Adler Wells observaba perdido a la gente que lo rodeaba, todos lucían despreocupados por el atasco del tren, al contrario que él, parecían disfrutar con la idea de permanecer más tiempo en el tren. De repente su mirada chocó con la de una atractiva mujer rubia que se había dedicado a observarlo desde que llegó hecho una furia, sin éxito intentó iniciar un juego de seducción con él.
Resopló y bebió el último sorbo de su vino tinto. Pagó la cuenta al mesero y se retiró del pequeño centro de reunión del tren con paso pesado.
Refunfuñó, se había negado a una aventurilla con aquella rubia que parecía no importarle nada más que tener una larga noche de sexo. Era la primera vez que se negaba a disfrutar de una mujer como esa.
Su enojo, al contrario de lo que él deseaba, aumentó de sobremanera. Tenía claro que llegar a su compartimiento no sería algo prudente, nadie le hacía perder la paciencia tan rápido como ella, Ivy Ransome, la mujer más caprichosa, insoportable, estúpida y... apetecible que había conocido en toda su vida.
Abrumado comprendió el motivo por el que se había negado a aquella rubia, no deseaba en ese momento a nadie más que a esa insoportable señorita malcriada. Se detuvo en un pasillo a desquitar su ira con la primera pared que encontró. Sus nudillos sangraron ligeramente y él sólo se reprochó a sí mismo. No era posible que siguiera conteniendo sus impulsos animales con ella, cuando bien merecido se tenía sufrirlos.
Se molestó aún más al recordar que gracias a que había olvidado comprar todo el compartimiento para él solo durante el viaje, ahora Ivy lo compartía con él. Se arrepintió de simplemente conocerla en persona. Era feliz cuando sólo sabía que era una típica socialité que pasaba de fiesta en fiesta dando de qué hablar. Pero ahora que había tenido la desagradable fortuna de tratarla, compartía las severas críticas de todas aquellas periodistas que la criticaban, se mofó de sus pensamientos inocentes que había tenido anteriormente, << es sólo envidia lo que sienten estas mujeres por la heredera Ransome>> se decía cada que leía aburrido esos artículos, pero ahora estaba en completo acuerdo con ellas, ella era la peor mujer de la historia, pero eso no le quitaba su deseo de poseerla por una noche.
Continuó caminando, recordó que en dos días sería su carrera, se había estado preparando muy duro para finalmente ganarle al <<lobo negro>> y nuevamente regresar a los encabezados del automovilismo, y ahora la misma naturaleza se negaba a que lo hiciera, comenzó a sospechar que todo estuviese planeado por el dichoso corredor, sin embargo era ilógico. Todo en ese día le estaba saliendo mal. Regresó a la realidad en cuanto sintió una vibración en su bolsillo, se detuvo nuevamente y se percató que estaba a tres metros de llegar a su compartimiento. Sintió la vibración nuevamente, se llevo una mano a su bolsillo y extrajo de ahí su móvil. Contestó tras ver el nombre de Scarlett Stanbury escrito en la pantalla. ¡Genial! Para variar su prometida ya comenzaría a empalagarlo con sus cursis comentarios.
–Hola, amor – se escuchó su dulce voz del otro lado. Él resopló irritado.
–Hola, linda – se contuvo, no convenía romper ese compromiso según la visión de negocios de su padre, casarse con ella significaría una fusión entre los hoteles Wells y los Stanbury, lo que a su vez significaba una derrota absoluta para los hoteles Ransome, los cuales hasta el momento se encontraban en la cumbre de popularidad en todo el mundo.
–Precioso, te extraño, ¿cómo estás? – sí, también le agradaba como mujer, era bella sin duda alguna, sus azules ojos le resultaban irresistibles, sin mencionar su extremadamente blanca y aterciopelada piel que hacía un perfecto contraste con sus gruesos cabellos negros. Extrañó sus rojos labios.
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Señorita malcriada [EN EDICIÓN]
ChickLitEllos solo deseaban ganar. Ella quería ganarle a él. Y, por supuesto, él a ella. ¿Quién caerá antes en el juego del amor? ADVERTENCIA Contiene escenas sexuales explicitas.