Epílogo

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Dos años y medio después...

25 de marzo, 2023

Marcus:

Me abrocho la camisa frente al espejo de mala gana.

—No quiero ir, me quiero quedar aquí —me quejo.

—Deja de quejarte tanto que sabes que luego la pasas bien.

—Mejor la pasaría aquí —bufo.

Detrás de mí, rodea mi cintura con sus brazos y apoya su mejilla en mi espalda. Bajo mi vista a sus manos y sonrío viendo su anillo de compromiso y de casamiento.

Doy la vuelta para tenerla frente a mí y tomo su rostro para besarla.

Sentir la suavidad y familiaridad de sus labios sobre los míos, me genera una sensación de plenitud que creí no volver a sentir.

—¿Estás feliz? —le pregunto viendo sus precisos ojos avellanos verme con dulzura como siempre.

—¿Qué si estoy feliz estando en Santorini de luna de miel? —parece pensarlo, divertida—. Creo que un poco.

Sonrío, pero necesito escucharla.

Parece darse cuenta y suspira.

—Deja de pensar en eso. Claro que estoy feliz, más que feliz, Marcus.

—Es que no puedo quitarme de la cabeza que estuve a punto de perderte, Adeena.

—Pero aquí estoy —se eleva de puntillas y toma mi rostro—. Aquí estamos, de luna de miel luego de casarnos.

Respiro hondo asintiendo.

Son incontables las veces en las que me levanto sudado y exaltado por una pesadilla en la que la pierdo definitivamente. Y son incontables las veces en las que me despierta, a mi lado, asegurándome que está allí y no va a irse.

En las pesadillas se repite lo que sucedió, sólo que el doctor en vez de decirnos que pudieron recuperarla, nos dice que no pudieron hacer nada.

Pero lo lograron. Cuando acabaron la cirugía tuvo un paro, hicieron que su corazón vuelva a latir, pero quedó en coma. Fueron 6 meses de tortura pura en la que rezaba porque despertara.

En los que no sabían que hacer, porque pensaban que no despertaba porque no quería, pensaban que la estaban haciendo quedarse en un lugar dónde no quería estar; pero yo no iba a dejar que nadie la toque hasta que despertara.

Y despertó.

Estuvo en rehabilitación, ya que fueron 6 meses en los que su cuerpo no se movió, pero la acompañé en cada momento y ahora está perfecta.

A salvo. Conmigo.

Y me alegra saber que Zoey no va a salir del psiquiátrico nunca.

—Entonces deja de querer llevarme fuera del cuarto y quedémonos aquí —le sonrío, pero me hace mala cara y niega, haciendo que su cabello, ahora largo, se sacuda en desaprobación.

—No podemos quedarnos encerrados en la habitación, Marcus, debemos recorrer también.

—Voy a recorrer tu cuerpo con mi boca, eso cuenta.

Sus mejillas se sonrojan.

—Estamos desde ayer aquí, hay que salir.

—Pero yo quiero entrar... en ti.

—¡Basta!

Con la cara roja, pero riendo, intenta alejarse. Pero tomo su cintura y la pego a mí, forcejea riendo hasta que la alzo y la dejo sobre la cama.

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