Capítulo 45

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________ Ransome azotó la puerta con palpable aparatosidad haciendo retumbar incluso los cristales más cercanos. Dejando atrás a los pocos presentes; el doctor, que momentos antes la había conducido hasta aquella habitación y un par de enfermeras que mantenían una amena charla con él; suspensos con su rápido andar y las coléricas lágrimas que derramaba con exasperación.

-Señorita Ransome - el anciano intentó sin éxito un diálogo con la vehemente mujer pero ella lo acalló con una simple mirada inyectada de odio, el doctor retrocedió.

Parecía más peligrosa incluso que una bestia salvaje hambrienta y malherida, capaz de destruir todo a su paso no manteniendo templanzas de ningún tipo. Ciertamente, estaba dolida, y mucho. Esta ocasión no sólo se trataba de su orgullo, eran sus ingenuas ilusiones las que había sido por completo derrumbadas, aún a pesar de que el culpable de ello había estado a punto de jurarle sentimientos de los que ella ni siquiera se había atrevido a discurrir.

Tenía que haber esperado un par de segundos más, sólo un instante, y su vida hubiese dado un vuelco de ciento ochenta grados, habría escuchado aquel par de palabras que no había frecuentado mucho a lo largo de su vida. No obstante, no se arrepentía, ya estaba saturada de tanta crueldad, y toda ella contenida en ese mismo demonio que se escondía tras un peculiar y atractivo hombre.

Tampoco se lamentó por no haberle confesado sus sospechas que le causaban sus constantes náuseas y, ahora también, mareos. Mucho menos de tragarse las melosas palabras que le había despertado el simple hecho de mantener unida su mano a una de él y más aún aquel beso que se deploraba de haber correspondido en un inicio.

Estaba repugnada, fastidiada y agobiada. La había besado, ¡y ella lo había correspondido!

-¿Qué dijo? ¿Para qué te llamaron... a ti? - ______ sintió colisionar su cuerpo contra un par de pequeñas y delgadas manos que no cesaban su insoportable tiritar.

Levantó su mirada al frente para enfrentarse a su, en ese momento, peor enemigo.

-¡Vete al carajo! Con tu prometido, ¡juntos! - tras escupir aquellas palabras y dejar a todos, familia Clifford, Chris, Mónica y Carlo, estupefactos ante el insulto a la sensible mujer futura esposa de su amante, _________ salió con firmes pasos de ahí seguida por sus desconcertados acompañantes.

Subió al auto con la mirada fija al frente, no concentrándose en algún punto en especial, cerró con seguro sus puertas antes de que alguno de sus persecutores pudiera abordar al vehículo junto con ella y liberase una lluvia de cuestiones respecto a lo sucedido. Arrancó a toda velocidad enjuagando la única lágrima que había vencido aquella batalla.

Y finalmente, para efectuar una ansiada venganza, tienes que afrontar primero tus más grandes temores.

La tranquilidad reinaba por los pasillos y habitaciones de la mansión Ransome, los rayos diurnos de un nuevo día comenzaban a colarse a través de los enormes ventanales apenas cubiertos con finas telas de encaje. Victoria Ransome mantenía dibujado en sus labios una tenue sonrisa, no podía recordar la última vez que su mansión había permanecido tan pacífica, lo único que aludía era que aquellos muros antes habían sido testigos mudos de terribles peleas, discusiones por cosas sin importancia, del quebrantamiento de una familia antes unida, de los sueños rotos de una pequeña niña, de la violenta relación con su marido, de la terrible transformación de ________... Seguía preguntándose qué había ocurrido, qué había hecho mal, cuál había sido el detonante de todo aquello... sólo una cosa surgió en su mente: su única pero malcriada descendiente, ella siempre había acaparado la atención desde que había llegado, le había robada valioso tiempo con su esposo; desde que ella había venido a su mundo, Victoria había sido desplazada, era quizá esa la razón por la que sentía una terrible ira, todo ese tiempo había odiado a su propia hija y hasta ahora lo había descubierto.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora