Capítulo 54

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Ashton rodeó la cintura de su mujer con ternura apenas ella se lanzó a devorar con fiereza sus labios mientras sostenía con firmeza sus mejillas. Aquellas femeninas manos ahora desechaban presurosas sus prendas ansiosas por recorrer cada uno de sus perfectamente marcados músculos. Y, aún teniéndola entre sus brazos, bajo sus manos y sólo para él, Ashton no podía creerlo aún. Es decir, aquella mujer que mayores motivos tenía para abominarlo al parecer lo amaba.

Jadeó. _____ apretujaba entre sus manos su miembro por encima de sus pantalones que mucho comenzaban a estorbar. Habría comenzado a lanzar sonoros gemidos de no haber sido que ella había comenzado a devorar hambrienta sus labios.

Ashton tenía que admitir que, a pesar de que aquello le encantaba, le perturbaba. Era ese sentimiento de que no todo marchaba como aparentaba. La simple actitud de su mujer tras negarse a mantener sexo varias veces y que ahora parecía que su vida dependiese de ello no ayudaba a tranquilizar sus nervios.

-Te deseo, Ashton – ahora ella se había deshecho de su camisa sin respetar los pequeños botones que uno a uno salieron despedidos a causa de la brusquedad con la que había sido arrancados.

Ashton pronto se descubrió completamente desnudo y a expensas de ella. Irónicamente, considerando que la doblaba en fuerza, se sintió indefenso y, sin embargo, aquello le excitaba como nunca.
El rostro de _____ había cambiado, era verdad que su embarazo le sentaba de maravilla y la hacía lucir angelical e ingenua, pero ahora ella parecía que había sufrido de una metamorfosis para pasar a convertirse en una mujer sedienta de sexo, con aquel porte salvaje seriamente marcado en su mirada.

-Tócame – ella se había posicionado en su regazo efectuando un sensual baile sobre su erección mientras que llevaba sus manos directo a sus senos para desatar en ellos un lascivo masaje – Te quiero en mí, Ashton.

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Ahora la saboreaba, centímetro a centímetro. Desnuda para él con ese sabor adictivo que ofrecía a su paladar, un remarcado sabor a canela imperaba en su piel bañada con pequeñas perlas de sudor.

Él nunca había experimentado algo parecido y le estaba encantando. Sonrió perverso ante la idea de que estaba a nada de experimentar el mejor polvo de toda su vida y con su esposa, la mujer a la que él amaba y amaría por siempre.

-Eres hermosa, corazón – Ashton mordió suavemente uno de sus hombros mientras la observaba con detenimiento aún sentada en su regazo, dispuesta para él, ansiosa por sentirlo, implorándolo a gritos.

La depositó con dulzura sobre del escritorio que antes había estado en perfecto orden y ahora había pasado a ser un desastre y la empaló, con suavidad, con dulzura. Lo encontró maravilloso, ella, estrecha abriéndose ante él, abrazándolo con su cálida piel, aferrándose a su espalda mientras sus uñas, cada una de ellas, se enterraban sin piedad en su piel como ahora él en su húmeda entrepierna mientras que en su oído se penetraba su cálido aliento al compás de sus gemidos.

-Más – ella lo atrajo a sus labios y, acto seguido, comenzó un fuerte movimiento de caderas que lo obligaban a enterrarse más y más en sus entrañas.

Sus palpitaciones se aceleraban, al igual que todo en su cuerpo. Su mirada estaba nublada y casi podría jurar que una serie de fuegos artificiales se desataron frente de él. Existía una sola palabra para describir todo aquello y esa era alucinante.

Sentía desfallecer y aún así quería que aquél momento jamás terminase. Entonces advirtió que su orgasmo estaba peligrosamente cerca.

-Ashton – ella jadeaba – Bésame – gritó ante una embestida recibida.
-No lo pidas, nena – él se inclinó una vez más para besarla, ella rodeó su cuelo con sus convulsas manos obligándolo a permanecer frente de ella.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora