Capítulo 17

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–Sólo con una – alargó el beso – contigo.



Ivy Ransome estuvo a punto de caer nuevamente en los labios de ese hombre que sabían incluso mejor que el más delicioso afrodisiaco que había probado hasta ahora. No obstante, en cuanto sus labios se rozaron alguien llamó a la puerta de su compartimiento haciendo que ambos se sobresaltaran y se separaran de inmediato dejando en el olvido aquello "romántica" escena en la que ella descansaba su cabeza sobre su fuerte pecho.


Podría decirse que fue uno de los momentos más incómodos que ambos habían experimentado, cada uno se colocó lo más lejos posible del otro mientras hubo un intercambio de avergonzadas miradas.

En la puerta insistieron, Ivy reaccionó y se sonrojó, nuevamente se sintió estúpida, se intentó levantar mas no pudo, aún se encontraba algo adolorida. Se volvió a sentar sin poder evitar ese gesto de dolor marcado en su rostro, Adler se levantó entonces, pendiente de ella y dispuesto a reducir ese dolor, pero en la puerta volvieron a insistir, resopló y tras darle una tierna caricia sobre su rostro fue a abrir.



–Señor Wells – la edecán comenzó a tartamudear al estar frente a ese hombre que consideraba su amor platónico – yo, yo venía a – él alzó una ceja mientras observaba divertido a la jovenzuela.



–Venía a... - la animó a seguir, no le agradaba en lo más mínimo la idea de perder tiempo frente a ella mientras podría perderlo con Ivy.



–Venía a informarle que... - ¡demonios! Cuanto deseaba abalanzarse contra ese hombre y poseerlo durante el resto del viaje, recorrer cada uno de sus músculos con la punta de sus dedos y hacerlo gemir de placer.



–¿Se encuentra bien? – se asomó al interior del compartimiento recordando que Ivy estaba algo lastimada. En cuanto la vio ahí sentada tan angelical no pudo evitar sonreír, ella lo notó y le devolvió su sonrisa. Quiso entrar a besarla sin embargo sabía que eso podría ser quizá lo más imprudente con presentes incluidos.


–Sí, estoy bien – la edecán se sonrojó satisfecha al creer que Adler Wells realmente estaba preocupado por ella, ella perjuraba que la preocupación se marcaba en su rostro por su causa, lástima que ella no sabía el motivo real de su preocupación.



–Bien, entonces, ¿podría decirme, por favor, el motivo de su visita? – sonrió amablemente en cuanto regresó su atención a la edecán, la cual casi se derrite en ese preciso instante.



–Eh, sí, claro – repentinamente recordó a qué iba – El tren, el tren ya ha sido desatrancado. En unos cuantos minutos retomará su marcha de nuevo – sonrió coquetamente.



–Oh, bien, gracias – él no tomó mucho en cuenta el pobre intento de seducción de la jovenzuela. La noticia que había estado esperando desde que el tren se había atascado insólitamente no le había hecho mucha gracia, sin duda estaba desconcertado, ciertamente él no quería que ese pasaje en el tren acabase. El motivo.... ¡qué más daba el motivo! Lo sabía, sin embargo se negaba a aceptarlo.


Desconcertado regresó al interior del compartimiento ignorando la sonrisa de la jovenzuela. Cerró la puerta sin percatarse que esa acción ciertamente lo había dejado como un verdadero zopenco. Chocó su mirada con la mueca de curiosidad que marcaba Ivy y se sintió devastado.



–¿Ocurre algo? - Ivy pasó la mueca de su rostro de curiosa a cautelosa.



–¿Eh? – Reaccionó – No, nada.



–¿Y quién era?



–¿Quién?


–El que tocó la puerta...


Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora