Capitulo 19

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Ivy Ransome continuó su sensual andar como si nada hubiese ocurrido hasta el exterior de la estación, se tuvo que conformar con llamar a un taxi para alejarse de ahí, dio la dirección de su tío Chris y perdió su mirada en la ventanilla que le ofrecía rápidas imágenes de un anochecer en Mónaco, resopló, por lo menos mañana estaría lista para su gran carrera.



–Señorita, hemos llegado – la voz del amable chofer le espantó su repentina somnolencia - ¿Desea que le ayude a bajar sus maletas?



Ella asintió, bajó del taxi observando el edificio que se alzaba frente a ella y extrañamente sintió que era la primera vez que pisaba esa ciudad, irónicamente, pues cada año lo hacía, incluso en vacaciones cada que podía escapar de su madre y su prometido. Tal vez una nueva Ivy pisaba aquella ciudad por primera vez... sonrió sintiéndose estúpida por sus pensamientos, sin duda tanto cansancio la hacía alucinar.



–Bienvenida a Mónaco – el chofer la hizo volver a la realidad y le brindó una sonrisa una vez que ella pagó sus servicios sumándole a ello una jugosa propina. No respondió a la bienvenida, simplemente fingió una sonrisa, tomó sus maletas y se introdujo al edificio. Inexplicablemente sintió una necesidad de llorar como una pequeña desconsolada, pero olvido su frustración en cuanto el elevador se detuvo en el cuarto piso. Salió y se dirigió al número 43.


Llamó suavemente y esperó mientras observaba las dos puertas que compartían el piso del departamento de Chris.



–Ivy - Chris la abrazó emocionado como si no la hubiese visto en años.



–Chris – aceptó el abrazó con alegría, quizá era lo que le faltaba, se detuvo a aspirar su aroma mezcla entre Calvin Klein y hierbabuena.



–¡Joder! Ivy, apestas a sexo – dijo mientras tomaba las maletas y la invitaba a pasar.



–Ya, tomaré una ducha, ¿de acuerdo?



–Entonces el tío sabe cómo matar el tiempo mientras un tren se atasca, ¿eh? – sonrió pícaramente.



–Ajam – dijo sin mucho ánimo.



–¿Sólo "ajam"? ¿Tan mal estuvo? – ella lo miró casi deprimida - Ivy, di algo, ¿quieres? Tu jodido comportamiento me hace pensar que algo no anda muy bien.



–Simplemente estoy agotada, Chris, es todo – ella le quitó sus maletas y se fue a su habitación para encerrarse.



Bien, Chris no sabía qué poder pensar, ciertamente nunca había visto tan débil a su sobrina, había llegado casi en un mar de lágrimas, esa no era la actitud que alguien podía tener después de haber tenido salvaje sexo, por lo menos no con ningún Ransome. Quiso pensar que ella simplemente decía la verdad con eso del cansancio, pero tratándose de Ivy... ella podría tirarse a diez tíos en una misma noche y simplemente querría más. Se dirigió a su puerta, estuvo a punto de tocar, pero se sintió patéticamente paternal al descubrirse queriendo tener una charla seria con ella. Se rindió y regresó a su sofá a seguir disfrutando de su pantalla plana.



Ivy limpió rápidamente la lágrima que logró escapar por su mejilla, se reprimió por sentirse frágil e ignoró esa presión molesta que sintió a la altura de su corazón. Deshizo sus maletas y cuando terminó tomó una toalla y se metió a la ducha para quitarse de encima el olor que traía impregnado de su amante. Sufrió aclarando el nudo en su garganta pero se repitió una y mil veces que lo ocurrido iba a cambiar nada en absoluto su vida. Se sintió estúpida para entonces seguramente él ya estaría disfrutando de un par de rubias en su cama. Así como él cumpliría el trato, ella también lo haría.


Salió de la ducha un largo tiempo después, en cuanto se aseguró de que no quedaba rastro de él sobre su piel, tomó la toalla y se colocó su ropa interior de encaje, parecida a la que había logrado enloquecer a Adler... ¡demonios! Lo tenía que sacar de su mente YA. Se acercó a su espejo para colocarse un poco de crema sobre su rostro y se maldijo en cuanto descubrió en su cuello un par de chupetones.

¡Genial! Como si no bastara tener estúpidos recuerdos del tren. Sacó decidida un poco de maquillaje e intentó sin éxito cubrirlos... ¡excelente! Tendría que usar cuello de tortuga en Mónaco.

Resopló y salió, terminó de colocarse su pijama y se hizo una coleta para después salir a la sala, en donde encontró a Chris no muy concentrado en el programa televisivo, claramente estaba preocupado... una vez más se maldijo en voz baja, para variar había despertado un sentimiento de responsabilidad en su incorregible tío.



–¿Quieres hablar de lo ocurrido? – Chris apagó la pantalla y se incorporó del sofá.



–No – fue a sentarse al sofá y encendió la pantalla plana, cambió el canal.



–Ivy, ¿Te hizo algo?



–Nada, Chris, nada, sólo fue una aventura más – por primera vez no pudo mirarlo a los ojos – Creo que me preocupa más la situación de mi compromiso, me quieren casar ya – ciertamente no mentía, pero esa no era su mayor preocupación en esta ocasión.



–Ya encontraremos una manera de evitarlo, ya verás – le sonrió – Debes tener hambre, ¿quieres pizza? – ella asintió, él se levantó a pedirla por teléfono.



–¿Dónde está mi "bebé"? – preguntó ella después de que él se sentó a su lado y hubo un incómodo silencio, situación que nunca se había presentado entre ellos.



–En la cochera – sonrió – Es el Enzo.



–¿Es en serio? – sonrió también complacida de correr su Ferrari favorito. Él asintió –Chris , ¿te he dicho lo mucho que te amo?



–Algo habías mencionado de eso.



Se abstuvo de abrazarlo, eso no iba en su relación. Frunció ligeramente su entrecejo y regresó su atención a la pantalla, por primera vez no sabía qué decirle a Chris, mientras que en una situación normal no había quien la lograra callar cuando estaba con él.


Podía sentir claramente la preocupada mirada de su tío, pero había logrado contenerse de girarse hacia él, se concentró en mantener su mirada únicamente en el programa televisivo que de haber estado consciente de qué trataba (descubrimiento médicos) le habría cambiado.
Agradeció que alguien llamase a la puerta obligando a Chris a desviar su atención de ella.



–Creo que la pizza llegó – él se levantó y fue a abrir.



–Iré por unos platos y vasos – ella alegó y fue directo a la cocina. Tomó además un cartón de zumo de uva y regresó al sofá, colocó las cosas sobre la pequeña mesa de centro y se sentó.



–Aquí está – Chris regresó con la pizza, la colocó también sobre la mesa e imitó a Ivy en sentarse nuevamente.



–Huele delicioso – abrió la caja y sacó una rebanada para ella y una para él.



–Gracias – él sirvió el zumo.



Comieron nuevamente sin intercambiar palabra alguna más que unos cuantos "gracias" cada que alguno le servía al otro. Fue quizá el momento más incómodo entre ambos. Ivy se sintió bien cuando por fin se despidió de su tío y fue a su habitación argumentando que necesitaba dormir para el siguiente día.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora