Capitulo 9

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Ivy refunfuñando regresó con pasos sumamente lentos hacia su compartimiento. Al llegar a la puerta se detuvo nerviosa, notó cómo su corazón inevitablemente se había acelerado como pocas veces, esa era la primera vez que temía llegar a algún lado. Estiró su brazo dudosa y tomó entre su mano el frío pomo metálico, su piel como respuesta inmediata se erizó. Sintió entonces como su cuerpo, ¡incluso su cuerpo!, se oponía a entrar nuevamente al interior de ese compartimiento. Se arrepintió y retiró casi de inmediato su mano del metal. Resopló una vez más y se llevo ambas manos a su rostro con terribles deseos de soltar un incontrolable llanto. No sabía cómo manejar esa situación, ninguna persona había logrado frustrarla y Adler Wells... ese hombre al parecer, tenía un malévolo don que consistía en irrumpir su aparente tranquilidad.

Optó por pegar su oído a la puerta intentando escuchar algún sonido del interior, algo inútil en realidad, pero una buena forma de extender el tiempo alejada de él. Silencio absoluto, interrumpido por su propia respiración, frunció su entrecejo e intentó forzar la agudeza de su oído, se pegó incluso más a la puerta y permaneció atenta intentando respirar muy suavemente a pesar de estar completamente asustada, una vez más hubo un silencio absoluto. Maldijo para sus adentros, se contuvo de desquitar su furia contra la puerta y se alejo un par de pasos para permanecer ahí parada completamente inmovilizada mientras se daba ánimos a sí misma para entrar. Sonrió amargamente ante lo que pasó por su mente... estaría mucho mejor en una cena aburrida con su prometido a estar en esa embarazosa situación. Resopló. Extendió nuevamente su brazo, pero esta ocasión, antes de siquiera tocar el pomo lo regresó a su lugar, odiaba esa nueva Ivy en la que la convertía el insoportable heredero Wells.


–¿Sucede algo señorita Ransome? – se sobresaltó y giró su mirada para encontrar a la extrañada edecán.


–No, nada en absoluto – dijo sintiéndose estúpida.


–¿Hay problemas con la puerta? – la edecán frunció su entrecejo al ver que Ivy no había entrado aún a su compartimiento.


–Eh... sí, es que – improvisó una excusa – es que creo que está atascada, no lo sé, no puedo abrirla.


–¿Segura que... - la edecán frunció su entrecejo y llevó su mano a pomo para abrirla sin problema alguno.


–Oh, ¡qué extraño! Hace unos momentos no abría – fingió gran sorpresa.


–Bueno, creo que ya no hay problema – sonrió la edecán y se retiró satisfecha creyendo haber hecho un buen trabajo, algo totalmente opuesto en la opinión de Ivy quien quedó irritada observando fijamente la puerta deseando no atravesarla.


Finalmente tras un largo momento de permanecer ahí inmóvil se dio cuenta que era ilógico pasar durante todo el viaje ahí parada, tarde o temprano tendría que enfrentar nuevamente a su ya odiado compañero, y en cuanto antes fuera, se acabaría más rápido su martirio. Se armó de valor y tras inhalar una gran bocanada de frío aire terminó de abrir la puerta. Se dirigió a su asiento y se acomodó en él ignorando a su compañero. Clavó su mirada en la ventana rogando al cielo ser protegida de aquél hombre ya que esta vez no se sentía capaz de defenderse por sí sola, con él esa habilidad que tenía simplemente se esfumaba. Permaneció viendo cómo caía lentamente la tormenta de nieve hasta que se aburrió, para decir verdad ese eterno momento de un sepulcral silencio le fue algo tormentoso, esperaba al menos que Adler al verla explotara en gritos o algo parecido pero simplemente había permanecido en completo silencio.

Se decidió a mirarlo por primera vez en ese tiempo, lo hizo discretamente, de reojo. Y se percató de que él la observaba severamente, su enojo se hacía evidente en su rostro y ella casi explota en carcajadas cuando vislumbró lo irritada que se encontraba la piel que rodeaba a ese par de verdosos y llorosos ojos efecto del gas que le había arrojado. Se contuvo, en verdad se esforzó por no reír, pero no pudo evitar esa sonrisa que se dibujó de inmediato en sus labios y, evidentemente, la furia de él se acrecentó.

Adler al verla ahí, tan cínica y despreocupada mofándose de él sintió el incontrolable impulso de arrojarse a ella y desquitarse de cualquier forma... estrangulándola o quizá besándola salvajemente, se levantó lleno de ira dispuesto a atacarla, pero al verla ahí, sentada tan indefensa y tan frágil se arrepintió. Controló con enormes esfuerzos sus impulsos y sabiendo que si permanecía un instante más observándola mientras ella gozaba de su sufrimiento no podría soportar más sus deseos de verla sufrir a ella también.

Nada complacido y molesto consigo mismo, él salió de ahí tras lanzarle una mirada asesina a esa aparentemente indefensa mujer.

Ivy frustrada ante el comportamiento de su compañero no pudo más que quedar literalmente con la boca abierta.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora