Al despertar Ivy Ransome se sobresaltó al escuchar el silbato del tren y; de no haber sido porque Adler Wells la mantenía estrechamente abrazada de su cintura seguramente hubiera caído del ahora reducido asiento. Gracias al agradable calor humano que la rodeaba estuvo a punto de volver a caer dormida, sin embargo apenas cerró sus ojos volvió a abrirlos cual platos al captar que su peor enemigo la tenía dulcemente abrazada y seguía introducido en ella. Recordó hasta entonces lo que había ocurrido durante la noche anterior, tan cansada había quedado que incluso ya le quedaban pocos recuerdos de ellos, sin embargo todos ellos eran gratos, podía decir incluso que esa había sido una de las mejores noches de su vida... si no es que la mejor. Revolvió su cabeza obligándose a volver a la realidad y alejándose de aquellos pensamientos que le costaba trabajo reconocer como la realidad.
Su razón junto con su orgullo comenzaron a gritarle que de una vez por todas se alejara de ahí, incluso antes de que él despertara, y después evitarlo por el resto del viaje y de su vida. Pero, en cambio y muy a su pesar, algo en ella, que no podía explicar, le rogaba que se quedase e hiciera de aquel momento algo simplemente mágico e inolvidable.
Ciertamente, ella se frustró, eso que en esos momentos sentía, esa confusión y esa impotencia que sentía por ser tan débil ante ese hombre, mezcladas le hicieron sentir un terrible dolor de cabeza. Resopló y se dispuso a levantar, como siempre su orgullo era mucho mayor. Sin embargo, justo en el momento en que apenas hizo un ligero movimiento ella advirtió que ese hombre seguía aún dentro de ella, no pudo evitar excitarse nuevamente, se humedeció una vez más ante la idea... Traviesa hizo otro movimiento un poco más brusco, sonrió al sentir que ese miembro comenzaba a despertar de nuevo mientras su dueño apenas se había movido para dibujar una pícara sonrisa aún durmiendo.
Decidió hacerlo una vez más, sin embargo ella no previó que también se vería afectada y casi de inmediato lanzó un gemido que procuró callar para no despertarlo. Se maldijo cuando él se giró para mejorar su posición, y más aún cuando él también despertó sobresaltado y la miró incluso pálido aún no creyendo que eso hubiese pasado. Al igual que ella se percató del inconveniente que había traído su olvido de salir de ella y ahora afrontaba las consecuencias no exactamente de la forma más conveniente, pues sin contener sus impulsos decidió también iniciar una seria de suaves movimientos de cadera mientras ambos se miraban fijamente a los ojos sin pronunciar nada ni hacer expresión alguna.
Ella sin reaccionar aún, se limitó a disfrutar de aquel bailoteo que ahora él daba mientras lo observaba con los labios semi abiertos productos de la sorpresa que le había provocado la reacción de él, honestamente esperaba un desprecio o algo parecido, una mirada asesina quizá o un empujón, pero que volviera a hacérselo de una manera algo peculiar... eso sí era nuevo para ella.
Por su parte, él se maldecía no sólo por gozar de esa hembra una vez más sino porque era la primera mujer con la que había olvidado usar condón, algo que honestamente le preocupaba más de lo que debería y en segundo porque aún después de estar consciente de ello no podía arrojarla lejos de él y es que esas medias que aún traía puestas como única prenda lo excitaban más de lo que deberían.
Sus miradas lo decían todo: se deseaban, aún peor que Cupido y Psique, incluso más que ellos, los amantes griegos que jamás se dejaron de amar.
Podría acabar el mundo en ese instante pero ellos podrían morir satisfechos siempre y cuando estuviesen juntos. No obstante ninguno de ellos deseaba reconocer que eso ya comenzaba a transformarse en algo más que deseo, quizá una necesidad, una dependencia.
Ambos decidieron olvidarse de aquellas extrañas sensaciones que comenzaban a experimentar y decidieron concentrarse en el simple deseo carnal.
Finalmente eran idénticos, tal para cual.
Compartieron besos, caricias, mordidas, lengüeteos, rasguños, chupetones... Fue así hasta que volvieron a debilitarse.
En cuanto llegaron al clímax, una vez más a la par, ambos se dispusieron a separar finalmente sus cuerpos. Pero antes de que él efectuara movimiento alguno, ella colocó su mano sobre su pecho para detenerlo. Él la miró fijamente extrañado.
–Existe una sola regla en este juego, Wells – dijo ella lanzándole una fría mirada.
–Dila – se detuvo a admirar las delicadas perlas de sudor que bañaban su delicioso cuerpo.
–Después de esto, sin importar lo que suceda, tú y yo seremos un par de perfectos desconocidos. Como si esto jamás hubiese pasado.
–Creo que puedo sobrevivir con ello – se encogió de hombros y le robó un apasionado beso. Lo que dejo petrificada a Ivy.
–¿Qué demonios fue eso, Wells?
—Lo que ocurra aquí se quedará aquí – le sonrió, la tomó de su cintura, la terminó de penetrar profundamente mientras ella se corrió una vez más y finalmente la retiró delicadamente de él. La cargó entre sus brazos y la depositó suavemente en el otro asiento. – Eres la mujer más grandiosa que he conocido en toda mi vida – le sonrió, le regaló un dulce beso en su frente y después le dio la espalda para vestirse apresuradamente y salir.
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Señorita malcriada [EN EDICIÓN]
ChickLitEllos solo deseaban ganar. Ella quería ganarle a él. Y, por supuesto, él a ella. ¿Quién caerá antes en el juego del amor? ADVERTENCIA Contiene escenas sexuales explicitas.