Capitulo 3

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Decidió ignorar al desconocido y terminó por acomodarse en su asiento para después resoplar con fuerza, se aburrió de pensar tan sólo en que le esperaban más de diez horas en ese tren, cosa que jamás pasaría si tan sólo pudiera manejar uno de sus Ferrari, giró su mirada a la ventana y observó durante un momento las rápidas imágenes del exterior hasta que se sintió inútil al hacer prácticamente nada.

Volvió su mirada al interior del compartimiento y se centró nuevamente en aquél desconocido que dormía plácidamente frente a ella sin siquiera tomarla en cuenta, no podía ignorarlo y se sintió molesta de cierta manera, era la primera vez que alguien la ignoraba en un lugar concurrido por gente de la alta sociedad. Era irónico que ella no podía separar su atención de él y él no sabía siquiera de su existencia. Sintió deseos de arrojarle su bolso para hacerlo despertar pero se contuvo, sus impulsos no siempre traían consecuencias gratas y eso lo sabía por experiencia.

Volvió a resoplar y comenzó a buscar dentro de su bolso aquél libro de Mary Shelley que aún no terminaba de leer, abrió sus páginas y rápidamente encontró la última página que había leído y que no había querido terminar debido a que lastimosamente se sentía identificada con el monstruo creado por Vítor Frankenstein, prácticamente expresaba lo mismo que ella sentía respecto a su madre, <<¡Creedme, Frankenstein, soy bueno; mi espíritu está lleno de humanidad y amor, pero estoy solo, horriblemente solo! ¡Incluso tu, que me creasteis me odiáis! ¿Qué puedo esperar, pues de aquellos que no me deben nada?>>, sus propios creadores los rechazaban y sentían una repugnancia por ellos.

¡Basta! Se gritó internamente y cerró el libro con todas sus fuerzas, ahora estaba segura de que jamás volvería a abrirlo; joder, había sido la mala idea extraerlo de los enormes estantes de la biblioteca de su mansión, pudiendo escoger entre una enorme variedad tenía que haber elegido aquél. Tragó saliva con gran dificultad debido al nudo que se había formado en su garganta y volvió a guardar el libro en su bolso, la próxima vez que saldría de ahí sería quizá para tirarlo a la basura.


Hundió su rostro entre sus manos e intentó contener su llanto, llorar no estaba dentro de sus planes, no para alguien fuerte como ella, la vida ya le había dado muchos golpes que la habían hecho lo suficientemente resistente a cualquier otro golpe, pero esos últimos días esa fortaleza, ese escudo que la protegía parecía haberse desgastado por completo al punto de ser una simple cáscara, por algún motivo ella se sintió débil e indefensa necesitada de alguien quién la protegiera y le brindara el amor que hasta ahora nunca había experimentado.


Seguramente habría perdido la batalla contra sus lágrimas de no haber sido por el tono de su móvil que una vez más la había sobresaltado. Levantó rápidamente su cabeza y comenzó a buscar en su bolso, extrajo de él su móvil y contestó sin fijarse en el remitente.


–Ivy, ¿dónde demonios estás? – la irritada voz de su madre la hizo poner a trabajar rápidamente en una excusa que darle, aunque en realidad no valdría mucho la pena su esfuerzo, fuese una buena o mala excusa ella terminaría castigada.

–Madre – inhaló y se relajó – estoy en un tren – sonrió descaradamente.

–En un tren, ¿a dónde? – su madre habló apretando sus dientes, hecha una furia.

–A París, madre – su sonrisa aumentó mientras aumentaba sus mentiras – iré de compras.

–Tu cita con Seth es en tres horas, Ivy y lo sabías – su furia no disminuyó.


-¿Realmente era hoy? – fingió asombro descaradamente, no era que no pudiera actuar, de hecho era una gran actriz, mejor que muchas de Hollywood, pero disfrutaba hacer rabiar a su madre – Pero pensé que sería mañana, es por eso que ya reservé una suite presidencial en nuestro hotel de París, madre, planeaba regresar por la tarde de mañana para estar lista con nueva ropa para Seth, ropa muy sensual.


–Ivy, escúchame – su madre ya había perdido la paciencia – comunícate inmediatamente con tu prometido y explícale tu torpeza.


-Sí, madre, lo haré apenas cuelgues, le explicare todo, no te preocupes, todo estará perfecto, tan perfecto como lo es todo en mi vida – disfrutaba del sarcasmo sin duda.

–Ivy eres insoportable, ¡madura! – su madre la regaño y acto seguido colgó.


–Yo también te quiero mami – dijo en un susurro dejando su sonrisa en el olvido, una vez más las lágrimas comenzaron su lucha. Sin embargo ella no hizo más que ignorarlas, apagó su móvil y lo tiro al otro extremo de su asiento, suspiró y dirigió su mirada a la ventanilla para percatarse que el clima había empezado a empeorar, los nubarrones habían ennegrecido y el frío ya era insoportable. Se llevó sus manos a su boca y sopló sobre ellas para después friccionarlas, intentando darse calor.

Repentinamente se sintió atraída por una fuerza extraña que la obligó a alzar su rostro para percatarse que esa extraña sensación era provocada por la profunda mirada de su compañero de compartimiento, quien la observaba en silencio ahora que ya había despertado gracias al tono de su móvil.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora