Maratón [4/6]

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Su piel se erizó al tener un contacto con el frío y salado líquido que bañaba aquella playa, pero eso no la retuvo, continuó con su pausado andar hasta que el agua llegó a la altura de su cintura, fue entonces que se detuvo y se giró a ver a su amante, le regaló una ingenua sonrisa y después alzó su mirada por un instante a contemplar el manto estrellado que acompañaba a esa luna llena. Se percató que nunca antes había actuado así después de su frustrada infancia.

-Es hermosa - Michael atrajo su atención interrumpiendo sus pensamientos.

-¿Qué? - dijo desorientada.

-La luna - el sonrió - aunque no más que tú - se sintió estúpida al sonrojarse.

Bajó su mirada a las pequeñas olas que se rompían al chocar con sus cuerpos y vislumbró las diminutas gotas que se habían rociado sobre aquel bronceado pecho que le fascinaba, sintió entonces cómo el fuego en su vientre regresó. Se acercó a él en un amedrentado abrazo rodeando su cuello y hundiendo sus manos en su pelo así atrayéndolo hasta sus labios. Los saboreó y mordió con suavidad. Intercambió su saliva con la de él y entremezcló sus entrecortadas respiraciones.
Él por su parte llevo sus manos a su cintura y la sujetó, disfrutó de los movimientos de sus labios y la pegó a su cuerpo, ascendió sus manos hasta su sujetador y estando a punto de desabrocharlo decidió omitirlo, realmente deseaba que lo conservara, seguramente después tendría una historia más para sus recuerdos excitantes. Bajó sus labios a la altura de su escote y besó pausadamente sus pechos. Ella jadeó discretamente no queriendo que él lo notase, levantó su mirada para admirarlo y sonrió ante el "plan macabro" que repentinamente se le vino a su mente, bajó lentamente sus manos sin perderse la excelente oportunidad de acariciar esa espalda y esas grandiosas nalgas hasta que terminó por hundirlas en el agua, fue entonces que en un movimiento rápido ella arrojó el líquido directamente al rostro de Michael haciéndolo saltar, sorprendido por el frio del agua y porque ella salió corriendo luchando con las olas mientras reía sonoramente. Su reacción fue lenta comparada con la frecuencia con la que ella tropezaba con el suave oleaje. Pero en cuanto reaccionó finalmente corrió tras ella como si de ello dependiera su vida, continuó corriendo hasta que finalmente le dio alcance y justo a tiempo pues de no haber sido así ella habría caído tras sus múltiples tropiezos. La sujetó por sus caderas y la subió a su espalda como si se tratase de un costal de papas para después llevarla a la orilla y depositarla suavemente sobre la arena. Se detuvo a observarla mientras se recuperaba de su agotamiento producto de los juegos a los que ella lo inducía. Resolvió en recostarse sobre de ella con precaución, bajó posteriormente sus manos hasta sus piernas. Sus respiraciones agitadas y ambos cuerpos mojados fueron los componentes ideales para comenzar a desatar sus pasiones contenidas hasta ese momento. Comenzó a besarla dejando atrás su lado dócil que ella inevitablemente le despertaba y liberó sus impulsos más primitivos, la mordisqueó y comenzó a acariciar insistentemente sus muslos evadiendo su entrepierna para así lograr hacerla perder la razón.
Ella por su parte, imitando sus caricias y conteniendo aún sus jadeos, llevó sus presurosas manos directamente a su miembro cubierto por la tela empapada de su bóxer, jugueteó con él, lo atrapó con ambas manos, haló de él en varias ocasiones, lo masajeó cambiando de vez en cuando la forma en que lo hacía y la velocidad para luego desnudarlo. Siguiendo con su diversión ella optó por darle la vuelta para quedar por encima de él y así poder dirigir sus ávidos labios a su erección. Dio el primer lengüetazo y él comenzó a vibrar conteniendo su excitación, ella complacida continuó saboreándolo con dedicación haciendo uso también de sus manos e incluso dientes.
-Creo que no he sido la única que se ha portado mal, Clifford - regresó a su tarea.
Él intentó contestarle pero su delirio se lo impidió, prácticamente estaba inmovilizado por culpa de esa desequilibrada mujer. Fue aún peor cuando ella sin aviso decidió cesar su labor cuando él estaba a punto de llegar a un clímax. Él, conteniendo su respiración y sus jadeos incorporó un poco su cuerpo para percatarse que ella había subido hasta quedar frente a frente. Él, estando a punto de darse por vencido y soltar esos gemidos contenidos, fue interrumpido por un voraz beso, su cuerpo fue rodeado por sus pequeños brazos mientras sentía las caricias de sus dedos sobre su espalda. Por otra parte podía sentir como la entrepierna de ella chocaba de vez en cuando con su erección. ¡Demonios! En unos momentos más él perdería por completo la cabeza y estallaría. Le urgía ya estar dentro de ella, se arrepintió de hacerse tomado su tiempo a pesar de estar disfrutando como un desquiciado. Ahora él dirigió una mano a su cintura y la besó de igual forma en que ella lo estaba haciendo, con su otra mano descendió hasta llegar a la parte más recóndita de ella, la introdujo al interior de sus bragas y comenzó a explorar el interior, ella jadeó y él sonrió al sentirla tan húmeda. Ahogó sus jadeos en otro prolongado beso y buscó en su interior llegar incluso más lejos, su experiencia le había enseñado los puntos clave para volver loca a una mujer incluso a la más difícil. Comenzó a mover circularmente sus dedos introducidos en ella y ella no pudo menos que ahora comenzar a delirar. Se corrió una, dos y tres veces mientras él besaba con dedicación sus tetas por encima de su sujetador que en ningún momento retiró a pesar de desearlo fervientemente. Cuando la hizo llegar a un cuarto orgasmo decidió que era tiempo ya de retirar sus bragas. Ella casi desfallecida se dejo manipular por ese macho y a pesar de estar siendo controlada no protestó. Él la colocó de nuevo por encima de él y se detuvo a observarla, sonrió pícaramente al verla ansiosa por ser penetrada y la tomó por su cintura. La dirigió directamente a su erección. Entró e inmediatamente salió, así repetidas veces, mientras ella le exigía que terminase por penetrarla completamente. Ella, ya perdiendo la paciencia y con urgencia llevo sus manos a sus hombros y ahora tomó el control. Decidió tomar el papel de jinete y lo montó, lo hizo introducirse por completo a ella, él no soltó su cintura pero sí la dejo gobernarlo. Ella comenzó por mover sus caderas en un exótico baile que resultaba incluso la envidia más grande de Afrodita. Subía, bajaba, giraba y ambos se volvían locos con cada movimiento. Sus orgasmos iban aumentando cada vez más su intensidad, ellos se movían con desenfrenó tomando posturas que resultaban incluso mejores y más excitantes a las escritas en un libro Kamasutra. Fluyeron por completo esas bestias sexuales que ocultaban tras esos atractivos cuerpos que no podían relacionarse con menos que a los de los dioses, fue un momento cargado de irracionalidad, ferocidad y demencia.
Culminaron en un último orgasmo juntos, compartieron sus fluidos corporales y sus desfallecimientos, ambos bañados de arena y de fondo el suave oleaje.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora