Capítulo 22

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–Buenas noches, querida - ella despertó sobresaltada de sus pensamientos y dirigió su mirada a quien había interrumpido sus pensamientos.



–Bárbara - su piel se erizó en cuanto descubrió a su amiga de la infancia con una sonrisa burlona en su rostro. Tanto ella como Ivy no habían cambiado en absoluto, seguían igual de cínicas a como lo habían sido de pequeñas. Seguían disfrutando del sufrimiento de los demás, y Ivy no iba a pasar desapercibida para su ex mejor amiga, finalmente ella había encontrado la manera de sentirse superior a quien la había destinado a ser siempre la segunda en todo.



–La misma, querida... ¿Y cómo está tu padre? - Tomó una silla y se sentó en la misma mesa - ¡Oh! Qué torpe soy, había olvidado que ahora es el mío.



–Sí, bueno, él siempre prefirió lo fácil y bueno tu madre siempre lo fue - se encogió de hombros, por supuesto que ella no permitiría ser presa fácil.



–Pero qué cosa más... hermosa - la miró de arriba abajo - la reina de las zorritas hablando de cosas fáciles.



–Claro, por cierto yo quería pedirte una disculpa. Hace una semana, bueno no sé qué fue lo que me pasó, pero después de haber bebido un par de whiskies en compañía de Jeremy - su prometido con quien tenía entendido se casaría en un par de semanas - accedí a ir a la cama con él, en verdad no sé por qué lo hice, quizá fue tanta su insistencia que bueno.... lo hice. Bárbara, no lo dejes ir, es excelente en la cama - sonrió al ver el rostro de desconcierto de su acompañante.



–Por supuesto que mientes.



–Claro, si así lo quieres creer - ella dibujó una mueca de lastima - ¿por qué no le preguntas de dónde surgieron esos rasguños en su espalda?



–Esos rasguños fueron en una caída que él tuvo - la miró furiosa.



–Claro - comenzó a reírse - ¿Y en verdad le creíste? Cariño, creí que eras más inteligente. En fin, si aún no me crees, entonces explícame, ¿cómo es que yo sé de la existencia de esos rasguños?



–Eres una maldita perra - estuvo a punto de bofetearla pero una mano retuvo su muñeca, ella furiosa se giró a ver al entrometido, mas su ira se esfumó en cuanto vio a ese dios que lucía incluso mejor que el David de Miguel Ángel.



–Disculpe haber interrumpido esta agradable conversación - sonrió - pero creo que esa señorita a la que deseaba mostrarle su afecto tiene una cita conmigo.



¡Joder! Ahora Adler se sentía en el derecho de tomar el papel de héroe, Ivy le lanzó una mirada furiosa y estuvo a punto de incorporarse para decirle unos cuantos insultos, pero después de analizar su situación comprendió que sería mejor seguir ese juego, después de todo sería más fácil deshacerse de él que de su agresora.



–Adler - fingió una sonrisa a lo que Bárbara la miró recelosa - Llegas un poco retardado.



–Lo siento, preciosa - le guiñó un ojo - Preparaba una sorpresa para ti. No quiero ser para nada descortés, señorita - dirigió su mirada a Bárbara - Pero, ¿podría dejarme solo con esta hermosa mujer? - sonrió.



-Claro - se levantó y dirigió una mirada de odio a Ivy - Nos veremos luego, querida - se giró a ver a Adler y dibujó una sonrisa - Adiós - ¡por Dios! Ese hombre estaba para comérselo ahí mismo.



Ambos esperaron a que la recién ida estuviese lo suficientemente lejos como para ya no saber más de ella. Cuando la perdieron de vista, Ivy le restó importancia a su héroe y bebió un sorbo de su copa. Él antes de sentarse se detuvo a observarla, realmente anhelaba estar nuevamente en ese cuerpo, resopló y se sentó a lo que ella dirigió su mirada directo hacia él sin ninguna emoción marcada, simplemente lo observó.



–Estaba cenando tranquilamente pero esa tranquilidad se esfumó cuando te vi entrar, aunque honestamente dudé en si realmente eras tú, pero ese sexy andar y ese porte me lo confirmaron, más aún esa actitud cínica. Pero confieso que no comprendo aún el por qué estás aquí y no festejando con tu corredor favorito - finalmente Ivy marcó enojo en su mirada.


–Me parece que no tengo que darte explicaciones a ti.



–Dime, ¿acaso tu lobito ha caído ya en depresión? - sonrió burlón.



–¿En depresión? - Rió divertida - No veo el motivo para caer en depresión.



–¿Un empate no es suficiente motivo?



–¿Sabes? Fue tan humillante tanto para él como para ti.



–No, cariño, te equivocas. Para mí fue en absoluto humillante, de hecho fue grandioso. Finalmente logré igualar a tu amado lobito.



–Escúchame bien, Wells- ella apretujo sus dientes casi haciéndolos rechinar - Nunca, pero absolutamente nunca lograrás siquiera acercártele a sus talones.


–Hermosa, honestamente, sería mejor que dejes de salir con él. Tu lobito comienza a hacer rabietas como las tuyas - sonrió provocando que ella casi se ahogara con el sorbo de vino que dio.



–Imbécil - refunfuñó.



–¿Qué ocurrió con tu mano? - observó hasta entonces curioso los vendajes.



–Algo que no te interesa en absoluto.



–¿Qué fue, cariño? - Insistió - ¿Fuiste acaso el punto de desahogo de tu corredor?



–Me temo que él no es una escoria como tú, él es todo un caballero y jamás se atrevería siquiera a llamarme "bruja" - fingió una amable sonrisa.



–"Bruja" - él rió - Eres grandiosa - ella desapareció su sonrisa al recordar que justamente esas palabras le había hecho casi perder.



–¿Es lo mismo que le dices a Scarlett? - él también desapareció su sonrisa.



–No - dijo secamente.



–Claro - ella observó su disgusto y continuó - ¿Con dedicarle una victoria basta?



–¿Hablas en serio? Esta carrera no fue en absoluto para ella.




–¿Ah no? Entonces debo estar quizá sorda, porque déjame decirte que en la entrevista que te hicieron escuché claramente...



–Sí - la interrumpió - Lo sé, pero a la prensa siempre es bueno decirle algunas mentiras.



–¿Entonces no es a Scarlett a quién le dedicas tus carreras?



–No.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora