Capitulo 38

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_________ terminó de maquillarse dejando atrás el recuento de su día, había mantenido una larga y amena charla con su tío mientras no dejaban de compartir sonoras carcajadas.

Pero, siendo honestos, desde que escuchó aquella confesión de sus propios labios, acerca de esa mujer que lo frustraba, ella no había podido escuchar siquiera sus propios pensamientos, era algo extraño para lo que nunca se había preparado pues no lo creía necesario; le molestaba, sí, era inapropiado, por decir algo, el hecho de que él estuviese interesado en una mujer más de lo necesario. Nunca en su vida lo había visualizado en esa situación y aún después de haberlo sabido ya varias horas atrás seguía sin tragárselo, es que no podía asumirlo, simplemente era como decir que repentinamente el mundo había dejado de girar, algo imposible, utópico, absurdo e insoportable. ¿Y qué pasaría si eso iba en serio? Su vida prácticamente perdería todo sentido y se iría al desagüe. ¿Con quién podría refugiarse? ¿Quién la escucharía, la ayudaría y la querría? ¡Nadie!
Se detuvo a pensar, se sentó en el borde de su cama y se llevo sus manos a su rostro. Estaba siendo irracional y egoísta, después de todo Chris estaba en su completo derecho de hacer lo que quisiese… ¡pero no ahora! Resopló.

Estaba asqueada, vaya que sí. Necesitaba que Chris le confesara con una malévola sonrisa dibujada en esos perfectos labios que todo había sido una broma de pésimo gusto. Solo entonces sonreiría y recuperaría la fe.

-________ - Chris llamó a su puerta alejándola de sus temores – Carlo Insitoris está esperando por ti – escuchó como alejó sus ligeros pasos de ahí para ir a recibir a s próxima cita.

Corrió no muy entusiasmada a su guardarropa en donde ya había desempacado y tomó un vestido al azar, se dispuso a cerrar la puerta pero su mirada chocó con algo que la retuvo. Dejó caer su vestido al suelo conmovida y contuvo sus lágrimas. Llevó sus temblorosas manos a aquél vestido que había permanecido ahí desde la última noche que había estado en casa de su tío. Con un nudo en la garganta tiró de él con extremo cuidado y lo tendió sobre su cama. Maldijo para sus adentros al recordar una de las razones por las que había considerado seriamente no acudir a ese refugio, Michael Clifford regresó a su mente en uno de sus recuerdos más gratos, aquella noche maravillosa en la que había usado ese vestido. Comenzó a acariciar la delicada tela encontrando aún en ella algunos granos de arena, acercó vacilante su nariz y aspiró el aroma a sal que aún se conservaba impregnado en esa prenda. Sintió una lágrima rodar por su mejilla.
Liberó un suspiro al aire y cerró sus ojos recordando las falsas promesas de su amante. Bastó un minuto más para que entonces lo decidiera. Impulsada por su abatimiento tomó con ambas manos aquél vestido, una prueba más de lo que había vivido junto a ese hombre que había creído especial, y con la fuerza de su ira comenzó a halar de él para partirlo en dos. Estaba poseída, sí, pero era magnífica la sensación que experimentaba al progresar en su lucha contra eso que su amante había despertado en ella.
Cuando terminó, arrojó la prenda rota a su contenedor y tras limpiar su única lágrima, regresó al vestido que había dejado abandonado en el suelo, se lo colocó en un solo movimiento y tras cerciorar su buena imagen en su espejo, salió para ir a su nueva cita. El lugar ya lo tenía en mente y vaya que lo disfrutaría.

-Perdón por la demora – dibujó una pérfida sonrisa en su rostro ante los admirados rostros del par de hombres.

-Luces hermosa – Carlo Insitoris agregó después de besar su mano y entregarle un tulipán escarlata.

-Gracias – tomó la flor con delicadeza y entregó su mano a su nuevo amante. Con un movimiento de cabeza se despidió de su tío y siguió a aquél hombre que lucía un conjunto casual que destacaba su hechizante cuerpo.

-¿Quieres ir a algún lugar en especial? – él le dedicó una sonrisa encantadora mientras descendían por el ascensor.

-Sí, tengo un excelente lugar que estoy segura ambos gozaremos – sonrió.

-Excelente – el ascensor se abrió – Mi coche está por allá – señaló un Maybach Exelero.

-Nada mal.

-Te impresionaría la velocidad a la que logra correr – ella sonrió sarcástica, “¡Imbécil, te sorprendería descubrir la identidad del lobo negro!” deseo gritarle, respiró hondo y se contuvo.

-¿De verdad? Quisiera probarlo – sonrió infantilmente.

-Es todo tuyo – él le entregó la llave.

-Grandioso – dijo después de subir al asiento del conductor, por lo menos estar montada en un coche como ese le daba un poco de tranquilidad - ¿Sabes? – dijo después de recorrer las calles de Mónaco – En el mundo del automovilismo corre el rumor de que los tíos que se inclinan por enormes autos lo hacen para… ya sabes, para compensar otro equipamiento pequeño – él levantó una ceja ante el comentario de _______, ¿acaso ella creía que él lo tenía… pequeño? Rió.

-¿De verdad crees eso? – ella asintió, él se alegró de que ella fuese directa – Me gustaría desmentir ese rumor – y sin esperarlo, _______ sintió una de sus manos apresadas, atónita observó de soslayo como su nuevo amante había conducido su mano directo a su hinchado miembro, sintió como la sangre se disparó directo a sus mejillas, ahí no había nada que compensar, el tío aquél estaba más que bien dotado, se arrepintió de su provocación.

-Excelente, rumor desmentido – sonrió tras poner a salvo su mano de él. Él rió aún más.

-Das la impresión de nunca haber tocado antes uno – ella se perturbó por el comentario, Chris vaya que no había exagerado al comparar a ese hombre con Michael Clifford, incluso temió que él resultase ser mejor persona que Carlo Insitoris.

-Mira, llegamos – no sabía si sentir alivio o preocupación al llegar a aquél lugar, en un principio había parecido una extraordinaria idea, pero ahora parecía lo más estúpido que podía haber hecho.

-La playa – él sonrió complacido, ella fingió sonreír. Ambos bajaron del coche. ______ fue invadida nuevamente por sus recuerdos, ese había sido el lugar y vaya que había cometido un grave error al llevar a un cretino a ese sagrado lugar con la esperanza de mofarse de aquella noche que deseaba enterrar en el olvido, sintió un terrible impulso por romper en llanto. Lo anhelaba.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora