Capítulo 42

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Marcus:

Por muchas ganas que tenga de saborear centímetro por centímetro y tomarme mi tiempo besándola con suavidad... fue mucho tiempo el que estuve deseándolo, ahora solo puedo tomarla por la nuca y presionar tanto mi boca sobre la de ella que nuestros dientes chocan.

Sus labios se mueven con los míos, un beso rápido, ansioso, con muchas ganas acumuladas. Mi mano en su cadera se traslada a su muslo para apretarlo con fuerza, tratando de controlar las ganas de correrme que tengo con solo este jodido, pero asombroso, beso.

Hace tanto estoy fantaseando con esto que ahora que es una realidad me cuesta creerlo.

Quizás estamos soñando, no sería la primera vez.

Pues no quiero despertar nunca.

Sus labios son suaves como siempre creí que lo serian. No sabía que una boca podía encajar tan perfectamente con otra hasta que la besé.

Separo mi boca de la suya solo para respirar y volver a besarla. Sus manos en mi cabello me empujan hacia ella, con las mismas ansias que yo. Temo morir antes de estar con ella por lo rápido que va mi corazón.

Abandono su boca para besar su mandíbula y tirar un poco de su cabello para levantar su cabeza y tener libertad de deslizar mis labios por su cuello, besando y lamiendo cada rincón que pueda, sintiendo que voy a explotar en mis pantalones al escuchar sus jadeos.

Sus manos van a mi mandíbula para levantar mi cabeza y volver a pegar sus labios a los míos, si bien el beso ya no es tan brusco, sigue siendo ansioso.

Las ganas acumuladas son tantas que no necesitamos más. Deslizo mis manos por sus piernas hasta sus caderas.

Se separa y abro los ojos para ver que me mira con una sonrisa a la vez que baja sus manos por mi pecho hasta el borde de mi pantalón.

Sí, no voy a durar mucho, ya lo tengo claro.

Mientras desabrocha mi pantalón y lo baja, le quito las bragas para tirarlas por algún lugar, levanto su vestido y me baja el bóxer.

Tomo su culo y la pego a mí, enreda sus piernas en mis caderas y entro de una estocada haciendo que ambos larguemos un gemido, su cabeza se va hacia atrás y hundo mi rostro en su cuello comenzando a embestir. 

Podría poner sus gemidos de tono de llamada para escucharlos todo el tiempo. Sus uñas se aferran a la carne de mi espalda y sé que mis dedos van a quedar marcados en su culo.

No tardamos en acabar. Sí, la primera fue intensa, pero rápida. Estuvimos tanto tiempo esperando esto que no duramos mucho.

Siento el corazón en la boca y mi cuerpo arde al igual que el de Adeena.

Se queda jadeando sobre mi cuello y yo aprovecho para dejar un suave beso en su hombro.

Cuando salgo de ella no dejo que se mueva, solo quita su rostro de mi cuello y me mira.

—Si te pido que repitas lo que dijiste antes de besarme ¿Lo harías?

—¿Qué te detesto? —le pregunto divertido en medio de jadeos al igual que ella, sonríe y niega.

—Lo otro.

Respiro hondo y esta vez me adelanto para darle un beso más suave y delicado. Llevo mis manos a su rostro y me permito acariciar cada espacio de sus labios con los míos, sentir la dulzura y suavidad de su boca.

La beso por un rato, deleitándome del placer de por fin poder tocarla como quiero. Quito mis manos de su rostro y aun besándola, acaricio todo lo que pueda. Paso mis manos por sus piernas, por sus muslos y caderas que sé que a ella no le gustan, pero que a mí me encantan; acaricio su espalda y me satisfago con sentir como arquea la espalda.

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