Capitulo 10

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Ivy en verdad hubiera dado incluso uno de sus "bebes" para saber qué había pasado por la mente de Adler en cuanto decidió no atacarla, reconocía que esa sonrisa que dibujó fue lo más ruin y cínico que pudo haber hecho después de haberlo atacado de esa forma, pero muy merecido se lo tenía al haberla atacado con anterioridad. Y ahora que esperaba ser agredida nuevamente, simplemente él se había marchado de ahí sin pronunciar siquiera una palabra. ¿Qué lo había motivado a contener su furia ante alguien a quien bien merecido se tenía su odio?... ¡Hombres! Resopló y relajó sus músculos, ni siquiera su prometido junto con su madre la ponían tan alterada. Deseo encender otro cigarrillo, mas se contuvo por temor a encontrar a su compañero fuera del compartimiento. Dirigió su mirada una vez más a la ventana y percibió hasta entonces que la noche había caído ya y recordó también que estaba atrapada en la tormenta de nieve que se había mencionado en los noticieros matutinos pero que se decía sería inofensiva, ¡ineptos! Quizá después se encargaría de poner en su lugar a esos charlatanes periodistas, solo bastaría una llamada para jamás volverlos a ver en un reconocido puesto. Sonrió satisfecha de su poder.

Bajó su mirada al asiento y encontró ahí tirado su móvil, lo había olvidado,Chris tenía que saber del contratiempo y de ser posible tenía que asegurarse de que ella estuviera en la carrera, sin importar qué hiciera... mandar un rescate por ella, posponer la carrera, controlar el clima... era indispensable que ella asistiera. Encendió el aparato y lo primero en dibujarse en la pantalla fueron diecisiete mensajes sin leer junto con veintitrés llamadas perdidas, todo aquello de procedencia de su prometido. Frunció su entrecejo y simplemente los ignoró, ya adivinaba sus contenidos, reclamos, reclamos y reclamos. Se dirigió a sus contactos y marcó a Chris, esperó tres timbrazos hasta que finalmente resonó su irresistible voz por el auricular.


–¿Ivy? – Sonaba extrañado, ella normalmente no marcaba mientras viajaba - ¿Ocurre algo? – sonaba algo agitado, Ivy adivinó que el motivo de eso era una de las incontables amantes de su tío.


–Chris, el tren en el que viajo está atrapado por la maldita tormenta de nieve – fue clara y directa.


–¿Qué? – Él casi se ahoga con el whisky que bebía lentamente ante la sorpresa – Es una broma, ¿verdad?


–No seas baboso, Chris. Con esta situación jamás jugaría.


–Pero el rally, Ivy, es en dos días.


–Chris, tengo muy claro que es dos días, y si no llego, no seré la única en no participar.


–¿De qué hablas?



–Adler Wells está en este tren también. Justo en el mismo compartimiento que yo – más irritada no podía estar ante las sonoras carcajadas que se escucharon del otro lado del auricular.


–Juro que pagaría por ver eso – dijo Chris sin poder controlar su ataque de risa.


–No es en absoluto gracioso – deseó tenerlo a su lado para poder propinarle un golpe en su fornido pecho.



–Ivy, sabes que lo es, tu enemigo a muerte en el mismo compartimiento que tú y él ni enterado de que el infinito odio debe de ser recíproco – rió – es cómico que tenga al <<lobo negro>>, el corredor que le ha robado todas sus victorias durante este último par de años, en sus narices y él ni en cuenta.



–Bueno, no me odia por ello, pero ya le he dado otros motivos para también odiar a Ivy Ransome – se sonrojó.



–¿De qué hablas? – su risa paró.



–El hombre ha intentado hacerme una de sus aventurilla más – él casi escupe el nuevo trago de whisky que había sorbido. Tuvo que contenerse, hizo un gesto de disculpa a la exuberante mujer que lo acompañaba, se colocó su pantalón de mezclilla y salió de la habitación destinada a fungir como <<nido de amor>>. Una vez que se encontró fuera del alcance de los oídos de su amante explotó entonces furioso, sabía las mañas de su sobrina, sí, estaba consciente de que ella no era algo parecido a una señorita inocente y virginal, sin embargo le encolerizaba que los hombres intentaran aprovecharse de ella y no al contrario. Deseó entonces estar a su lado para romperle la cara a Wells.



–Ivy, ¿qué demonios te ha hecho ese cretino? – dijo mientras su rostro se teñía rosado a causa del enojo.



–Chirs, tranquilo, sabes perfectamente que me sé defender sola, el imbécil no pudo hacerme nada, sin embargo te confieso que me frustra el hecho de que estaré por no sé cuánto tiempo más conviviendo con él – se sintió ridícula y estúpida.



–Escúchame bien, haz todo lo posible por cambiarte ya de compartimiento, con urgencia.



–¿Y crees que no lo he intentado? – Su voz se hizo temblorosa por culpa de las lágrimas que intentaron salir sin éxito – Es imposible, Chris. El mundo parece conspirar en este asunto o qué sé yo, simplemente todos se niegan a cambiarse a ese compartimiento, además de que él ya se encargó de no dejar entrar a nadie más ahí – sintió un odio profundo por su compañero.



–Te prometo que haré todo para que llegues lo más pronto posible a Montecarlo – Chris sin duda era como el hermano mayor que nunca tuvo.



–Gracias, te quiero – dijo en un susurro y colgó inmediatamente en cuanto sintió una lágrima rodar por su mejilla, era la primera que derramaba desde que su padre había abandonado su hogar. Tuvo miedo, eso que le pasaba con Adler Wells era sobrenatural, en verdad se inquietó, nadie nunca en su vida había logrado causar esos efectos en ella, ni siquiera su madre en aquella época en la que solía responsabilizarla por el abandono de su padre. Por primera vez se sintió indefensa, frágil y quebradiza, ahora más que nunca necesitaba llegar al rally para ahogar sus debilidades en la pista. Angustiada limpió las ya numerosas lágrimas que bañaban su rostro y se encogió en su asiento cubriéndose mas que del frío, de sus temores.

Señorita malcriada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora