Capítulo 35

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28 de junio, 2020

Adeena:

Por si se preguntaban qué pasó con la bruja, pues se levantó a los gritos por las arañas, luego gritó por la ropa y luego por su auto, la policía llegó a la casa por las quejas de los vecinos por sus gritos.

No pudieron hacer nada ya que cámaras no hay y no dejamos rastro alguno, por lo que todo salió bien. 

Claro que Isaac, Marcus y yo estábamos ocultos en el auto esperando a que despertara y cuando lo vimos, nos alegró el día a todos.


Los padres de Nate son agradables, aunque admito que con la que mejor me llevo de la familia es con la hermana.

—¿Crees que deba decirle para salir? —me pregunta dudosa.

—Yo digo que la vida es una —comienzo—. Y si sale mal, pues queda la anécdota.

Lucía ríe y Nate llega a mi lado.

—¿Eso es lo que dices antes de tomar una posible mala decisión?

—Exacto.

Este niega con la cabeza, divertido. Lucía me dice que va a hacerlo y se aleja.

Con su mano en mi cintura, Nate me hace dar la vuelta para tenerlo de frente. Acaricio su cabello castaño y sonríe.

—¿Cómo fue el avance ayer en tu futura librería?

—Bien, con Noah logramos empezar con los detalles.

Asiente y me elevo un poco sobre mis pies para besarlo.

Pero no llega a ser más que un beso casto que se separa.

—Estamos en la casa de mis padres, Adi, mejor vámonos así podemos estar solos.

—¿Acaso no quieres que vean cómo besas a tu novia? —le pregunto divertido y niega.

—Sabes que no es eso.

Asiento y nos despedimos de todos para irnos.

Nate es bastante reservado en público con las muestras afectivas, por lo que suponía que eso iba a pasar.


Debajo de él en la cama, su boca se desliza por mi cuello.

Sé que no debo decirle que no deje marca ya que nunca las hace sin necesidad de pedirlo.

Le quito la remera y deslizo mis manos por su pecho hasta sus pantalones para querer sacárselos.

En cuanto me baja las bragas, mi celular suena.

Maldigo y quiero ignorarlo, pero Nate se detiene.

—Contesta, puede ser importante.

—¿En serio? —le pregunto y me sonríe.

—Nosotros tenemos tiempo —deja un beso casto sobre mis labios y bufo asintiendo para tomar mi celular.

—¿Quién habla?

¿Acaso no ves quién te llama? —apenas escucho el francés sé que es Helen.

Sí, abuela, pero esta vez no lo vi. Estoy ocupada ¿Pasó algo?

Sí, necesito ayuda con algo muy importante.

¿Es urgente?

Sí.

Bien —digo rendida—. Ahora voy.

Corto y miro a Nate que se coloca la camiseta.

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