Capítulo 56

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  El coche se detuvo tras un recorrido no muy largo. _______ descendió sin intercambiar palabra alguna con Insitoris y se alejó presurosa de ahí para introducirse a la mansión que se cernía frente de ella.

Lo cierto es que su estado mental no podría relacionarse con tranquilidad o seguridad. De hecho, ella no recordaba haber estado nunca antes tan temerosa, nerviosa e intranquila como lo estaba ahora, ni siquiera aún cuando pasó su primera noche sola en las enormes habitaciones de su mansión cuando apenas tenía escasos cuatro años; incluso aquel momento de incertidumbre le parecía grandioso a comparación de lo que ahora estaba atravesando.

Y sus miedos aumentaban conforme se sabía más cerca de su objetivo. Y es que había algo dentro, algo bueno quizá, que le gritaba internamente que ella se estaba equivocando. Pero, ¿cómo podría ella seguir con ello? Con su vida que definía como un terrible y accidental desastre, algo que nunca debía de haber ocurrido. Incluso ella, aún ella, no se consideraba digna de respirar. Es decir, ¿cómo podría alguien quien realmente nunca había conocido aquello que la sociedad definía como amor seguir respirando, seguir viviendo? ¿Cómo podría alguien a quien su misma familia repudiaba anhelar algo bonito para sí mismo? Su vida era un asco, desde el primer momento en el que había dado su primer respiro, y estaba consciente de ello.

Resopló, sus demonios internos parecía regocijarse en su interior ante su debilidad escondida tras de aquella venganza que, aún cuando no quería reconocerlo, la estaba destruyendo incluso más de lo que estaba y, peor aún, se fortalecían mientras ella desfallecía.

La perilla metálica giró con lentitud abriéndole así el camino a la heredera Ransome con su siguiente víctima. Con un nudo insoportable en la garganta y la mirada vidriosa e invadida por un llanto contenido, se introdujo a la habitación, tiritando para intentar inútilmente devolver un poco de calor a su cuerpo y para liberar un poco de la presión ejercida sobre su ser.

Caminó, lento, silenciosa hasta cesar al llegar frente del escritorio de cedro con el que relacionaba siempre a su propietaria, y es que habría sido ilógico que no fuese así, es decir, toda su infancia aquél escritorio había sido el cuadro en el que su madre se desenvolvía día a día aún cuando ______ necesitase un poco de atención, aún así aquel pesado y elegante mueble de madera no había pasado a segundo plano. Y en esta ocasión, no era la excepción.

-Ah, _______- Victoria Ransome apenas se dignó a levantar por un par de segundos su mirada para después regresarla a los papeles que reposaban sobre la superficie del mueble - ¿has resuelto ya la situación? - ____ observó cómo la atractiva mujer daba un sorbo al humeante líquido depositado en su costosa taza de porcelana restándole por completo importancia a su misma hija.

-Ese es el motivo de mi visita, madre – se maldijo, por su inesperada voz entrecortada que la hacía lucir ridículamente patética ante uno de sus más odiados enemigos.

-¿Y bien? ¿Quieres que lo resuelva yo? _______, eres lo suficientemente grande como para hacerte cargo de tus responsabilidades...

-No, madre - ______ la acalló con un movimiento de sus manos – Creo que no me entiendes, he venido a informarte que la situación se ha arreglado por completo – y, por inercia, ______ sonrió.

-¡Excelente! ¿Y dónde está Ashton, entonces? - ______ agradeció que la mujer finalmente mostrase más interés por sus palabras dejando a un lado aquellos papeles muy seguramente relativos a los hoteles.

-No nos enfoquemos en Ashton por el momento, mami - _____ escupió sus palabras llenas de ira – Creo que hay algo que te interesará aún más – y por vez primera decidió acercarse a ella con una sonrisa en rostro, una sonrisa sincera.

-¿Quién es Carlo Insitoris, ______? - ______ se sobresaltó ante el inesperado y brusco tacto de su madre alrededor de su muñeca.

-¿Carlo Insitoris? – fingió demencia - ¡Ah! ¿Te refieres acaso al padre de mi hijo? – intentó sin éxito en sus planes zafarse de la presión ejercida por su madre sobre el tronco de su mano.

-¿Qué estás diciendo ahora? - _____ observó en silencio el sobresalto de su madre, sus ojos fuera de órbita a juego con su rojizo tono sobre su delgado rostro que lucían lo suficientemente amenazantes como para hacerla temer por su misma vida.

-Carlo, el rockstar, es el padre de mi hijo, madre – ella soltó sus palabras con la suficiente lentitud como para dejarlas más claras que el agua misma.

-¿Es acaso esto una broma, querida? – y ahora su madre se había incorporado de su sillón de cuero y la afrontaba, justo como _____ lo había anhelado.

-En absoluto, madre - _____ sonrió, aún cuando su madre había liberado una mínima fracción de su furia sobre una de sus mejillas en una sonora y ardua bofetada - ¿Es todo lo que planeas hacerme, 'mami'? –y el sarcasmo en sus palabras la hacía experimentar una serie de sentimientos contrastados, básicamente resumidos a miedo y placer - ¿Realmente tu odio se reduce a una simple agresión física? En tu lugar, no estaría satisfecha ni aún asesinándome, madre.

-Deja de decir sandeces, _______... – la advertencia de su madre no la hizo flaquear como habría de haber esperado, de hecho comenzaba a alborotar aún más sus deseos que aquejaban a todo su ser.

-Creo que sigues sin entenderme, Victoria – dio un paso firme hacia ella obligándola a regresar a su asiento – Escúchame, lo diré claro y conciso, entonces comprenderás - _____ entonces, con una sonrisa irónica sobre sus labios, llevó un brazo al interior del cajón central del escritorio de madera y sacó de ahí un grueso sobre de papel para, inmediatamente y con brusquedad, arrojarlo sobre la superficie plana del mueble – Te has ido a la ruina, madre. Tú y tus jodidos hoteles están en bancarrota – declaró sin perder el contacto visual con la madura y atractiva mujer que ahora repudiaba.


  -¿Y cómo te fue? – Carlo Insitoris sonrió sarcástico apenas su amiga ascendió al automóvil en el que él había pasado una considerable cantidad de tiempo esperándola.

Lo cierto era que no lucía bien. Sus piernas temblaban, su respiración estaba agitada, su mirada fuera de órbita, sus manos sudaban, su mandíbula estaba tensa y su piel estaba más blanca que el marfil mismo. Su sonrisa desapareció en automático.

-¿Qué ocurrió? – se aventuró a cuestionar tras encender el automóvil y hacerlo arrancar a gran velocidad adivinando no conveniente permanecer en la mansión Ransome.

Esperó, paciente. De vez en cuando mirándola de soslayo. Y aún, tras un momento eterno en el cual el silencio sepulcral había reinado, _____ Ransome seguía muda y su estado no mejoraba.

Aquello no estaba bien, había ocurrido algo, algo lo suficientemente ruin como para que ella estuviese en completo trance.

¿Y qué haría entonces?

Una simple idea llegó a su mente y no se detuvo a pensarla.


Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora