Capítulo 53

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 ¿Escapar? No habría sido lo más brillante, aunque sí lo más fácil. ¿Y qué podría haber hecho? Después de aquella confesión, que ciertamente le había jodido sus planes, no le habían quedado muchas alternativas, mucho menos ante aquellos irresistibles y desconcertados ojos avellanos que la observaban negándose a tragar lo dicho como una realidad.

Podría haber llamado de emergencia a su tío y esperar que de la nada él la rescatase, sin embargo aquello ya no era posible y ahora tenía que afrontar sus problemas por mano propia.

Y ahí estaba ella, agotada no sólo por su más reciente orgasmo, también derrotada mentalmente. Esperando una intercesión divina o a un imaginario súper héroe. Nada de ello llegaría y lo sabía.

Sucedió así: ella temblaba, él había palidecido. Lo cierto es que ninguno de los dos se había preparado nunca en su vida para afrontar aquella situación y por ende estaban en terrenos desconocidos. _____ sabía de antemano que aquella noticia supondría un imparable e impecable festejo en alguna pareja común y corriente, no obstante, ella no sabía cómo reaccionar, ni siquiera se había detenido a pensarlo antes, aún sabiendo que en su vientre engendraba vida, nunca se había detenido a asumirlo hasta entonces. Paradójicamente sintió una venda caer de sus ojos y aún así no tenía claro a qué recurrir.

Lo único que atravesaba por su mente era aquella criatura, aquella que había sido fruto de alguna relación que ella odiaba, desde cualquier perspectiva posible. Fuese de su esposo, fuese de su amante, lo único que tenía claro era que aquello no había sido fruto del amor o algo parecido, quizá deseo y nada más.

Entonces surgió una duda existencial, ¿cómo podría reaccionar ante ello? Es decir, ante el... bebé. ¿Amor, cariño, indiferencia, repudio, odio? No lo sabía y no quería pensar en ello, lo único que deseaba era evadir el problema, no saber nada de ello, sin embargo su vientre comenzaba a crecer y, agregado a ello, su marido lo sabía ya y ahora le cuestionaba de ello. Resopló. Podría liberarse de una vez por todas negando la paternidad de Ashton hacia su hijo, sin embargo, ni ella misma podía afirmarlo o negarlo, ni ella misma sabía a quién correspondía aquella responsabilidad y en realidad no deseaba descubrirlo.

-¿Embarazada? – ahora no sólo retumbaba en su mente, ahora también aquella aterradora palabra se producía en los labios de su esposo, una y otra vez sin indicios de tregua alguna.

-Sí – asintió – Espero un... bebé.

-Bebé... tú... embarazada – el hombre hablaba más para sí que para ella, intentando convencerse de que aquello no era una broma de su mente - ¿Tres meses? – él calculó en su cabeza no capaz de superar aquel impacto, ella asintió.

La heredera Ransome sólo esperaba que aquella pregunta respecto a la paternidad jamás emergiera, lo cierto es que no se sentía capaz de divagar y por consecuente mentir respecto a la paternidad de su hijo cuando ni siquiera ella tenía idea alguna de la realidad. Sonrió al divisar a su marido concentrándose en más detalles ajenos a la paternidad, cosas triviales como el sexo del bebé, cómo se llamaría, dónde dormiría... cosas que no podía digerir en aquel momento.

  Podrán destrozar todas mis pasiones, sueños e ilusiones, podrán derrumbarme; pero un ultimo y palpitante recurso aún se encuentra latente, sobrevive aún mi venganza, una venganza que a partir de ahora me será más querida que la luz o los alimentos.



Cuatro meses después.


_______ despertó con los rayos solares. Nada extraordinario marcaba su mañana, de hecho todo parecía haberse convertido en una rutina ya. Su desayuno a la cama, sus ascos y mareos matutinos que día a día empeoraban, un pequeño regalo nuevo para el bebé por parte de su esposo, una larga y armoniosa charla con Victoria Ransome mientras ella la ayudaba a arreglarse. Y aquella constante preocupación interna, aquella que la agobiaba no dándole tregua, ¿y qué si todo aquello era una treta? Una trampa, ¿y si el cazador, ella, resultase cazado?

Y es que su madre y Ashton parecían tan armoniosos, tan amables que eso no dejaba de erizarle la piel aún como si día a día viviese en una cruel película de suspenso o quizá terror.

Su venganza se acercaba y eso no le consolaba, de hecho había aumentado sus temores, ¿qué pasaría si todo se revertía en su contra? Si todo aquello que había planeado con tenacidad resultaba el golpe final que terminaría por destruirla por completo? Justamente aquél día era el indicado, el que había estado esperando ansiosa hasta un par de semanas atrás en las que había deseado con fervor que el tiempo se detuviese. Sin embargo, todo transcurría rápidamente. Su embarazo era ya notorio si se detenían a observarla aún cuando su bajo peso le había ayudado a disimularlo. Pero ahora todo se volvía en su contra y le urgía acabar con ello de una sola tajada.

Como ya acostumbraba se incorporó presurosa en dirección al baño de su habitación para devolver el estomago y después volver a su cama para sentarse en una orilla e intentar sin éxito calmar sus mareos. Lo cierto es que eso de un embarazo no iba con ella, ni siquiera era capaz de soportar aquellas pequeñas ropitas que era obligada a ver con una pérfida sonrisa en sus labios, sus colores neutros, sus suaves texturas, aquellos olores que despedían. Simplemente, lo repudiaba. Inhaló con fuerza un halo de aire y cerró sus ojos. Se odio, las imágenes que inundaron su mente no la ayudaron y es que cada momento en que hundía su mirada en la oscuridad proporcionada por sus parpados, surgían de sus recuerdos aquellos momentos memorables junto a su amante remarcándose así la posibilidad de que su más odioso enemigo bien podría ser el padre de aquel engendro que llevaba en su vientre.

Resopló, aquello no estaba bien. No era justo dirigir su odio contra aquella criatura que nada de culpa tenía y cuyo único pecado era existir y sin embargo no podía controlarlo, su odio acumulado finalmente había encontrado una víctima y ahí estaba el resultado, maldiciones de rato en rato, arrepentimientos seguidos de una lluvia de dulces palabras y suaves caricias.

No podía seguir con ello, he ahí la razón por la que urgía ya efectuar su macabro plan, aquel que la condenaría al fuego eterno y que aún así ansiaba como un sediento al agua. Su venganza.
______ Ransome, la señorita caprichosa que había estado pacífica durante un muy largo tiempo haciendo del mundo de la crítica uno en suma aburrido, colgó el auricular del teléfono sin poder ocultar aquella sonrisa pérfida que iba en aumento conforme transcurrían los segundos.

Estiró con pereza sus brazos y se incorporó para echar a andar con calma en dirección a la oficina de su marido tras lanzar una fugaz mirada a su vientre abultado. Sería tiempo de que aquel accidente en su vida se tornara en su completo favor y ya sabía cómo hacerlo.

Detuvo sus pasos justo frente a la puerta de madera tallada con elegantes detalles. Llamó a ella un par de veces y esperó por un par de segundos. Acto seguido, se introdujo a ella.

Ahí estaba, su segunda víctima posterior a su amante, su próxima presa. Indefenso y despreocupado, ajeno a su pronto destino.

______ se detuvo por un instante a observarlo, su angelical rostro, sus rebeldes rizos, sus hoyuelos en sus aterciopeladas mejillas, su dulce mirada, sus rosados labios... vaciló. Por un momento, ella deseó echarse para atrás, dejar todos sus planes al aire para quizá lograr una vida con aquél hombre, compartir sus últimos días, darla una familia a aquella criatura que cargaba en su interior. Y sin embargo, su sed, quizá su demonio interno, sus deseos de ver plañir a cada uno de sus verdugos, todo aquello era mayor a sus buenas intenciones, todo aquello resultaba algo más grande que ella misma y no podía cesar con ello. Era como un panal de avispas alborotado, una vez provocado, ya nada podría detenerlo.

-¿Estas ocupado, amor? – se acercó a abrazarlo por detrás de su cuello no omitiendo un pequeño toque de dulzura en su tono de voz.

-Sólo un poco, pero para ti, jamás – el hombre sonrió tras dejar su bolígrafo encima del escritorio y corresponder su abrazo - ¿qué necesitas, corazón?

-A ti – ella susurró a su oído.  

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora