Capítulo 3

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13 de enero, 2020

Adeena:

Apurada, salgo de mi casa y entro a la de Helen.

Joder, voy a llegar tarde.

Pienso mientras me quito la camiseta para quedar en sostén.

—¡Abuela! ¡¿Ya cosiste la blusa que te dejé en el baño el otro día?! —estoy por abrir la puerta, pero esta es abierta antes, dejándome estupefacta.

Marcus aparece frente a mí, mojado con una toalla amarrada en las caderas y el pelo alborotado, cuando me ve queda igual de sorprendido que yo.

Sin siquiera evitarlo, le doy un repaso. Joder que está bueno.

Pecho definido y abdomen plano, tiene la V de las caderas marcada. Su cuerpo libre de tatuajes, o lo que logro ver, que es bastante. Hombros medianamente anchos y brazos marcados, pero no exagerados.

Cuando vuelvo mi vista a sus ojos, él me está dando el mismo repaso.

¿No olvidas algo?

Cuando caigo en cuenta, abro los ojos con sorpresa y coloco la camiseta de mi mano en mis pechos, dándome cuenta que estaba en sostén frente a él.

—Lo siento, no sabía que estabas aquí —digo sintiendo la cara roja.

Noto que retiene una sonrisa y asiente.

—No pasa nada.

Se da la vuelta, dándome un primer plano de su definida espalda que me hace retener un suspiro.

Desvío la mirada cuando vuelve a su posición inicial.

—¿Esta blusa? —miro la blusa azul marino que tiene en la mano y asiento—. Sí lo hizo, la vi coserla.

—Gracias —susurro tomándola, señalo el baño—. ¿Ya lo desocupaste?

Asiente y se pone de costado en el marco de la puerta, dando un ademán para que pase, pero no se corre.

Relájate, estás tensa.

Respiro profundamente y paso de costado, tratando que su cuerpo no toque el mío, pero mis manos rozan con su pecho y creo imaginar que toma una respiración. Siento mi cuerpo caliente y evito levantar mi mirada para verlo como siento que él me mira.

Tiene novia. Tiene novia. Tiene novia.

Me repito cuando siento el olor a jabón mezclado con una colonia deliciosa.

Una vez estoy dentro del baño, cierro la puerta.

—¿Qué mierda fue eso? —susurro para mí misma, pero decido ignorarlo.


Cuando salgo del baño, veo a Marcus ya vestido con Helen que parece haberse levantado de dormir la siesta, merendando en el comedor.

—Adeena —dice con una sonrisa Helen cuando me ve—. ¿Te quedas?

—No, yo solo vine por la blusa —al decir eso mi vista se desvía a Marcus que agacha la mirada, pero noto una pequeña sonrisa que intenta retener—, ya me voy.

—¿Puedo saber a dónde?

—Voy a un bar con Nate —sonríe y asiente.

—Es dulce ese chico y le gustas.

—Abuela llego tarde, luego hablamos.

Beso su mejilla y saludo con la mano a Marcus.




16 de enero, 2020

Sigo corrigiendo un informe en la computadora, pero siento que alguien me llama y volteo a un lado a ver a Nate.

—¿Me llamaste? —él sonríe y asiente.

Estamos trabajando, Nate es un chico atractivo, no voy a negarlo, y sé que le gusto.

Es castaño oscuro con unos ojos cafés claro muy dulces, es alto y fornido. Trabajamos en la misma editorial y compartimos oficina ya que hacemos lo mismo, solo que a él la bruja no le exige tanto como a mí.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

—¿Mañana cenamos algo?

Lo miro fijamente, sé lo que quiere, pero no estoy muy segura todavía. Él es lindo, me gusta, sí, pero... no lo sé. Hace no mucho empecé a aceptar sus propuestas para vernos fuera del trabajo solos, y admito que es agradable y cómodo.

¿Qué pierdo?

Nada, amiga, nada.

—Claro —le devuelvo la sonrisa justo cuando siento la puerta abrirse y veo que Joan entra.

Joan, alias la jefa, alias la bruja.

Rubia, alta, siempre usando ropa súper ajustada y tacones de aguja con los que puede apuñalarte tranquilamente.

—Adeena, trabaja y no tanta charla —fijo la mirada en la computadora reteniendo el comentario, pero Nate no lo hace.

—Yo le hablé, además ya está trabajando, tampoco la exprimas tanto Joan.

Ella lo mira y le sonríe como gato en celo.

—Bueno, sólo porque hace bien su trabajo, sino, no estaría en esa silla.

—¿Diciendo algo bueno de mí? Qué milagro —susurro.

—¿Disculpa? —la miro y le sonrío falsamente.

—Que ya terminé el informe.

Sus tacones resuenan en el piso y se acerca a mi computadora.

—¿Para ti eso es terminarlo? Es un asco —miro sorprendida la pantalla, no veo nada malo.

—¿Qué...? —no llego a terminar que sigue.

—Retiro lo dicho, nunca haces bien tu trabajo, arregla eso o lo arreglo yo y no va a acabar bien para ti —dice saliendo de la oficina y aprieto los labios con fuerza.

—No la escuches, está perfecto —me dice Nate, hace tiempo le pedí que no interviniera porque una vez casi lo despiden por defenderme.

—Pues para ella no y es la jefa, así que debo cambiarlo —digo apretando con fuerza el teclado.

—Hey, calma —las manos de Nate se posan en las mías y cierro los ojos respirando hondo—. Mira, hagamos esto.

Abro los ojos y se coloca detrás de mí, acomoda un poco cosas simples del texto y los títulos.

—Pero queda grotesco —digo con una mueca y siento que su risa choca con mi mejilla.

—Como ella —dice haciéndose referencia a Joan, haciéndome reír.

—Tienes razón, debí pensarlo antes, gracias —volteo a verlo y su rostro queda a centímetros del mío.

De cerca puedo ver que sus ojos tienen pequeñas motas avellanas en el centro, bonitos ojos.

Cuando se está por inclinar hacia mí, me alejo.

—Estamos en el trabajo, Nate —digo en un susurro.

Sonríe y asiente, pero para mí sorpresa presiona sus labios brevemente sobre los míos, dejándome quieta en mi lugar mientras él vuelve al suyo.

Divertida, niego con la cabeza mientras vuelvo al trabajo.

No lo sé... Nate es lindo y dulce, podría ser...

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