el momento nada la había detenido y justamente ahora estando a unos cuantos pasos de su objetivo una maleta se interponía, entrecerró sus ojos y soltó un par de maldiciones.

-¿Necesitas ayuda con eso? – una voz masculina sonó a sus espaldas, ella se giró cautelosa en su dirección. Abrió discretamente sus labios al encontrarse con ese atractivo personaje.

-Mi maleta se atascó – dijo con torpeza.

-Permíteme ayudarte – el hombre sonrió y de un jalón solucionó su problema, ella respondió a su sonrisa – Carlo, Carlo Insitoris – le extendió una mano tras presentarse.

-Soy ______ Ransome – ella correspondió a su formalidad no sin borrar la sonrisa de sus labios.

-Oh, eres entonces la hermana de Chris Ransome.

-Su sobrina – ella corrigió.

-Bueno, yo soy su vecino - _____ aumentó su sonrisa ante lo evidente – aunque creo que eso ya lo habías adivinado – él también sonrió al advertir su torpeza – Y… ¿vienes a vivir aquí o sólo estás de paso? – se llevó una de sus manos a su barbilla asumiendo el papel de un seductor, ______ mordió sus labios para no echar a reír en esos momentos.

-No lo sé en realidad – reconoció – Espero sea la primera opción – clavó su mirada en el suelo, realmente deseaba que así fuese.

-Bueno vecina, espero verte seguido. Y… - repentinamente perdió su seguridad – ya sabes, si se te ofrece algo, si quieres charlar con alguien, o cualquier cosa, sólo cruza el pasillo y llama a mi puerta - _____ se abstuvo de resoplar, su ofrenda le resultó inútil, si ella necesitara algo por supuesto que recurriría a su tío, ¿por qué recurrir a un desconocido?

-Gracias – sonrió – Bueno, adiós – se giró para concluir su camino.

-Eh, _______ - ella regresó su atención al que respondía al nombre de Carlo.

-¿Sí?

-¿Tienes algo que hacer por la noche? – se sonrojó.

-Eh… - se desconcertó, realmente no tenía esperada una invitación, y a pesar de antes estar acostumbrada a ellas, ahora le resultaba algo extraño, tras todo lo que le había ocurrido en nos cuantos días era algo fuera de lo normal que un hombre mostrase algún interés en ella más allá de lo sexual. Frunció su cejo – Bueno, en realidad no lo sé, todo depende de Chris…

-¿Te parece bien mañana por la noche? – insistió, ella sintió un escalofrío recorrer su piel.

-De acuerdo – sonrió.

-Grandioso – él también sonrió – Te veo mañana, entonces.

-Hasta entonces.

-Hasta entonces.

El hombre desapareció después de que las puertas del ascensor se cerraran, ______ hasta entonces se arrepintió de aceptar su invitación, estaba jugando con fuego y más que preocuparse por ella se preocupaba por el desconocido, sabía que lo metería en problemas, después de todo ella era una mujer casada y si su esposo se enterase de la existencia de aquél hombre quizá le haría pagar los pecados de ella. Tragó saliva con dificultad, la próxima vez que viera al tal Carlo Insitoris le daría algún pretexto para cancelar su cita y de ser posible sería lo suficiente malvada como para ganarse su odio y jamás volver a verlo en su vida.

Llegó finalmente a la puerta en la que se marcaba el número 43 y llamó. Esperó poco menos de un minuto para finalmente encontrarse con su sonriente tío. Sintió un infinito alivio al verlo a menos de un metro de distancia de ella y sin más se lanzó a sus brazos.

-Chris – dijo eufórica sin separarse ni un centímetro de su tío, encontró reconfortante aquel abrazo. Lo necesitaba.

-________ - él imitó su tono de emoción, y a pesar de ser del tipo de personas a la que no le hacía ninguna gracia recibir ese tipo de “amor”, respondió conmovido el abrazo – Te extrañé, como no tienes idea.

-Ha sido terrible, Chris. ¡Terrible! – hundió su rostro sobre su pecho aún más, podía percibir claramente el olor a hierbabuena que lo caracterizaba.

-______ - dijo tras un largo momento de compartir aquel abrazo, ella alzó su barbilla para poder mirarlo, quien los observara en esa escena podría jurar que eran un par de enamorados o padre e hija, algo que resultada difícil de creer pues él no era tan mayor a ella – acaso… - se detuvo por un instante – acaso, ¿has estado fumando? – ella como impulso se soltó de él para mantener una distancia, hundió su mirada en el suelo - _________ - iba a comenzar un sermón, era extraño que él lo hiciera, de hecho no recordaba la última vez que él la sermoneara, pero al parecer esta vez se lo había ganado y ella estaba consciente.

-Chris, necesitaba relajarme, no sé por qué un cigarrillo provoca ese efecto en mí, pero lo agradezco – intervino antes de que él comenzase y nada lo pudiera parar.

-________...

-Ya lo dejé, lo prometo – lo interrumpió, él le lanzó una mirada severa – De verdad, confía en mí.

-Te estaré vigilando – entrecerró sus ojos, hecho que a _______ le recordó a la amenaza de un villano de película, intentó no reír.

-Bien – dibujó una pequeña sonrisa – Ahora ayúdame a meter mis maletas que no pesan menos que rocas – él sonrió y las tomó sin mucho esfuerzo para llevarlas rápidamente a su habitación – Sí, ¿por qué no me extrañas? - ______ ironizó su debilidad para después entrar.

-He estado levantando pesas – regresó en menos de un minuto, se sentó en el sofá junto a _______.

-¿Tú? ¿Levantando pesas? ¡Claro! - _____ sabía la antipatía de su tío por los deportes.

-Es verdad – ella alzó una ceja – es para estar listo para dar un par de palizas – se encogió de hombros despreocupado, ________ con los ojos desorbitados vaciló, advirtió los deseos de Chris.

-No, Chris, ¡por Dios! – no era que tuviese miedo por él, de hecho sabía que cuando él se proponía algo, al igual que ella, lo lograba. Era simplemente que quería encargarse ella misma de su desquite y sabía que una paliza a ese par de patanes no calmaría ni un poco su sed de venganza.

-Vamos, _______. Ese par por lo menos debe de pagar, de tu madre, el tiempo se encargará, pero ese par... – apretó sus puños conteniendo su ira.

-Chris, tengo mejores planes para ellos, sólo déjamelo a mí, por favor – reconoció que no podía soportar la simple idea de ver a Michael Clifford sufriendo ante su tío. Tragó con dificultad y se esforzó por borrar esos pensamientos de su mente.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora